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Servicio diario | - |
19
de junio de 2006
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Santa Sede
El Óbolo de San Pedro ofrece la
posibilidad de colaborar con la caridad del Papa
CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 19 junio 2006 (ZENIT.org).-
El próximo 29 de junio, solemnidad de los santos Pedro y Pablo, (o en otro día
cercano indicado por el obispo), se celebrará la Jornada de la Caridad del Papa,
en la que cada católico es invitado a colaborar con las obras de ayuda del Santo
Padre a favor de los más pobres.
Con este motivo, las diócesis destinan la colecta de la misa del día indicado
para las obras de caridad de Benedicto XVI. Es lo que se llama el Óbolo de San
Pedro.
Recientemente, la Santa Sede ha ofrecido posibilidades para destinar
directamente estos donativos gracias a las nuevas tecnologías de la
comunicación.
La página web del Vaticano (http://www.vatican.va)
ha creado una sección especial, «Óbolo de San Pedro», en su página de acogida en
los diferentes idiomas, que ofrece la posibilidad de contactar directamente a la
Oficina del Óbolo de San Pedro.
En esa misma sección, se ofrece también la posibilidad de ofrecer el donativo a
través de tarjeta de crédito, comunicando los propios datos por fax.
La ayuda tradicional puede hacerse llegar escribiendo directamente a Benedicto
XVI a la dirección postal 00120 - Ciudad del Vaticano.
Según los últimos datos disponibles, en el año 2004 el Óbolo de San Pedro
recogió 51.710.348,45 dólares (unos 43.324.740 euros), que han sido destinados a
intervenciones de caridad del Papa a favor de las comunidades eclesiales del
tercer mundo y para ayudar a poblaciones flageladas por guerras o catástrofes
naturales.
El Óbolo comprende la colecta efectuada en las diócesis de todo el mundo sobre
todo con motivo de la solemnidad de los santos Pedro y Pablo, las contribuciones
de congregaciones e instituciones religiosas, las aportaciones de fundaciones y
las ofertas espontáneas de fieles de todo el mundo.
El dinero que se recoge con motivo del Óbolo de San Pedro no entra en el
presupuesto de la Santa Sede, pues se destina directamente a las obras de
caridad.
El origen histórico del Óbolo de San Pedro se remonta a finales del siglo VIII,
cuando los anglosajones se convirtieron al cristianismo y como signo de unión
con el obispo de Roma decidieron enviar de manera estable una contribución al
Santo Padre, explica esta página.
Así nació el «Denarius Sancti Petri» (Limosna a San Pedro), que pronto se
difundió por los países europeos, costumbre que fue regulada por el Papa Pío IX
en la Encíclica «Saepe Venerabilis» (5 de agosto de 1871).
Se puede recibir más información sobre el Óbolo enviando un mensaje a la
dirección de correo electrónico obolo.sp@segstat.va.
ZS06061908
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El auténtico sentido de las vacaciones,
según el predicador del Papa
El padre Raniero Cantalamessa O.F.M.Cap.
ROMA, lunes, 19 junio 2006 (ZENIT.org).-
Dios también enseña la necesidad del descanso, cuyo sentido el predicador del
Papa propone rescatar en el inicio de las vacaciones, «un don que se le da al
hombre para descubrir algo».
La palabra reposo «quiere decir posar, hacer una pausa, y también depositar,
dejar que se deposite todo aquello que en nuestra actividad, en nuestra vida,
frecuentemente se convierte en una polvareda interior que impide ver claramente
el sentido de la vida», explicó el padre Raniero Cantalamessa O.F.M.Cap. en los
micrófonos de «Radio Vaticana».
Y recordó la Creación: «Dios el séptimo día descansó». «Evidentemente Él no lo
necesitaba --puntualizó--, pero teníamos necesidad nosotros de su enseñanza
respecto a que hay que reposar».
En su repaso por el sentido originario de los términos relativos al descanso, el
predicador de la Casa Pontificia aludió también a «la palabra vacaciones»:
«viene del latín vacare, que quería decir abstenerse de las actividades
normales para concentrarse en algo diferente».
También presente en un salmo bíblico (vacate et videte quia Dominus ego sum),
el término orienta a «tomar una vacación, dejar todas nuestras actividades para
darnos cuenta de lo más importante que existe en el mundo, o sea, que existe
Dios».
Y es que la vacación «es todo lo contrario a una fuga; no quiere decir
alienarse, distraerse», sino que por sí «quiere decir concentrarse en algo,
abstenerse de las demás actividades para concentrarse en lo fundamental, en
aquél famoso “una sola cosa es necesaria”», subrayó.
«Tal vez el sentido más bello de las vacaciones sería precisamente retomar un
contacto íntimo, profundo, con la raíz de nuestro ser, que es Dios», apuntó el
padre Cantalamessa.
Incluso el término latino feriae («días de fiesta») --«que ya se ha
convertido en sinónimo de días de vacaciones, de distracción, de mar,
frecuentemente también de fracaso y de estruendo»--, «significa días dedicados
al culto divino», recordó.
«Éste era el sentido adoptado por los antiguos romanos y éste es el sentido que
tienen también hoy, en el lenguaje litúrgico –señaló el predicar del Papa--, en
el que se habla de feria I, de feria II, o sea, día dedicado al Señor».
En este contexto considera que «las vacaciones deberían ser, en el curso del
año, precisamente estos días en que, a través de la contemplación de la
naturaleza, la lectura de la Palabra de Dios, permiten entrar un poco dentro de
sí, en uno mismo, retomar contacto con las motivaciones profunda de la vida».
«Me parece significativo --reconoció-- que la palabra con la que se indica todo
este tiempo en el curso del año en lengua inglesa sea holydays, que
quiere decir “días santos”, días que hay que dedicar a la santidad».
«He insistido un poco en este sentido de las palabras porque todas nos permiten
ver cómo en el origen de esta actividad del hombre que es la vacación, la feria,
el reposo, etc., hay algo profundamente distinto del sentimiento actual que
entiende la vacación como tiempo para distraerse, aturdirse, hacer cosas raras»,
aclaró el padre Cantalamessa.
«No es que las vacaciones no deban servir también para divertirse, para
distraerse, pero son un don hecho al hombre para descubrir algo; no es un tiempo
para perder, para quemar, sino un tiempo para valorar al máximo», concluyó.
ZS06061901
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Mundo
Arrestados en Arabia Saudita cuatro
cristianos mientras rezaban en una casa
RIAD, lunes, 19 junio 2006 (ZENIT.org).- El
pasado 9 de junio, diez policías, armados con porras, entraron en una casa
privada de Yedá, en el distrito de Al-Rowaise, arrestando a cuatro cristianos de
origen africano cuyo delito ha sido el de ser sorprendidos mientras rezaban.
La noticia ha sido denunciada por la agencia «Compass Direct», y retomada por el
servicio misionero «AsiaNews» y por «Radio Vaticano».
Los dos etíopes y los dos eritreos todavía estarían detenidos en la cárcel local
para inmigrantes.
En el momento del arresto, más de cien personas, algunas de ellas filipinas, se
encontraban reunidas en la casa.
Según estas fuentes, los fieles invitaron a los policías a sentarse y éstos
esperaron durante tres horas la conclusión del acto de oración para después
arrestar a los cuatro líderes del grupo.
Un cristiano, que ha hablado con los detenidos por teléfono, ha referido que los
cuatro «están bien física y moralmente»; sin embargo, no ha ofrecido detalles
sobre cómo están siendo tratados o sobre si son sometidos a interrogatorios.
El gobierno de Arabia Saudita prohíbe la práctica y las manifestaciones públicas
de toda religión diferente al Islam. En los últimos años, gracias a las
presiones internacionales, la corona saudita ha permitido la práctica de otras
religiones, pero sólo en privado.
