Fe y Obras

 

Hacer como si Dios no existiera

 

 

 

13.06.2018 | por Eleuterio Fernández Guzmán


 

La cosa podría parecer una anécdota para contar. El problema es que muestra un camino y, en realidad, está ya en el camino.

Nos referimos a la toma de posesión del Presidente del Gobierno de España.

El caso es que desapareció cualquier símbolo religioso católico.

Que sí, que es posible que, con arreglo a una norma de la Casa Real tomada hace unos pocos años, eso es posible. Y eso, en sí mismo, es más que grave porque no podemos olvidar (menos aún los Reyes de España; menos el Rey) que la nación en la que todos estamos (los que aquí estamos, claro está) tiene una tradición que, además, está contemplada en la Constitución en vigor porque no puede ser de otra forma.

El artículo 16.3 de la llamada Carta Magna recuerda que los poderes públicos han de tener en cuenta las creencias mayoritarias de los españoles. Y, mientras no se demuestre lo contrario, la gran mayoría de españoles somos católicos. Es decir, que hay una clara creencia que está vista y más que vista. Sin embargo, la misma no se respeta y se hace de lado, se esconde, como si fuera poco importante olvidando, de paso,  la importancia que, cuando se quiere y conviene, se da a las mayorías.

Lo más grave es que eso se hace desde el mismo poder político que ha de respetar lo que está escrito desde 1978 y demostrado desde hace 2.000 años.

Los españoles católicos tuvimos que soportar que en la toma de posesión citada arriba y, claro, en la de los ministros que hicieron lo mismo poco después (aquí, en España, nadie respira de forma distinta a como lo hace el jefe…) desaparecieran tanto el Crucifijo como la Biblia. Y dijeron las crónicas que era la primera vez que eso pasaba cuando por la misma sala habían pasado otros Presidentes de diversas ideologías entre ellas, dos veces, alguien que era del mismo partido que el que ahora nos gobierna. ¿?

¿Qué es lo que cambiado aquí?

Mucho y poco. Mucho porque los apoyos necesarios para alcanzar el poder de una forma, digamos, tan escasa, han venido de lo más rojo e izquierdista que haya en nuestra patria española y algún que otro tonto útil de otras ideologías; poco porque, en realidad, esto refleja lo que, por desgracia, tiene que ver con un mal más que grave que tiene su origen en un olvido y en una intención.

Si hablamos de olvido, es fácil darse cuenta de que Dios está olvidado de la vida pública. Eso se ha conseguido a través de leyes y reglamentos que, no obstante, van contra lo dicho, como antes hemos sostenido, en la Constitución española de 1978. Y, al parecer, la cosa se toma como de lo más normal cuando eso supone actuar contra lo que es (digamos, era) España y contra lo más sagrado que hay y existe.

Si hablamos de intención, no hace falta ser profeta ni hijo de profeta para darse cuenta de lo que se quiere es hacer como si Dios no existiese y apartarlo, definitivamente, de lo que pueda ser una mínima presencia pública.

Tenemos que decir que una cosa y la otra, a los católicos, debería preocuparnos y mucho. Y es que ya sabemos la tradición que hay en España de perseguir a la Esposa de Cristo y, no podemos olvidar que son los mismos los que ahora gobiernan nuestra patria que los que, otrora, hicieron todo lo posible para que la Iglesia católica dejara de existir. Y sí, nos referimos a dejar de existir físicamente. Y, como es lógico, todo el mundo sabe ya a qué nos referimos…

Todo esto, de todas formas, es una verdadera pena. Y lo es porque, primero, supone que los que quieren hacerse pasar por ciegos y sordos ante lo que es España (en cuanto a su religión mayoritaria y más que mayoritaria) están consiguiendo lo que quieren; en segundo lugar (y es peor todavía) porque es más que seguro que no habrá respuesta alguna de parte de los mismos españoles creyentes católicos que ven como les están robando a marchas forzadas todo lo que deben creer.

De todas formas, resulta patético que haya quien crea que basta con hacer uso de normas humanas para hacer que el Creador desaparezca como si nunca hubiera existido. Y es que no es, ésta, la primera vez que eso se intenta y, claro, acabará fracasando. Otros ya lo han intentado olvidando (a lo mejor por ignorancia) que ya quedó dicho que la Iglesia siempre prevalecerá. Pero ellos, ¡hala!, mirando para otro lado sin apreciar que Dios los mira, los ve y sabe todo lo que hacen. Y es que, a lo mejor, creen que pueden tapar el sol con un dedo…

Ya lo dice un salmo: hay mucho necio.

 

Eleuterio Fernández Guzmán
eleu@telefonica.net