DANA: 49.000 empresas, 400.000 empleos, requieren ayuda ¡ya!

 

 

Miguel del Río | 18.11.2024


 

 

 

 

 

Después de la catástrofe natural llega la reconstrucción. Valencia necesita ingente capital con el que apoyar a empresas, trabajadores, autónomos y particulares que también lo han perdido todo. No es que lo recalque el empresariado local, es que las ayudas han de materializarse en cantidades concretas transferidas ya a los damnificados. Se teme a la burocracia y a su lentitud. El tiempo nos lo va a decir. Entretanto, hay que demostrar unidad, agilidad y también comprobar que las infraestructuras vuelven a funcionar como antaño. El reto es descomunal, pero Valencia no ha llegado a ser una de las regiones más ricas de España y Europa porque sí.

 

No se dejen llevar solo por el titular, las empresas afectadas, y el impacto económico tan negativo para sus trabajadores, porque lo primero es lo primero: 218 muertos en la Comunidad Valenciana, 7 en Castilla-La Mancha y 1 en Andalucía. Aprovecho la oportunidad que me ofrece esta tribuna de opinión libre para trasladarles un sentido pésame, ante lo peor que se puede perder en cualquier circunstancia acontecida: la vida.

Tras dejar constancia de lo anterior, quiero añadir que, se mire por donde se mire, lo sucedido en Valencia es un cataclismo que conlleva una magnitud de reconstrucción realmente colosal. Incalculable tanto en el dinero por invertir, como en el tiempo que está por transcurrir para que pueblos y habitantes puedan tan solo exclamar que, poco a poco, están volviendo a la normalidad. Aunque los datos de la catástrofe humana y material son tozudos. Empezando porque la mayoría de los municipios afectados, 74, conforman el cinturón industrial valenciano, y han sido dañadas, en mayor o menor medida, 49.000 empresas, 400.000 trabajadores, con un impacto económico negativo, cifrado por su cámara de comercio, en 21.819 millones. Pero es que – no menos importantes- están las infraestructuras: carreteras, puentes, viaductos, red ferroviaria de Cercanías y alta velocidad. Todo destrozado.

Respecto a la DANA del 29 de octubre de 2024, habrá siempre un titular invariable: el Estado, a través del Gobierno de España, no estuvo a la altura de semejante calamidad climática. Aunque luego llegan las cifras, promesas, métodos de pago, subvenciones, ayudas y, sobre todo, preocupación por los plazos de contar con el dinero en el banco, que es el gran reto por cumplir, siempre que es declarada una catástrofe natural semejante a la sufrida.

Vamos con esas cifras que son mareantes por su cuantía: 10.600 millones de euros. Por partidas, hay 5.000 millones en avales del ICO, Instituto de Crédito Oficial, 838 millones para pymes y autónomos, que falta les hace y que posiblemente requerirán de nuevas inyecciones de capital. Por cierto, desde el Gobierno Valenciano lo solicitado asciende a 31.400 millones. Las ayudas oficiales irán también destinadas a prestaciones sociales, ERTES, Ingreso Mínimo Vital, pensiones no contributivas, además de indemnizaciones que se puedan cubrir a través del Consorcio de Compensación de Seguros, a causa de situaciones extraordinarias de catástrofes que no cubren las aseguradoras a las que pagamos la póliza del coche, la moto (100.000 vehículos inservibles) o del hogar. Hablar de estas compañías y lo que se puede contar realmente con ellas me llevaría otro artículo. Queda pendiente.

No nos rayemos, las ayudas oficiales, lo sabemos muy bien por las subvenciones habituales, no son del dicho al hecho. ¿Lo serán en esta ocasión? Veremos. Desde luego, no es de extrañar, ante el número de industrias machacadas que desde la Confederación Empresarial de la Comunidad Valenciana se recalque que “la agilidad es crucial tanto en la toma de decisiones como en el reparto de las ayudas”. Lo de los pequeños negocios regentados por autónomos es otro aspecto que alcanza tintes dramáticos, por lo que a ciertas edades supondrá resurgir de las cenizas, como muy bien se puede definir este escenario de destrucción y pérdidas totales en miles de casos.

Siempre he mantenido que el Gobierno de un país debe hablar bien de su tejido empresarial y, en concreto, lo que supone ser emprendedor y crear con ello puestos de trabajo. Sabemos por malas experiencias, y declaraciones fuera de lugar, que no siempre se ha hecho así. Lo saco ahora a colación porque el anuncio de Mercadona, en la forma económica directa de ayudar a sus empleados, resulta impresionante. El día 21 de noviembre, aquellos que hayan perdido su casa tendrán en su cuenta 50.000 euros, 25.000 si la vivienda ha sufrido desperfectos a reparar, 15.000 para volver a comprar un coche, o 5.000 si lo que se ha llevado la gran riada ha sido una moto. En total, el desembolso de esta compañía valenciana de alimentación, extendida por toda España, y con gran implantación también en Cantabria, será de 40 millones de euros. Hay otros muchos nombres que se están sumando a esta solidaridad individual, aunque pone la carne de gallina conocer que más de 100.000 voluntarios se han desplazado a esta parte de España para ayudar, aportando, por si fuera poco, dinero, agua, alimentos, productos de limpieza y lo que hiciera falta. De quitarse el sombrero ante todos ellos. Creo que los valencianos así lo sienten también.

Acepto que ante una catástrofe natural de semejantes proporciones salgan a relucir las obras hidráulicas que debieran de haberse hecho en su día, e incluso se hable de un nuevo modelo urbanístico que tenga en cuenta las zonas que se pueden habitar y aquellas otras donde se corre serio peligro. En todo caso, para que Valencia regrese a su posición de cuarta economía nacional necesita de toda la ayuda posible por parte del Estado, y habría que meter de lleno a la Unión Europea en devolver a la normalidad cuanto antes a una de sus regiones más productivas. Podría enumerar todo aquello en lo que Valencia es número uno, aunque prefiero resaltar un concepto en el que esta comunidad ha destacado siempre. Me refiero a su competitividad en muchos y variados sectores. Sin duda, van a salir adelante, aunque tengo que mostrar escepticismo en que sea pronto. Ahora bien, en la media en que las infraestructuras principales dañadas regresen a su normal funcionamiento, será una primera gran señal de que la vida en Valencia va recobrando pulso. Quiero ser optimista, por Valencia, por los valencianos.

 

 

Miguel del Río