Ahora bien, según «Radio Vaticano», la policía religiosa sigue arrestando,
apresando y torturando a personas que practican otras religiones, aunque lo
hagan en privado.
Se desconocen cifras exactas sobre la presencia cristiana en el país,
constituida en la mayor parte de trabajadores inmigrados.
ZS06061907
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Creada la Coalición Internacional sobre
la Detención de Inmigrantes y Refugiados
Se adhieren los principales líderes musulmanes y cristianos
ROMA, lunes, 19 junio 2006 (ZENIT.org).- El
15 de junio se presentó en Roma, en la Sala Marconi de «Radio Vaticano» la
recién creada Coalición Internacional sobre la Detención de los Refugiados,
Solicitantes de Asilo e Inmigrantes.
Primer evento en Roma, dentro de una serie de citas en programa en otros catorce
países, sirvió para poner el acento sobre esta Coalición cuyo objetivo es
sensibilizar a la opinión pública sobre los problemas de las políticas y
prácticas de detención de los gobiernos, y promover una mayor protección y
respeto de los derechos humanos de los detenidos.
Este domingo Benedicto XVI exigió que se respeten los derechos de estas personas
con motivo del Día Mundial del Refugiado, promovido por las Naciones Unidas, que
tendrá lugar el martes, 20 de junio.
En la presentación de esta Coalición se celebró una mesa redonda con la
participaron del cardenal Renato Martino, presidente del Consejo Pontificio
Justicia y Paz; Mario Scialoja, presidente de la Liga Mundial de los Musulmanes
en Italia; y Alan Naccache, presidente de la Sección Juvenil de la Organización
Judía Bnai Brith.
Hizo de moderador el padre Lluís Magriñà sj, director internacional del Servicio
Jesuita para los Refugiados (JRS), que forma parte de esta colación.
La Coalición implica a más de cien miembros (organizaciones no gubernamentales,
organizaciones religiosas, expertos e individuos), en 36 países de todo el mundo
(Europa, Oriente Medio, África, Asia, Oceanía, Caribe, América del Norte,
América Central y del Sur). Todos países en los que se aplica la detención por
motivos ligados al estatus de inmigrantes.
Su objetivo es el de recoger información sobre las prácticas de detención de los
inmigrantes y promover iniciativas legales a favor de un uso limitado de la
detención, de la adopción de prácticas alternativas, y por un uso de formas
mínimas de detención para los inmigrantes.
Al tomar la palabra el cardenal Martino, indicó que «la privación arbitraria de
la libertad envenena a la sociedad humana, proporciona daño a quienes la
imponen, así como a quienes la sufren. Es moralmente equivocado recurrir a
medios inaceptables, incluso con el fin de preservar lo que viene percibido como
el bien común».
«Si vosotros o yo nos viéramos obligados a huir de nuestra casa o de nuestro
país, ¿cómo querríamos ser acogidos?», se preguntó el purpurado, según informa
«Radio Vaticana».
«¡Creo que nadie respondería que en un centro de detención!», ha respondido,
subrayando que del mismo modo «los refugiados y los inmigrantes deberían ser
acogidos como personas y ayudados, junto a sus familias, a integrarse en la
sociedad».
«Debemos acogerles con los brazos abiertos y con espíritu de solidaridad»,
añadió.
Entre las más importantes organizaciones no gubernamentales a nivel
internacional pertenecientes a la Coalición figuran, además del JRS, Amnistía
Internacional, «Human Rights First», Observatorio para los Derechos Humanos,
Servicio Luterano para Inmigrantes y Refugiados, Comisión de Mujeres para las
Mujeres y Niños Refugiados, Consejo Mundial de las Iglesias y un cierto número
de ONG nacionales.
ZS06061906
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Edición internacional de la revista
«Mondo e Missione» disponible «on-line»
MILÁN, lunes, 19 junio 2006 (ZENIT.org).- La
revista mensual del Pontificio Instituto de Misiones Extranjeras (PIME) «Mondo e
Missione» ya cuenta con una edición internacional accesible a internautas de
todo el mundo.
La motivación general de la revista el llevar al hogar del lector «la humanidad
en camino» y «dar a conocer los desafíos que la Iglesia misionera afronta cada
día».
Desde la página web de «Mondo e Missione»
www.mondoemissione.it, haciendo clic en el menú de la derecha («International
Edition»), el lector puede consultar desde hace pocos días algunos artículos que
se han publicado en la revista, traducidos a inglés, francés, portugués y/o
español. Algunos también han sido publicados en otros medios.
Pueden utilizarse total o parcialmente siempre y cuando se cite la fuente:
«Mondo e Missione», mensual del PIME (Pontificio Instituto Misiones
Exteriores), www.mondoemissione.it .
ZS06061905
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Archidióceis de Seúl: La «Renovación
Carismática» ayuda al despertar cristiano en Corea
SEÚL, lunes, 19 junio 2006 (ZENIT.org).- La
archidiócesis de Seúl reconoce en la Renovación Carismática Católica un factor
de renacimiento y reforzamiento de la fe en los católicos coreanos y un apoyo
válido a la evangelización en el país asiático.
Ello tiene su raíz en el acento que esta corriente de gracia pone en el poder de
los dones el Espíritu Santo en la vida de la Iglesia y de cada cristiano.
Estas constataciones se desprenden del estudio, llevado a cabo por el Centro de
Investigación Pastoral de la archidiócesis de Seúl, en más de 2.800 personas
involucradas directamente en la experiencia de la Renovación Carismática, la
mitad de ellas de la circunscripción eclesiástica citada.
Sobre las razones de su implicación y beneficios hallados, el 43,8% de los
entrevistados manifestó que había tenido un «gran crecimiento espiritual»,
apunta la investigación --de la que se hizo eco hace una semana el dicasterio
misionero, a través de su órgano informativo «Fides»--.
El 19,3% percibió una «reconstrucción de su propia fe» a través de la
experiencia del Espíritu Santo; el 12,2% halló solución a problemas familiares;
el 8,3% tuvo una fuerte experiencia de sanación interior.
Piden estos fieles una mayor implicación de sacerdotes y religiosos en la
experiencia de la Renovación Carismática, pues están convencidos de que podrían
«encontrar provecho en sus caminos espirituales».
La investigación apunta también que generalmente los que participan en la
Renovación Carismática tienden a vivir la vida cristiana de forma más fervorosa
respecto a otros fieles, sobre todo en la oración, en la lectura de la Biblia y
en la alegría espiritual con la que «contagiar al mundo».
De ahí que los laicos católicos que frecuentan las comunidades de la Renovación
Carismática sean evangelizadores capaces de anunciar con valor, sencillez y gozo
el mensaje de amor de Jesucristo, y que con su testimonio ayuden a despertar la
fe en Corea, recoge «Fides».
Corea del Sur tiene alrededor de 48 millones de habitantes; la comunidad
católica supera los cuatro millones de fieles. El paralelo 38 separa el Norte
del Sur de Corea desde el armisticio de 1953; en el norte la cifra de habitantes
se estima en 22 millones.
La Renovación Carismática Católica (RCC) nació en 1967, cuando algunos alumnos
de la Universidad de Duquesne en Pittsburgh, Pensilvania (Estados Unidos),
participaron en un retiro en el tuvieron experiencia de la efusión de los dones
del Espíritu Santo --lo que luego llamaron «bautismo en el Espíritu» recordando
los primeros tiempos del cristianismo en los que los apóstoles invocaban su
venida--, junto a la manifestación de algunos carismas.
La vivencia «carismática» del bautismo en el Espíritu Santo la comparten
actualmente 600 millones de cristianos en todo el mundo, evangélicos de todas
las denominaciones, ortodoxos y católicos –entre éstos unos 120 millones--.
