Fe y Obras

 

El silencio de los que nos quieren borregos: el caso InfoVaticana

 

 

 

12.04.2018 | por Eleuterio Fernández Guzmán


 

 

Seguramente, a la altura en la que estamos, todo el mundo sabe lo que está pasando con el portal religioso InfoVaticana.com (perdón por decir el nombre). Al parecer, desde el Vaticano, y tras hacer uso del servicio de abogados que lleva, por así decirlo, lo que corresponde a este tipo de derechos de la Santa Sede, se ha iniciado un litigio contra la citada web católica. Y, en eso, la verdad, parece que tienen todo el derecho desde quien eso haya decidido en el Vaticano.

El caso es que se pretende que se deje de utilizar el propio nombre de tal página web, InfoVaticana (perdón por el nombre decir) porque suponen que se vulneran derechos propios del Vaticano.

Aquí cualquiera podría decir que sí, que, en efecto, es cierto que Vaticano y Vaticana se parecen mucho pero, en fin, la cosa no parece que sea para tanto por muy registrado que se tenga la cosa. Sobre todo porque hace mucho tiempo que tal página funciona y uno no es capaz de entender cómo se han puesto así en el Vaticano. Pero lo bien cierto es que no debe ser la única página web o empresa que haga uso de la palabra Vaticano o Vaticana. ¿A que no?

Si pensamos eso no hace falta ser muy perspicaz para deducir que debe haber algo más en esto y en todo este embrollo.

La tal página web es posible que se haya equivocado algunas veces en sus informaciones o, en fin, en lo que se haya podido equivocar. Sin embargo, ¿quién no se ha equivocado alguna vez o algunas veces?

Tampoco, pues, parece que eso pueda ser la causa de un acoso (que pretende ser derribo, al parecer). Seguro que hay algo más.

Todo el mundo sabe, a este respecto, que mucho se suele valorar el silencio por parte del poderoso cuando lo que afecta al poderoso le puede causar malos momentos o su reputación puede verse afectada.

¿Es eso lo que pasa aquí? Es decir, en informaciones dadas por InfoVaticana (perdón, otra vez), alguna vez, ¿se ha mermado la reputación de algún prelado cuando no de la propia Santa Sede o, incluso, de quien ocupa la silla de San Pedro? Eso lo preguntamos y no afirmamos.

Sabemos que el silencio suele ser muy bien visto por quien quiere que haya silencio. Lo que pasa es que, entonces, a todos se nos puede tomar no por ovejas del redil de Cristo sino por borregos que siguen el dictado de aquel Ángel sí Señor que a todo dice que sí aunque sea no y, así, infringe lo que dijo el Hijo de Dios sobre que donde es sí debe ser sí y donde es no, debe ser no.

A quien esto escribe le molesta más que mucho que, cuando alguien demuestra que algo es verdad se le pretenda torcer la mano para que dé su brazo a torcer y donde es negro diga blanco. Y, a lo mejor, eso es lo que pasa en este caso que da vergüenza ajena al comprobar hasta dónde se puede llegar para que alguien se calle cuando, si se calla, a lo mejor hablan las piedras. Y es que sería como si en un juicio, a pesar de las pruebas contundentes contra un asesino o un ladrón la sentencia, contra toda razón, le diera la razón a quien ha matado o ha robado. Y es que, en tal caso, el sistema se vería más que zaherido o tocado de muerte. Pues eso...

Francamente podemos decir que no sabemos las verdaderas razones esgrimidas por quien las haya esgrimido desde el Vaticano para atentar de una forma tan flagrante y vergonzosa contra la libertad de expresión. Ahora bien, lo que no estamos dispuestos a aceptar es que se pretenda hacernos creer que se trata de una cuestión de nombre porque eso es tomar al personal por imbécil o por débil mental. Y haría un flaco favor a todo creyente quien pretendiese equiparar la humildad con la imbecilidad...

Estamos en tiempos turbulentos en el seno de la Iglesia católica. Y es que hay vientos que están zarandeando la barca que conduce Pedro. Lo malo no es eso (con ser grave aunque sepamos cómo es el mundo que tanto aplaude según qué) sino que los vientos no vienen de fuera sino que parecen que vienen de dentro.

Y así estamos, esperando a ver qué pasa que, seguro, no será nada bueno. Lo decimos por eso de la misericordia o, mejor, de la posibilidad que existe de ser misericordiados que es, justo, lo contrario, de la verdadera manifestación de amor y perdón.

Y quien tenga ojos para ver, que vea.

 

Eleuterio Fernández Guzmán
eleu@telefonica.net