Fe y Obras

Junio, mes de Cristo y de su Corazón

 

 

30.05.2014 | por Eleuterio Fernández Guzmán


Se decía, y se sigue diciendo aunque no con la vigencia de antes, que hay tres jueves que lucen más que sol. Y nos referíamos, entonces, al Jueves Santo, al Corpus Christi y a la Ascensión de Nuestro Señor.

Pues bien, también podemos decir que hay meses en el año natural que lucen mucho. Uno de ellos es, por ejemplo, el mes de junio.

En este mes, casi a punto de empezar (en España) el verano, la Iglesia católica lo dedica, especialmente, a Cristo. Y, en concreto, a su Corazón, Sagrado a más señas.

El Corazón de Cristo es fuente de muchas realidades espirituales que no deberían ser descartadas nunca porque son esenciales para que un discípulo del Maestro pueda llevar una vida de la que se pueda decir que es, verdaderamente, la propia de un tal.

Jesús le prometió a Santa Margarita de Alacoque (gran defensora y difusora de la devoción al Sagrado Corazón de Cristo), que si una persona comulga los primeros viernes de mes, durante nueve meses seguidos, le concederá lo siguiente:

1. Les daré todas las gracias necesarias a su estado (casado(a), soltero(a), viudo(a) o consagrado(a) a Dios).

2. Pondré paz en sus familias.

3. Los consolaré en todas las aflicciones.

4. Seré su refugio durante la vida y, sobre todo, a la hora de la muerte.

5. Bendeciré abundantemente sus empresas.

6. Los pecadores hallarán misericordia.

7. Los tibios se harán fervorosos.

8. Los fervorosos se elevarán rápidamente a gran perfección.

9. Bendeciré los lugares donde la imagen de mi Corazón sea expuesta y venerada.

10. Les daré la gracia de mover los corazones más endurecidos.

11. Las personas que propaguen esta devoción tendrán su nombre escrito en mi Corazón y jamás será borrado de Él.

12. La gracia de la penitencia final: es decir, no morirán en desgracia y sin haber recibido los Sacramentos.

Podemos ver que no es poco lo que promete Jesús. Y, siendo Dios mismo hecho hombre, ya sabemos que la fidelidad a lo prometido no es que sea buena sino que es absoluta. Dudas, pues, al respecto, ni una sola de parte de nosotros, hijos suyos.

Y mucho de lo que significa el Sagrado Corazón de Cristo lo explicita muy bien Pío XII en el número 15 de su “Haurietis aquas”, Carta Encíclica referida, precisamente, al “Culto al Sagrado Corazón de Jesús”. Y dice lo siguiente:

“Es considerado el corazón del Verbo Encarnado como signo y principal símbolo del triple amor con que el Divino Redentor ama continuamente al Eterno Padre y a todos los hombres. Es, ante todo, símbolo del divino amor que en El es común con el Padre y el Espíritu Santo, y que sólo en El, como Verbo Encarnado, se manifiesta por medio del caduco y frágil velo del cuerpo humano, ya que en ‘El habita toda la plenitud de la Divinidad corporalmente’.

Además, el Corazón de Cristo es símbolo de la ardentísima caridad que, infundida en su alma, constituye la preciosa dote de su voluntad humana y cuyos actos son dirigidos e iluminados por una doble y perfectísima ciencia, la beatífica y la infusa.

Finalmente, y esto en modo más natural y directo, el Corazón de Jesús es símbolo de su amor sensible, pues el Cuerpo de Jesucristo, plasmado en el seno castísimo de la Virgen María por obra del Espíritu Santo, supera en perfección, y, por ende, en capacidad perceptiva a todos los demás cuerpos humanos”.

Sobre todo lo apenas dicho destaca una palabra por sobre las demás: “caridad”. Y es que el amor, la primera Ley del Reino de Dios, expresa muy bien qué es el Sagrado Corazón de Cristo y qué supone para sus discípulos tener tal Ley y tal palabra por encima de todas y de todos los pensamientos.

El Corazón de Cristo, de él, emana la paz y la esperanza necesaria en la que apoyarnos en los momentos difíciles; de él surge, como luz, la que nos ilumina en nuestras particulares tinieblas pues el Corazón del Hijo de Dios es el Corazón del mismo Dios que, habiéndose encarnado, quiso vivir y sufrir con nosotros, hermanos, todos, suyos. Y el Corazón, un tal Corazón, no es más que expresión de las entrañas de misericordia que tiene Dios.

Recordemos, pues, que durante todo el mes de junio, Cristo estará, si eso es posible, aún más cerca de nosotros, allí donde seamos capaces de tenerlo y gozarlo. Y su Corazón, que es Sagrado porque es divino, estará siempre a nuestra disposición.

Así es Cristo, entregado, siempre, en cada instante, por cada uno de sus hermanos. Y su Corazón, en primer lugar, para que todo el que lo necesite se sumerja en su dulce sangre.

 

Eleuterio Fernández Guzmán
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