Esta realidad eclesial cuenta con los Servicios Internacionales de la Renovación
Carismática Católica («International Catholic Charismatic Renewal Services»,
ICCRS). Se trata de organismo de Derecho Pontificio reconocido como tal en 1993,
con sede en el Palacio de la Cancillería Vaticana, en Roma.
Más información en www.iccrs.org .
ZS06061904
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El cardenal Dziwisz pide perdón por los
sacerdotes colaboracionistas con el comunismo
Invita también a recordar la «heroica conducta» de los sacerdotes que se
opusieron al régimen
CRACOVIA, lunes, 19 junio 2006 (ZENIT.org).-
«En nombre de la Iglesia de Cracovia, a todos aquellos que creen haber sido
maltratados a causa del comportamiento de algunos sacerdotes, yo les “pido
perdón”», dijo el pasado día 15 de junio el cardenal Stanisław Dzwisz, arzobispo
metropolita de Cracovia.
La petición de perdón se enmarca en el debate suscitado algunas semanas después
de la muerte de Juan Pablo II y se refiere a algunos sacerdotes, acusados de
haber colaborado con los Servicios de Seguridad del régimen comunista.
El antiguo secretario del Papa Karol Wojtyla formuló su pronunciamiento al
presidir la tradicional procesión de Corpus Christi, el jueves pasado, que tuvo
lugar en Cracovia, desde la Catedral de Wawel a la Basílica Mariana en la Plaza
del Mercado (Rynek), donde pronunció la homilía.
«El “pedir perdón” incluye también la firme voluntad de verificar la verdad»,
añadió el arzobispo en su discurso, interrumpido muchas veces por los aplausos
de los miles de fieles presentes en la plaza.
El purpurado pidió sin embargo a todas aquellas personas que se sienten
ofendidas por la culpa de algunos sacerdotes que no pierdan la confianza en la
Iglesia.
El primero contra el que se hizo esta acusación fue el padre Konrad Hejmo, un
sacerdote que goza de gran fama en Polonia y en el Vaticano porque ha dirigido
durante veinte años el centro para peregrinos polacos en Roma, y ha acompañado a
los grupos de peregrinos ante el Papa.
Posteriormente, varios diarios empezaron a especular con diversos nombres de
«sacerdotes espías», sin tener ninguna confirmación de ello por parte del
Instituto de la Memoria Nacional, que custodia muchos documentos pertenecientes
incluso a los Servicios Secretos del régimen comunista.
A principios de 2006, el Tadeusz Isakowicz–Zalewski, ex capellán de Solidarnosc,
perseguido por el régimen comunista, quería hacer públicos 28 nombres de
sacerdotes colaboracionistas de la diócesis de Cracovia.
En aquel momento, el metropolita de Cracovia se dijo decididamente contrario a
la publicación de la lista y le impuso silencio.
«No tengo miedo de la verdad, aunque tuviera que resultar dolorosa, pero soy yo
personalmente responsable, como arzobispo de Cracovia, del descubrimiento y la
revelación de la verdad», escribió el cardenal Dziwisz en una misiva entregada
al padre Isakowicz–Zalewski.
Por esta razón, el purpurado ha creado una comisión «ad hoc» «Memoria y
desvelo», que está analizando los casos de sacerdotes diocesanos que colaboraron
con los Servicios Secretos del régimen comunista. Muchos esperan que esta
comisión publique pronto el correspondiente «Memorial».
El cardenal Dziwisz dijo que la Iglesia es santa, pero que en ella hay hombres
pecadores, entre los que hay también sacerdotes: «Si cada pecado puede tocar a
cualquier hombre, quiere decir que también algunos sacerdotes podían mancharse
diciendo una verdad que no liberaba sino que destruía a la gente».
«No vale la pena perder confianza en la Iglesia porque la propia vida se
construye sobre la roca sólo cuando ésta se construye sobre Cristo y con Cristo,
pero al mismo tiempo en la Iglesia y con la Iglesia, como nos ha recordado
Benedicto XVI durante su viaje a Polonia», añadió.
El metropolita de Cracovia señaló que la investigación de la verdad sobre la
implicación de los sacerdotes se debe basar en una cuidada investigación
histórica: «Esto quiere decir que hay que hablar cada vez más de aquellas
personas que dirigieron este sistema y no sólo de sus víctimas».
«Esto quiere decir que hay que aclarar todas las circunstancias que condujeron a
alguno a colaborar --subrayó--. Esto quiere decir que hay que hablar de la
heroica conducta de los sacerdotes que sufrieron persecución porque no se
plegaron al régimen y no quisieron colaborar con los Servicios Secretos».
En la misma homilía, el cardenal Dziwisz subrayó que antes hay que descubrir
toda la verdad y sólo después se puede pedir a los culpables un sincero
arrepentimiento y una reparación por el mal realizado.
Según el metropolita de Cracovia precisamente hay que establecer qué daños e
injusticias han sido fruto de la colaboración de los sacerdotes con el régimen
comunista, y descubrir las verdaderas intenciones de aquellas personas que a
toda costa quieren desvelar los nombres de todos los sacerdotes que se han
«manchado» con esta culpa.
«¿Estamos seguros que se trata verdaderamente de la búsqueda de la verdad, o de
reparar el mal que ha sido hecho a alguien, o quizá se trata de socavar la
autoridad de la Iglesia porque es incómoda para alguien?», se preguntó el
purpurado.
«La media verdad no es nunca capaz de liberar al hombre. Sólo lo puede
destruir», dijo el cardenal Dziwisz, subrayando que «no existe amor sin verdad,
pero al mismo tiempo no hay verdad sin amor».
ZS06061903
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El padre Eustaquio van Lieshout, pastor
de almas, beatificado en Brasil
El cardenal José Saraiva Martins presidió la celebración en Belo Horizonte
BELO HORIZONTE, lunes, 19 junio 2006 (ZENIT.org).-
Con la inscripción en el catálogo de beatos del sacerdote holandés Eustaquio van
Lieshout (1890-1943) –misionero en Brasil— la Iglesia propone un modelo actual
de síntesis entre contemplación y acción apostólica, y dedicación a las almas.
Setenta mil fieles participaron el jueves, en la solemnidad de «Corpus Christi»,
en la beatificación de este misionero de los Sagrados Corazones de Jesús y de
María,
Fue el cardenal José Saraiva Martins --prefecto de la Congregación vaticana para
las Causas de los Santos--quien, durante la concelebración eucarística, leyó por
encargo de Benedicto XVI la carta apostólica con la que el Papa inscribió en el
catálogo de los beatos al siervo de Dios, el padre Eustaquio Van Lieshout.
El arzobispo metropolitano, monseñor Walmor Oliveira de Azevedo, destacó en su
homilía el ejemplo de amor y fe del nuevo beato, según recoge el departamento de
comunicación de la archidiócesis de Belo Horizonte
Por su parte, el purpurado portugués recalcó la importancia del «mensaje social»
del padre Eustaquio en la actualidad. Fue un hombre «que tuvo gran preocupación
con los pobres, los afligidos, cuantos sufrían y los niños», apuntó.
De acuerdo con el cardenal Saraiva, ceremonias como ésta representan un estímulo
para que los fieles tengan como referencia a personas que la Iglesia considera
modelos de humildad y humanidad.
La nutrida participación en el estadio Mineirao --de Belo Horizonte-- contó
también con medio centenar de obispos y 600 sacerdotes.
Entre los asistentes también estuvieron una treintena de familiares del nuevo
beato, llegados de Holanda, así como el padre Gonçalo Belém –de 82 años--, cuya
curación milagrosa de un cáncer de laringe hace cuatro décadas ha abierto las
puertas a esta beatificación.
