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¿Hay moros en la costa?

 

Ya no vienen piratas berberiscos sino pateras cargadas de emigrantes que han pagado su viaje para llegar a España, a Europa.

 

 

 

Francisco Rodríguez Barragán | 25.07.2018


 

En la costa del Mediterráneo hay de trecho en trecho unas torres antiguas que tenían la finalidad de vigilar si se acercaban embarcaciones de piratas berberiscos y defenderse de sus ataques e incursiones.

Cuentan que el gobernador de la Alhambra,  Hurtado de Mendoza, preguntaba cada mañana: ¿hay moros en la costa?, pues cuando la guerra de las Alpujarras existía el temor de que llegaran refuerzos para apoyar el levantamiento morisco, de ahí la pertinencia de la pregunta que seguimos utilizando cuando queremos preservar nuestras acciones o palabras de ojos y oídos indiscretos.

Hoy nuestra preocupación no es que vengan moros piratas sino barquichuelos cargados de subsaharianos (o de donde sean), que llegan a nuestras costas y hay que sacarlos del agua y facilitarles una manta o toalla roja, comida, alojamiento y asistencia sanitaria.

Aunque la menor distancia entre España y África sea el estrecho de Gibraltar no tengo noticia de que llegue allí ninguna patera, ni que los de la Roca participen en el salvamento marítimo de estos emigrantes.

También nos preocupa la frontera con Marruecos de las ciudades de Ceuta y Melilla y nos defendemos, con poco éxito, de los asaltos a la valla, como camino para entrar en España.

Parece claro que cruzar el mar no es gratis y que existen organizaciones mafiosas que hacen su negocio y que están conectadas con diversas ONGs, que tienen hasta barcos, para asegurar que los que abonaron el precio del pasaje lleguen vivos a España, Italia o donde sea.

Cuando la burbuja inmobiliaria se veían bastantes africanos trabajando de albañiles pero hoy, después de recibirlos con toda solemnidad, los vemos de manteros o dedicados a la venta ambulante de baratijas y a cobrar la subvención del estado. También hay africanos acomodados que suelen ser buenos vecinos o deportistas de élite que no llegaron en pateras.

Mientras andamos enzarzados en nuestras encarnizadas luchas partidarias, España va envejeciendo. Como dice Don Alejandro Macarrón, que ha publicado un libro que lleva el inquietante título “El suicidio demográfico de España,” somos un país envejecido con cada vez menos mujeres en edad fértil, que tienen apenas un solo hijo ─y cien mil abortos provocados─ pero esto no inquieta a los políticos como el deterioro demográfico es muy lento a ningún político se le piden cuentas de este desastre.

Dice también que si mejorara la natalidad no se notaría hasta dentro de 20 años, por lo que creo que carece de interés para los políticos que solo piensan en las siguientes elecciones y no en las futuras generaciones.

El problema del déficit de natalidad no es solo cuestión de ayudas económicas sino de una revalorización de la familia y de la maternidad.

Un ministro de trabajo en tiempos de Zapatero, puso en circulación lo de “papeles para todos” pensando que los problemas demográficos podían resolverse con los emigrantes y el multiculturalismo, lo que resulta improbable.

Dice asimismo el señor Macarrón, a quien merece la pena leer, que si no logramos compatibilizar el estado de bienestar con una natalidad suficiente, perderemos el bienestar y terminaremos desapareciendo.

Como es lógico si vamos desapareciendo seremos sustituidos por otros pueblos que estarán esperando simplemente a que nos vayamos muriendo de viejos.

Si no conseguimos revalorizar la familia estable y la maternidad, no les quepa duda de que lo que dijo Gadafi ocurrirá: conquistaremos Europa con el útero de nuestras mujeres.

 

Francisco Rodríguez Barragán