Fe y Obras

Nuevo año, nuevos retos

 

 

01.01.2015 | por Eleuterio Fernández Guzmán


Cuando empieza un año siempre nos planteamos formas de llevar a cabo un caminar por el mismo que sea, como poco, positivo para nuestros intereses humanos. Así, desde dejar de fumar (quien eso necesite) a emprender un nuevo estudio (por ejemplo, el siempre intentado inglés) o, simplemente, proponernos ser mejor persona son algunas de las posibilidades que, seguramente, habrán pasado por la mente y el corazón de los que pueda leer estas líneas.

Empieza, pues un nuevo tiempo que puede ser, que debe ser, espiritualmente, unos meses para aprovechar bien y gozosamente.

Sabemos que la Iglesia católica no está muy bien vista por muchos sectores de la sociedad. Desde determinadas ideologías políticas (incluimos aquí prácticamente a todas ellas, derechas e izquierdas) se hace todo lo posible para que la doctrina católica, la propia de Jesucristo, esté lo más ausente que se pueda de la vida social. Hacen eso como si fuera posible, tan sólo imaginable, que aquellos, en cuanto hermanos nuestros a lo largo de los siglos, que han dado forma a la sociedad occidental en la que vivimos ahora mismo hagamos como si nada de lo sucedido siglos atrás hubiese sucedido y, sin más ni más, se hubiese pasado del tiempo pagano propio de tiempos de Jesús (digamos el romano) al siglo XXI sin intermediación de un tiempo en el que lo cristiano era lo esencial para la vida del ser humano.

A nosotros, sin embargo, nos corresponde hacer ver que nuestra fe, que ha sostenido al mundo durante muchos siglos y le ha dado forma, no es nada que se puede desdeñar o dar de lado, olvidar o hacer, simplemente, como si no hubiera existido nunca. Es más, nos corresponde dar a entender, para que se sepa, que no vamos a dejar de defenderla por encima de cualquier interés mundano o carnal propiamente del siglo.

También nos corresponde no callar. No callar cuando nos demos cuenta de que se hacen las cosas mal o rematadamente mal, cuando nos percatemos que, ante nuestros ojos, se intenta manipular la realidad para convertirla en algo efímero o descartable y muy alejado de lo perenne de la fe en Dios Todopoderoso (¡Alabado sea por siempre!) Por eso no podemos dejar que se haga lo que se está pretendiendo hacer con una santa doctrina establecida para el mundo y en el mundo por el Hijo de Dios y que, por eso mismo, ni puede quedar abolida ni se puede tener por no puesta.

Nosotros, los católicos conscientes de qué supone serlo, sabemos que cada año nuevo, ahora el 2015 (recordemos, de después de Cristo) se nos plantean retos que no podemos olvidar como si no fueran importantes. Y es que los mismos, además, son exigencias de parte de Dios y no meros planteamientos humanos. Y por eso mismo es obligación grave para nosotros no sólo tenernos en cuenta sino procurar su difusión, defenderlos ante las asechanzas del Maligno y, sobre todo, llevarlos en nuestro corazón para que allí arraiguen y den fruto abundante y gozoso.

Bien que sabemos que esto no va a ser fácil y que a muchos de nosotros, sea personalmente o  la Iglesia católica como institución religiosa, se nos va a zaherir; también que seremos preteridos en cuanto se pueda hacer eso con nosotros y que, antes que nada, se procurará, por parte de los poderes mundanos, silenciar nuestra voz porque duele que la misma diga lo mal que se hacen ciertas cosas o, en general, la base sobre la que se está construyendo una sociedad corrompida desde su misma base porque ha olvidado la Ley de Dios.

Muchas cosas, pues, se ponen ante nuestros ojos. Otra cosa es que, como suele suceder, nos los tapemos para no verlas. Y así, claro, van las cosas.

De todas formas, les deseo un muy buen año 2015. Que Dios los/nos bendiga.

Eleuterio Fernández Guzmán
eleu@telefonica.net