Holandés de origen, brasileño de adopción
Infatigable párroco en Brasil, el nuevo beato tuvo que trabajar en un contexto
socio-religioso conflictivo. Por su ministerio, hubo numerosas conversiones a la
Iglesia católica.
El padre Eustaquio nació en Aarle-Rixtel (Países Bajos) el 3 de noviembre de
1890; fue bautizado ese mismo día con el nombre de Humberto. Miembro de una
familia campesina católica, fue el octavo de once hermanos, según la nota
biográfica difundida por «Vatican Information Service».
Fue la lectura de la biografía del beato padre Damián de Veuster (belga, apóstol
de los leprosos) lo que le impulsó a ingresar en su misma Congregación, la de
los Sagrados Corazones de Jesús y de María. Durante el noviciado tomó el nombre
de Eustaquio.
En 1919 fue ordenado sacerdote y ejerció el ministerio pastoral en su país hasta
1924. En 1925 llegó a Río de Janeiro.
Desarrolló durante dieciocho años su labor como misionero en Brasil. En abril de
1942 se hizo cargo de la parroquia de Santo Domingo, en Belo Horizonte, donde el
30 de agosto de 1943.
En 1949 sus restos mortales fueron trasladados desde el cementerio a su última
parroquia, dedicada a los Sagrados Corazones.
Benedicto XVI autorizó el 19 de diciembre de 2005 la promulgación del decreto de
reconocimiento del milagro atribuido a la intercesión del misionero holandés, lo
que abrió las puertas a su beatificación.
Pastor de almas
Tanto en Holanda como en Brasil la pastoral parroquial fue la mayor actividad
del nuevo beato; sus predilectos, «los pobres y enfermos», según recuerda el
superior general de la Congregación de los Sagrados Corazones de Jesús y de
María –el padre Enrique Losada— en los micrófonos de «Radio Vaticana».
«Se preocupaba de que sus parroquianos no se dedicaran a prácticas
“espiritistas” para procurar con tales medios la curación de sus enfermedades,
lo que desarrolló en él una particular sensibilidad para poder afrontar con
recursos naturales, con la oración y las bendiciones los males que afligían a
aquella gente», explicó el padre Losada.
«Buscó siempre distinguir entre salud física y salud espiritual para evitar
interpretaciones equivocadas», pero «por una y por otra ofreció su generosa
dedicación», subrayó.
Para el superior general de la congregación del nuevo beato, la clave de su
camino de santidad y mensaje de actualidad está en que es «un modelo de pastor
en quien la contemplación y la acción, la espiritualidad y el servicio
apostólico se integran con mucha intensidad».
«Se puede decir --apunta-- que el celo por la salvación de las personas a él
confiadas fue un elemento esencial» de su vía de santidad y lo que «se manifestó
de manera extraordinaria en las curaciones que [con] sus oraciones y bendiciones
[se] realizaban en muchas personas que se acercaban a él».
Recordó igualmente que el misionero llegó a ser «muy popular y reconocido como
santo por numerosas personas que encontraban en él ayuda y consuelo»; de hecho,
las consecuencias de esta fama «fueron para el padre Eustaquio también una cruz
que tuvo que aceptar, dado que por cierto tiempo los superiores le apartaron del
ministerio público para evitar aglomeraciones y perturbaciones».
Reflexionando sobre la figura del nuevo beato, el padre Enrique Losada considera
que también «la búsqueda de los medios y formas adecuadas para hacer llegar el
mensaje del Evangelio a todas las personas de cualquier condición es también un
testimonio importante para la evangelización de nuestro tiempo».
Otro testimonio del padre Eustaquio «válido para todos» es «la capacidad de
soportar con serenidad y paz los problemas que la propia dedicación generosa a
los necesitados pudo llevar consigo, tanto en la relación con las autoridades
como con otras instancias sociales o eclesiales», concluye.
ZS06061902
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Documentación
Homilía del Papa en el encuentro con
los movimientos y nuevas comunidades eclesiales
Celebrado el 3 de junio, víspera de Pentecostés, en la plaza de San Pedro del
Vaticano
CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 19 junio 2006 (ZENIT.org).-
Publicamos la homilía que pronunció Benedicto XVI en la vigilia de Pentecostés,
durante el encuentro con los movimientos y nuevas comunidades, que se celebró en
la plaza de San Pedro del Vaticano, el 3 de junio de 2006. Participaron más de
400.000 personas.
* * *
Queridos hermanos y hermanas:
Habéis venido realmente en gran número esta tarde a la plaza de San Pedro para
participar en la Vigilia de Pentecostés. Os doy las gracias de corazón. Al
pertenecer a pueblos y culturas diversos, representáis aquí a todos los miembros
de los Movimientos eclesiales y de las nuevas comunidades, reunidos
espiritualmente en torno al Sucesor de Pedro, para proclamar la alegría de creer
en Jesucristo y renovar el compromiso de ser sus discípulos fieles en este
tiempo.
Os agradezco vuestra participación y saludo cordialmente a cada uno. Saludo con
afecto, ante todo, a los señores cardenales, a los venerados hermanos en el
episcopado y en el sacerdocio, a los religiosos y a las religiosas. Saludo a los
responsables de vuestras numerosas realidades eclesiales, que muestran cuán viva
es la acción del Espíritu Santo en el pueblo de Dios. Saludo a los que han
preparado este acontecimiento extraordinario y, en particular, a los que
trabajan en el Consejo pontificio para los laicos, con el secretario, mons.
Josef Clemens, y el presidente, mons. Stanislaw Rylko, al que agradezco también
las cordiales palabras que me ha dirigido al inicio de la liturgia de las
Vísperas.
Viene a nuestra memoria con emoción el encuentro análogo que tuvo lugar en esta
misma plaza, el 30 de mayo de 1998, con el amado Papa Juan Pablo II. Gran
evangelizador de nuestro tiempo, os acompañó y guió durante todo su pontificado;
en muchas ocasiones definió "providenciales" vuestras asociaciones y
comunidades, sobre todo porque el Espíritu santificador se sirve de ellas para
despertar la fe en el corazón de tantos cristianos y para hacer que descubran la
vocación que han recibido con el bautismo, ayudándoles a ser testigos de
esperanza, llenos del fuego de amor que es precisamente don del Espíritu Santo.
Ahora, en esta Vigilia de Pentecostés, nos preguntamos: ¿Quién o qué es el
Espíritu Santo?
¿Cómo podemos reconocerlo? ¿Cómo vamos nosotros a él y él viene a nosotros? ¿Qué
es lo que hace?
Una primera respuesta nos la da el gran himno pentecostal de la Iglesia, con el
que hemos iniciado las Vísperas: "Veni, Creator Spiritus...", "Ven, Espíritu
Creador...". Este himno alude aquí a los primeros versículos de la Biblia, que
presentan, mediante imágenes, la creación del universo. Allí se dice, ante todo,
que por encima del caos, por encima de las aguas del abismo, aleteaba el
Espíritu de Dios. El mundo en que vivimos es obra del Espíritu Creador.
Pentecostés no es sólo el origen de la Iglesia y, por eso, de modo especial, su
fiesta; Pentecostés es también una fiesta de la creación.
El mundo no existe por sí mismo; proviene del Espíritu Creador de Dios, de la
Palabra Creadora de Dios.
