Colaboraciones

 

Objetivo: sacar a Dios

 

 

 

30 mayo, 2024 | Javier Úbeda Ibáñez


 

 

 

 

 

 

Con el objetivo de sacar a Dios de las escuelas católicas, se ha logrado meter dentro de muchas de ellas programas de religión en los que no se dice una sola palabra de Dios. Son textos que, por supuesto, cuentan con el Imprimatur y el Nihil Obstat, firmado por algún obispo disidente.

Si no hablan de Dios los textos de religión, ¿de qué hablan, entonces? Hablan de «temas de actualidad», de educación sexual (al tenor destructivo del que ya hablamos), de las grandes religiones, de historia de la Iglesia, de sociología, ecología, antropología, dinámicas grupales, ética relativista, autoconocimiento y desarrollo personal, acciones altruistas y justicia social; algunos, llegan a hablar de un «dios» impersonal, que se confunde con el universo y de un Jesús cósmico o guerrillero, líder humano, pero jamás hablan de Él como Dios.

¿Se imaginan qué tragedia? Han conseguido que miles de niños, educados en escuelas católicas, salgan de ellas sin conocer, al menos, a Dios.

Lo peor, es que la influencia no se ha quedado en las escuelas, sino que también ha invadido a las Universidades católicas, que han olvidado su misión de formar a los líderes cristianos del mañana, haciendo que sus alumnos conozcan a Jesucristo, lo amen y lo imiten. El mundo está urgido de comunicadores cristianos, de empresarios cristianos, de economistas y políticos cristianos y, por desgracia, encontramos muchas universidades católicas en las que no se les habla de Dios a los alumnos a lo largo de toda la carrera, con el pretexto de que «hay que respetar a las otras creencias», aun cuando su alumnado esté integrado por católicos.

Escritores del estilo del P. Anthony de Mello, publicaron muchos libros (bonitos y agradables, con cuentos y fábulas muy enternecedoras), colecciones enteras de espiritualidad y oración cristiana, pero que no hablan de la comunicación con el Dios verdadero ni con Jesucristo como Hijo de Dios, sino de otro tipo de oración, que no es la nuestra y que lleva sólo a la comunicación con uno mismo, al sentirse bien, a la paz mental, pero no a la comunicación con Dios.

Con esto, han logrado sacar a Dios de la oración cristiana, convirtiéndola sólo en una técnica de relajación o cosas por el estilo. ¡Cuántos católicos buenos han caído en esta trampa!

Se han hecho celebraciones eucarísticas que ya no lo son realmente, por la cantidad de abusos litúrgicos en ellas. Han convertido la misa en un show, en «la reunión de los cristianos» y a la eucaristía en «el símbolo de la unión de los cristianos» y no en el sacramento de la presencia real del Cuerpo y Sangre de Cristo. Claro, con celebraciones tan distorsionadas, en las que muchas veces no hay consagración y, por lo tanto, tampoco se lleva a cabo la transubstanciación, aunque suene imposible, se han inventado una «eucaristía sin Cristo» y han dejado los sagrarios y las almas de los comulgantes sin la presencia de Jesús.

Se han cometido abusos con los otros sacramentos, la confesión y el matrimonio principalmente, celebrándolos de modo que la gracia santificante no llegue a los que recibían esa falsa imitación del sacramento. Hablamos de las confesiones y absoluciones colectivas y de los matrimonios celebrados sin los requisitos indispensables para la recepción del sacramento.

Se ha promovido desde dentro de la Iglesia las ideas del naturalismo, que el hombre es bueno por naturaleza, que todos los instintos son buenos, negando así la existencia del pecado. Se ha promovido la idea de que no hay una verdad absoluta. Con esto se ha conseguido alcanzar una moral relativista, «depende de cada situación», una moral de consenso, «si lo hacen todos, es que está bien». Han promovido, en fin, la figura, muy bien aceptada, de «el hombre con valores humanos» para que el cristiano se olvidara de «el hombre virtuoso que desea la santidad».

Se ha conseguido sacar a Dios de los conventos y seminarios, que pronto se han quedado vacíos de seminaristas y monjas. ¿Quién quiere estar en un convento o un seminario en donde no está Dios y sólo se respira rebeldía y autosuficiencia? Nadie.

Muchos de nuestros pastores no se atreven a hablar de Dios en público. Muchos de ellos hablan ahora de la moral, como científicos o como economistas, pero no como pastores de almas, sólo por el terror de ser calificados por la prensa y los medios, como retrógradas, fanáticos, intolerantes, dogmáticos, anticuados, ridículos, impositivos y otras cosas por el estilo.

En fin, han logrado quitar el carácter misionero a las misiones. Han fabricaron unas «misiones sin Misión». Unas misiones en las que ya no se habla de Dios ni del Evangelio o el Bautismo; fabrican casas, reparten medicinas y alimentos, dan clases de nutrición y de agricultura, todo menos hablar de Dios, para que el hombre se olvide de Dios.