Por eso refleja también la sabiduría de Dios. La creación, en su amplitud y en
la lógica omnicomprensiva de sus leyes, permite vislumbrar algo del Espíritu
Creador de Dios. Nos invita al temor reverencial. Precisamente quien, como
cristiano, cree en el Espíritu Creador es consciente de que no podemos usar el
mundo y abusar de él y de la materia como si se tratara simplemente de un
material para nuestro obrar y querer; es consciente de que debemos considerar la
creación como un don que nos ha sido encomendado, no para destruirlo, sino para
convertirlo en el jardín de Dios y así también en un jardín del hombre. Frente a
las múltiples formas de abuso de la tierra que constatamos hoy, escuchamos casi
el gemido de la creación, del que habla san Pablo (cf. Rm 8, 22); comenzamos a
comprender las palabras del Apóstol, es decir, que la creación espera con
impaciencia la revelación de los hijos de Dios, para ser libre y alcanzar su
esplendor.
Queridos amigos, nosotros queremos ser esos hijos de Dios que la creación
espera, y podemos serlo, porque en el bautismo el Señor nos ha hecho tales. Sí,
la creación y la historia nos esperan; esperan hombres y mujeres que sean de
verdad hijos de Dios y actúen en consecuencia. Si repasamos la historia, vemos
que la creación pudo prosperar en torno a los monasterios, del mismo modo que
con el despertar del Espíritu de Dios en el corazón de los hombres ha vuelto el
fulgor del Espíritu Creador también a la tierra, un esplendor que había quedado
oscurecido y a veces casi apagado por la barbarie del afán humano de poder. Y de
nuevo sucede lo mismo en torno a Francisco de Asís. Y acontece en cualquier
lugar donde llega a las almas el Espíritu de Dios, el Espíritu que nuestro himno
define como luz, amor y vigor.
Así hemos encontrado una primera respuesta a la pregunta de qué es el Espíritu
Santo, qué hace y cómo podemos reconocerlo. Sale a nuestro encuentro a través de
la creación y su belleza. Sin embargo, a lo largo de la historia de los hombres,
la creación buena de Dios ha quedado cubierta con una gruesa capa de suciedad,
que hace difícil, por no decir imposible, reconocer en ella el reflejo del
Creador, aunque ante un ocaso en el mar, durante una excursión a la montaña o
ante una flor abierta, se despierta en nosotros siempre de nuevo, casi
espontáneamente, la conciencia de la existencia del Creador.
Pero el Espíritu Creador viene en nuestra ayuda. Ha entrado en la historia y así
nos habla de un modo nuevo. En Jesucristo Dios mismo se hizo hombre y nos
concedió, por decirlo así, contemplar en cierto modo la intimidad de Dios mismo.
Y allí vemos algo totalmente inesperado: en Dios existe un "Yo" y un "Tú". El
Dios misterioso no es una soledad infinita; es un acontecimiento de amor. Si al
contemplar la creación pensamos que podemos vislumbrar al Espíritu Creador, a
Dios mismo, casi como matemática creadora, como poder que forja las leyes del
mundo y su orden, pero luego también como belleza, ahora llegamos a saber que el
Espíritu Creador tiene un corazón. Es Amor.
Existe el Hijo que habla con el Padre. Y ambos son uno en el Espíritu, que es,
por decirlo así, la atmósfera del dar y del amar que hace de ellos un único
Dios. Esta unidad de amor, que es Dios, es una unidad mucho más sublime de lo
que podría ser la unidad de una última partícula indivisible. Precisamente el
Dios trino es el único Dios.
A través de Jesús, por decirlo así, penetra nuestra mirada en la intimidad de
Dios. San Juan, en su evangelio, lo expresó de este modo: "A Dios nadie lo ha
visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha revelado" (Jn
1, 18). Pero Jesús no sólo nos ha permitido penetrar con nuestra mirada en la
intimidad de Dios; con él Dios, de alguna manera, salió también de su intimidad
y vino a nuestro encuentro. Esto se realiza ante todo en su vida, pasión, muerte
y resurrección; en su palabra. Pero Jesús no se contenta con salir a nuestro
encuentro. Quiere más. Quiere unificación. Y este es el significado de las
imágenes del banquete y de las bodas. Nosotros no sólo debemos saber algo de él;
además, mediante él mismo, debemos ser atraídos hacia Dios. Por eso él debe
morir y resucitar, porque ahora ya no se encuentra en un lugar determinado, sino
que su Espíritu, el Espíritu Santo, ya emana de él y entra en nuestro corazón,
uniéndonos así con Jesús mismo y con el Padre, con el Dios uno y trino.
Pentecostés es esto: Jesús, y mediante él Dios mismo, viene a nosotros y nos
atrae dentro de sí. "Él manda el Espíritu Santo", dice la Escritura. ¿Cuál es su
efecto? Ante todo, quisiera poner de relieve dos aspectos: el Espíritu Santo, a
través del cual Dios viene a nosotros, nos trae vida y libertad. Miremos ambas
cosas un poco más de cerca. "Yo he venido para que tengan vida y la tengan en
abundancia", dice Jesús en el evangelio de san Juan (Jn 10, 10). Todos anhelamos
vida y libertad. Pero ¿qué es esto?, ¿dónde y cómo encontramos la "vida"?
Yo creo que, espontáneamente, la inmensa mayoría de los hombres tiene el mismo
concepto de vida que el hijo pródigo del evangelio. Había logrado que le
entregaran su parte de la herencia y ahora se sentía libre; quería por fin vivir
ya sin el peso de los deberes de casa; quería sólo vivir, recibir de la vida
todo lo que puede ofrecer; gozar totalmente de la vida; vivir, sólo vivir; beber
de la abundancia de la vida, sin renunciar a nada de lo bueno que pueda ofrecer.
Al final acabó cuidando cerdos, envidiando incluso a esos animales. ¡Qué vacía y
vana había resultado su vida! Y también había resultado vana su libertad.
¿Acaso no sucede lo mismo también hoy? Cuando sólo se quiere ser dueño de la
vida, esta se hace cada vez más vacía, más pobre; fácilmente se acaba por buscar
la evasión en la droga, en el gran engaño. Y surge la duda de si de verdad vivir
es, en definitiva, un bien. No. De este modo no encontramos la vida.
Las palabras de Jesús sobre la vida en abundancia se encuentran en el discurso
del buen pastor. Esas palabras se sitúan en un doble contexto. Sobre el pastor,
Jesús nos dice que da su vida.
"Nadie me quita la vida; yo la doy voluntariamente" (cf. Jn 10, 18). Sólo se
encuentra la vida dándola; no se la encuentra tratando de apoderarse de ella.
Esto es lo que debemos aprender de Cristo; y esto es lo que nos enseña el
Espíritu Santo, que es puro don, que es el donarse de Dios. Cuanto más da uno su
vida por los demás, por el bien mismo, tanto más abundantemente fluye el río de
la vida.
En segundo lugar, el Señor nos dice que la vida se tiene estando con el Pastor,
que conoce el pastizal, los lugares donde manan las fuentes de la vida.
Encontramos la vida en la comunión con Aquel que es la vida en persona; en la
comunión con el Dios vivo, una comunión en la que nos introduce el Espíritu
Santo, al que el himno de las Vísperas llama "fons vivus", fuente viva. El
pastizal, donde manan las fuentes de la vida, es la palabra de Dios como la
encontramos en la Escritura, en la fe de la Iglesia. El pastizal es Dios mismo a
quien, en la comunión de la fe, aprendemos a conocer mediante la fuerza del
Espíritu Santo.
Queridos amigos, los Movimientos han nacido precisamente de la sed de la vida
verdadera, son Movimientos por la vida en todos sus aspectos. Donde ya no fluye
la verdadera fuente de la vida, donde sólo se apoderan de la vida en vez de
darla, allí está en peligro incluso la vida de los demás; allí están dispuestos
a eliminar la vida inerme del que aún no ha nacido, porque parece que les quita
espacio a su propia vida. Si queremos proteger la vida, entonces debemos sobre
todo volver a encontrar la fuente de la vida; entonces la vida misma debe volver
a brotar con toda su belleza y sublimidad; entonces debemos dejarnos vivificar
por el Espíritu Santo, la fuente creadora de la vida.
Al tema de la libertad ya aludimos hace poco. En la partida del hijo pródigo se
unen precisamente los temas de la vida y de la libertad. Quiere la vida y por
eso quiere ser totalmente libre. Ser libre significa, según esta concepción,
poder hacer todo lo que se quiera, no tener que aceptar ningún criterio fuera y
por encima de mí mismo, seguir únicamente mi deseo y mi voluntad. Quien vive
así, pronto se enfrentará con los otros que quieren vivir de la misma manera. La
consecuencia necesaria de esta concepción egoísta de la libertad es la
violencia, la destrucción mutua de la libertad y de la vida.
La sagrada Escritura, por el contrario, une el concepto de libertad con el de
filiación. Dice san Pablo: "No habéis recibido un espíritu de esclavos para
recaer en el temor; antes bien, habéis recibido un espíritu de hijos adoptivos
que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre!" (Rm 8, 15).
¿Qué significa esto? San Pablo presupone el sistema social del mundo antiguo, en
el que existían los esclavos, los cuales no tenían nada y por eso no podían
intervenir para hacer que las cosas funcionaran como debían. En contraposición
estaban los hijos, los cuales eran también los herederos y, por eso, se
preocupaban de la conservación y de la buena administración de sus propiedades o
de la conservación del Estado. Dado que eran libres, tenían también una
responsabilidad. Prescindiendo del contexto sociológico de aquel tiempo, vale
siempre el principio: libertad y responsabilidad van juntas. La verdadera
libertad se demuestra en la responsabilidad, en un modo de actuar que asume la
corresponsabilidad con respecto al mundo, con respecto a sí mismos y con
respecto a los demás.
Es libre el hijo, al que pertenece la cosa y que por eso no permite que sea
destruida. Ahora bien, todas las responsabilidades mundanas, de las que hemos
hablado, son responsabilidades parciales, pues afectan sólo a un ámbito
determinado, a un Estado determinado, etc. En cambio, el Espíritu Santo nos hace
hijos e hijas de Dios. Nos compromete en la misma responsabilidad de Dios con
respecto a su mundo, a la humanidad entera. Nos enseña a mirar al mundo, a los
demás y a nosotros mismos con los ojos de Dios.
Nosotros hacemos el bien no como esclavos, que no son libres de obrar de otra
manera, sino que lo hacemos porque tenemos personalmente la responsabilidad con
respecto al mundo; porque amamos la verdad y el bien, porque amamos a Dios mismo
y, por tanto, también a sus criaturas. Esta es la libertad verdadera, a la que
el Espíritu Santo quiere llevarnos.
Los Movimientos eclesiales quieren y deben ser escuelas de libertad, de esta
libertad verdadera. Allí queremos aprender esta verdadera libertad, no la de los
esclavos, que busca quedarse con una parte del pastel de todos, aunque luego el
otro no tenga. Nosotros deseamos la libertad verdadera y grande, la de los
herederos, la libertad de los hijos de Dios. En este mundo, tan lleno de
libertades ficticias que destruyen el ambiente y al hombre, con la fuerza del
Espíritu Santo queremos aprender juntos la libertad verdadera; construir
escuelas de libertad; demostrar a los demás, con la vida, que somos libres y que
es muy hermoso ser realmente libres con la verdadera libertad de los hijos de
Dios.
El Espíritu Santo, al dar vida y libertad, da también unidad. Son tres dones
inseparables entre sí. Ya he hablado demasiado tiempo; pero permitidme decir aún
unas palabras sobre la unidad. Para comprenderla puede ser útil una frase que,
en un primer momento, parece más bien alejarnos de ella. A Nicodemo que,
buscando la verdad, va de noche con sus preguntas, Jesús le dice: "El Espíritu
sopla donde quiere" (Jn 3, 8). Pero la voluntad del Espíritu no es arbitraria.
Es la voluntad de la verdad y del bien. Por eso no sopla por cualquier parte,
girando una vez por acá y otra vez por allá; su soplo no nos dispersa, sino que
nos reúne, porque la verdad une y el amor une.
El Espíritu Santo es el Espíritu de Jesucristo, el Espíritu que une al Padre y
al Hijo en el Amor que en el único Dios da y acoge. Él nos une de tal manera,
que san Pablo pudo decir en cierta ocasión: "Todos vosotros sois uno en Cristo
Jesús" (Ga 3, 28). El Espíritu Santo, con su soplo, nos impulsa hacia Cristo. El
Espíritu Santo actúa corporalmente, no sólo obra subjetivamente,
"espiritualmente". A los discípulos que lo consideraban sólo un "espíritu",
Cristo resucitado les dijo: "Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. Palpadme
y ved que un espíritu —un fantasma— no tiene carne y huesos como veis que yo
tengo" (Lc 24, 39). Esto vale para Cristo resucitado en cualquier época de la
historia.
Cristo resucitado no es un fantasma; no es sólo un espíritu, no es sólo un
pensamiento, no es sólo una idea. Sigue siendo el Encarnado. Resucitó el que
asumió nuestra carne, y sigue siempre edificando su Cuerpo, haciendo de nosotros
su Cuerpo. El Espíritu sopla donde quiere, y su voluntad es la unidad hecha
cuerpo, la unidad que encuentra el mundo y lo transforma.
En la carta a los Efesios, san Pablo nos dice que este Cuerpo de Cristo, que es
la Iglesia, tiene junturas (cf. Ef 4, 16) y también las nombra: son los
apóstoles, los profetas, los evangelistas, los pastores y los maestros (cf. Ef
4, 12). El Espíritu es multiforme en sus dones, como lo vemos aquí.
Si repasamos la historia, si contemplamos esta asamblea reunida en la plaza de
San Pedro, nos damos cuenta de que él suscita siempre nuevos dones. Vemos cuán
diversos son los órganos que crea y cómo él actúa corporalmente siempre de
nuevo. Pero en él la multiplicidad y la unidad van juntas. Él sopla donde
quiere. Lo hace de modo inesperado, en lugares inesperados y en formas nunca
antes imaginadas. Y ¡con cuánta multiformidad y corporeidad lo hace!
Y también es precisamente aquí donde la multiformidad y la unidad son
inseparables entre sí. Él quiere vuestra multiformidad y os quiere para el único
cuerpo, en la unión con los órdenes duraderos —las junturas— de la Iglesia, con
los sucesores de los Apóstoles y con el Sucesor de san Pedro. No nos evita el
esfuerzo de aprender el modo de relacionarnos mutuamente; pero nos demuestra
también que él actúa con miras al único cuerpo y a la unidad del único cuerpo.
Sólo así precisamente la unidad logra su fuerza y su belleza.
Participad en la edificación del único cuerpo. Los pastores estarán atentos a no
apagar el Espíritu (cf. 1 Ts 5, 19) y vosotros aportaréis vuestros dones a la
comunidad entera. Una vez más: el Espíritu Santo sopla donde quiere, pero su
voluntad es la unidad. Él nos conduce a Cristo, a su Cuerpo. "De Cristo —nos
dice san Pablo— todo el Cuerpo recibe trabazón y cohesión por medio de toda
clase de junturas que llevan la nutrición según la actividad propia de cada una
de las partes, realizando así el crecimiento del cuerpo para su edificación en
el amor" (Ef 4, 16).
El Espíritu Santo quiere la unidad, quiere la totalidad. Por eso, su presencia
se demuestra finalmente también en el impulso misionero. Quien ha encontrado
algo verdadero, hermoso y bueno en su vida —el único auténtico tesoro, la perla
preciosa— corre a compartirlo por doquier, en la familia y en el trabajo, en
todos los ámbitos de su existencia. Lo hace sin temor alguno, porque sabe que ha
recibido la filiación adoptiva; sin ninguna presunción, porque todo es don; sin
desalentarse, porque el Espíritu de Dios precede a su acción en el "corazón" de
los hombres y como semilla en las culturas y religiones más diversas. Lo hace
sin confines, porque es portador de una buena nueva destinada a todos los
hombres, a todos los pueblos
Queridos amigos, os pido que seáis, aún más, mucho más, colaboradores en el
ministerio apostólico universal del Papa, abriendo las puertas a Cristo. Este es
el mejor servicio de la Igles . a los hombres y de modo muy especial a los
pobres, para que la vida de la persona, un orden más justo en la sociedad y la
convivencia pacífica entre las naciones, encuentren en Cristo la "piedra
angular" sobre la cual construir la auténtica civilización, la civilización del
amor. El Espíritu Santo da a los creyentes una visión superior del mundo, de la
vida, de la historia y los hace custodios de la esperanza que no defrauda.
Así pues, oremos a Dios Padre, por nuestro Señor Jesucristo, en la gracia del
Espíritu Santo, para que la celebración de la solemnidad de Pentecostés sea como
fuego ardiente y viento impetuoso para la vida cristiana y para la misión de
toda la Iglesia.
Pongo las intenciones de vuestros Movimientos y comunidades en el corazón de la
santísima Virgen María, presente en el Cenáculo juntamente con los Apóstoles;
que ella interceda para que se hagan realidad. Sobre todos vosotros invoco la
efusión de los dones del Espíritu, a fin de que también en nuestro tiempo se
realice la experiencia de un nuevo Pentecostés. Amén.
[Traducción distribuida por la Santa Sede.
© Copyright 2006 - Libreria Editrice Vaticana]
ZS06061922
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Comunicado del Secretariado episcopal
argentino para la Familia ante el proyecto de ley de esterilización
BUENOS AIRES, lunes, 19 junio 2006 (ZENIT.org).-
Publicamos el comunicado que ha difundido el Secretariado Nacional para la
Familia de la Comisión Episcopal de Apostolado Laico y Pastoral Familiar de
Argentina (www.cea.org.ar) ante el próximo
debate del proyecto de ley sobre esterilización.
* * *
Comunicado del Secretariado Nacional para la Familia
Ante el próximo tratamiento del proyecto de ley sobre esterilización, el
Secretariado Nacional para la Familia quiere hacer conocer a la opinión pública:
1. El proyecto no contó con la debida discusión en las comisiones
correspondientes, y no se permitió a todas las expresiones del arco ciudadano
dar su opinión sobre el mismo.
En algunos caso el mismo fue aprobado sin discusión a libro (y puertas)
cerradas.
2. El art. 91 del Código Penal vigente, prevé penas de 3 a 10 años a quienes
causaren una lesión que "produjere ... la pérdida ... de la capacidad de
engendrar o concebir". El proyecto no deroga tal disposición, por lo que seguirá
siendo un delito en la República Argentina.
3. El proyecto de aprobarse como fue girado a la Cámara, obliga a efectuar -sin
cargo para los mutilados-, tales cirugías a todo el sistema sanitario, tanto
público como privado. Y a financiarlo a las obras sociales y prepagas; para las
cuales no admite la objeción de conciencia, esto es, manifestarse en contra de
realizar o financiar una práctica absolutamente objetable. Además se autoriza la
esterilización de menores e incapaces, quienes jamás podrían expresar su
consentimiento.
4. El proyecto no prevé la realización de las intervenciones quirúrgicas,
necesarias para restablecer la fertilidad, ni tampoco las financiará. Esto
restringe la posibilidad de que una persona pueda recuperar su capacidad de
procreación en caso que así lo requiera o que quien haya sido mutilado siendo
menor, pretenda recuperar su capacidad de procrear al alcanzar la mayoría de
edad.
5. No está de más recordar que con una ley mucho menos permisiva, Alberto
Fujimori, durante su gestión como presidente del Perú, hizo esterilizar a
360.000 peruanos -en su mayoría mujeres indígenas analfabetas-, por lo que
enfrenta una demanda constitucional por genocidio en dicho país hermano.
Los seres humanos contamos con nuestra capacidad de juicio para poder discernir
cómo y cuándo nuestras relaciones deben tener como resultado la procreación de
un nuevo ser humano. La esterilización nos degrada a la condición de seres sin
esa capacidad y esclavos de nuestros instintos. Pensar que los pobres no pueden
tener esa capacidad es una actitud discriminatoria, lo que es necesario es
darles educación y posibilidades de progreso social.
Creemos sinceramente que este tipo de "soluciones" radicales nos degradan en
nuestra condición de personas y de sociedad civilizada.
Secretariado Nacional para la Familia
Buenos Aires, 13 de junio de 2006
ZS06061921
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IV Congreso de Rectores de Santuarios
de América Latina y el Caribe – Declaración final
De rectores de Santuarios de América Latina
APARECIDA, lunes, 19 junio 2006 (ZENIT.org).-
Publicamos la declaración final (difundida por el dicasterio misionero) de
rectores de santuarios al término de su IV Congreso Americano celebrado del 23
al 28 de mayo en el Santuario Nacional Nuestra Señora de Aparecida (Brasil).
El encuentro celebrado también es prólogo de la V Conferencia del Episcopado
General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe (www.celam.info)
que acogerá este santuario mariano brasileño 13 al 31 de mayo de 2007, a cuya
inauguración está previsto que asista Benedicto XVI.
* * *
Declaración final de IV Congreso de Rectores de Santuarios
de América Latina y el Caribe
Rectores de Santuarios de América Latina
1. En el IV Congreso Americano de Rectores de Santuarios celebrado en el
Santuario Nacional Nuestra Señora de Aparecida, Brasil, entre los días 23 al 28
de mayo 2006, nos reunimos representantes de 13 países de América Latina y el
Caribe; y en vista y preparación a la V Conferencia del Episcopado
Latinoamericano, hemos querido reflexionar y entregar nuestro aporte al Pueblo
de Dios que peregrina en los santuarios.
2. Nuevamente, siguiendo las experiencias de los anteriores congresos, hemos
querido compartir nuestras experiencias para realizar avances teológicos
pastorales y llegar a acuerdos que puedan ser aplicables en cada uno de nuestros
lugares; y en comunión con la Santa Sede que a través del Directorio para la
Piedad Popular y tantas otras reflexiones y aportes actuales, nos alientan en la
tarea pastoral.
3. A partir de la experiencia pastoral de los santuarios, hemos querido
reflexionar con el fin de acompañar, con renovada fuerza, el camino de los
peregrinos que a ellos acuden, para que en Cristo tengan Vida.
4. Nuestras reflexiones queremos ofrecerlas también al proceso de preparación de
la V Conferencia, con el fin de aportar de nuestra pastoral específica a la
reflexión de la Iglesia en nuestra América Latina.
CONCLUSIONES - APORTES
1. EL VALOR DE LA PIEDAD POPULAR Y EL SANTUARIO EN LA VIDA DEL PUEBLO
LATINOAMERICANO
La piedad popular constituye un núcleo fundamental para comprender el modo de la
expresión cómo se vive la fe cristiana y católica en nuestro continente. En esta
expresión se recoge la honda experiencia de una parte muy importante del pueblo
creyente americano, que recoge a diversas clases sociales y expresiones
culturales. Por ello que no es posible una profunda comprensión de la realidad
eclesial latinoamericana, sin tener seriamente esta realidad de fe.
La Iglesia en América ha ido descubriendo el valor que tiene la piedad popular,
y ya no sólo es tolerada; sino que recuperada e integrada en el proceso de la
evangelización.
La piedad popular tiene espacios de especial expresión de la fe a través de los
Santuarios, repartidos a lo largo de toda la América Latina y el Caribe. El
santuario tiene en la historia de la fe cristiana en América un rol muy
importante; y hoy, no es posible comprender el acercamiento de la Iglesia a los
grandes grupos humanos que se identifican con la fe católica, pero que están
distantes de la expresión formal de ella, sino que a través del proceso de
encuentro y evangelización de los santuarios.
2. SANTUARIO, INSTRUMENTO EN LA CONSTRUCCIÓN DEL REINO DE DIOS
El Santuario participa en la construcción del Reino de Dios a través del
encuentro con la vida de los peregrinos que llegan a él. Se puede percibir la
necesidad urgente que aún existe del compromiso de los creyentes como discípulos
en las diversas realidades, al descubrir tanto dolor, frustraciones, temores y
desesperanzas en los romeros. El trabajo pastoral del santuario debe ser
realizado en el estilo de Jesús, que ofrece la Buena Noticia de la salvación a
través del servicio permanente y acogedor. Entrar en la experiencia del Reino es
entrar en la experiencia de Jesús: ser otro Cristo. El santuario debe mostrar la
plenitud de vida que significa vivir la vida en Cristo. Esta invitación se vive
en la permanente motivación de entrar en el discipulado de Jesús, haciendo la
experiencia de María, la Madre del Señor y de los santos, actualizadores en la
historia de este seguimiento.
3. SANTUARIO, LUGAR DE ACOGIDA
La acogida se sigue presentando para los santuarios como un don y tarea, a
través del cual podemos abrazar al peregrino con los brazos abiertos al modo de
Jesús, convirtiéndonos nosotros, servidores y discípulos, en rostros vivos del
Maestro que acoge a todos sin ningún tipo de discriminación. Nuestras actitudes
de acogida y respeto son una puerta abierta para el paso de Dios por la vida del
romero (peregrino), que viene buscando con fe al Señor.
4. SANTUARIO, LUGAR PARA LA COMUNICACIÓN Y EVANGELIZACIÓN
La experiencia de la piedad popular constituye un modo especial de acercarse al
pueblo sencillo, que tantas veces está distante de las formas más tradicionales
de pastoral. Se convierte en una posibilidad de comunicación del Evangelio,
expresadas, vividas y contextualizadas en la simbología y ritmo propio de la
realidad del pueblo creyente. Es necesario saber utilizar los diversos medios de
comunicación social para presentar el Evangelio de manera atrayente.
5. SANTUARIO, LUGAR PARA CONFIRMAR LA DIGNIDAD HUMANA
En la experiencia del santuario hay una oportunidad permanente para reconocer la
dignidad en cada persona que acude, descubriendo en ella el valor de ser hijo e
hija de Dios. Así, todo gesto pastoral en el santuario permite confirmar esa
conciencia que el peregrino trae al acercarse a Dios. Dignidad que se busca y se
expresa de modo particular en la celebración festiva del Bautismo. El mismo
santuario al valorizar al peregrino, confirma y aumenta esta dignidad que
impulsa a trabajar para construir un mundo más justo que incluya a todos. El
peregrino no es un mero receptor en la vida de los santuarios sino quien, por el
contrario, trae la realidad de las preocupaciones, anhelos y logros de la vida
cotidiana.
Los pastores y los agentes de pastoral en general, en un contacto estrecho con
los peregrinos, podemos pulsar las situaciones de injusticia establecidas y
sufridas por nuestro pueblo, y las que se van gestando para acompañarlas desde
la Palabra de Dios.
El hecho de que al santuario se traigan las preocupaciones más hondas, comunica
también las preocupaciones acerca de la supervivencia y en lo que afecta a la
dignidad humana. Así la actitud del santuario será constituir un espacio de
anuncio y denuncia que confirme la irrenunciable acción profética de la Iglesia.
6. SANTUARIO, LUGAR PARA REANIMAR LA ESPERANZA
En el santuario se produce el encuentro de lo humano y lo sagrado de manera
extraordinaria, vivida en la experiencia de la manifestación de Dios simbólica y
ritual, donde el hombre al encontrarlo se encuentra consigo mismo, con los otros
y con la creación. Este intercambio sagrado vivido en la experiencia de la fe en
la Trinidad Santísima, a través de la devoción a la Virgen María y los santos,
vuelve a reanimar la esperanza de miles que en la marcha cotidiana van perdiendo
los motivos de vivir. El santuario es un lugar para volver a reanimar la
esperanza, profundizar la confianza, en la medida que se celebra y se ahonda en
el misterio de la fe y de la Pascua de Jesucristo.
7. EL VALOR DE LA ROMERIA (O PEREGRINACIÓN) AL SANTUARIO
La peregrinación tiene una profunda expresión simbólica, que continúa hoy
expresando hondamente las búsquedas humanas de sentido y de encuentro con el
otro en la experiencia de la plenitud. En este contexto el santuario ayuda a que
la experiencia de búsqueda y apertura que trae el peregrino pueda encontrarse
con la belleza de lo que significa seguir a Jesús como discípulos. La búsqueda y
el modo que tiene de hacerlo el peregrino, constituye un profundo desafío para
reflexión del santuario para ofrecer los puentes del encuentro y el diálogo que
verdaderamente acojan y sean respuesta a la búsqueda de fe del peregrino.
8. SANTUARIO, LUGAR DE LA CELEBRACIÓN DE LA LITURGIA Y LA VIDA
El santuario, como centro de peregrinación y encuentro con el Dios de la vida,
les permite a los peregrinos encontrarse con el Señor que salva y redime
misericordiosamente. Asistimos de manera siempre nueva a la liturgia de
salvación que obra Dios por nosotros; y desde esta experiencia, brota nuestra
liturgia, como experiencia de Acción de Gracias en la centralidad cósmica de
Cristo redentor. Así, tenemos un desafío siempre permanente de hacer que la
celebración sea digna, inculturada, participativa, fructífera y fraterna; para
que el santuario siempre se constituya en oasis de encuentro con Dios, la Virgen
y los santos, en el misterio de la Redención.
Asimismo la liturgia se completa en el envío misionero, para que volviendo
renovado a lo cotidiano, pueda dar testimonio de lo que Dios ha hecho en su vida
en el encuentro en el Santuario.
9. EL SANTUARIO COMO ESPACIO DE LA BELLEZA QUE ABRE A LA INTERIORIDAD Y AL
ENCUENTRO SAGRADO
Nuestros templos, cualquiera sea su materialidad y dimensiones, deben
constituirse en iconos que reflejen la santidad de Dios, el encuentro sagrado y
el encuentro entre los hombres. Así, el camino de la belleza es una ayuda
extraordinaria para la evangelización mistagógica del pueblo de Dios. El
lenguaje de los signos, cercanos y comprensibles para la mayoría de los
peregrinos, ayuda para que el santuario sea un lugar en permanente oración y
para la oración festiva y diaria de los peregrinos.
10. COMPROMISO
• Asumimos el compromiso, desde lo expresado en esta declaración, de permanecer
al servicio de nuestros hermanos peregrinos, de quienes aprendemos
constantemente lo que el Espíritu Santo suscita a la Iglesia en su caminar en la
fe.
• Queremos ser para ellos rostro de Cristo.
• Deseamos que nuestra manera de vivir y anunciar el evangelio sea un testimonio
del amor preferencial de Dios por los más pobres y heridos por la vida.
• Nos ponemos en manos de la Madre del Señor, a cuyos pies hemos realizado este
encuentro en NS. Aparecida, patrona del Brasil y como Ella queremos cumplir con
su pedido "... hagan lo que Él les diga".
ZS06061920
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