Cartas al Director

Con la anunciada reforma de la Constitución
¿Se atreverán a cometer la gran traición?

 

No te odio, sólo estoy decepcionado.
Te has convertido en todo aquello que dijiste nunca serías.

Autor Desconocido

 

 

 

César Valdeolmillos Alonso | 16.10.2017


 

 

España lleva demasiado tiempo viviendo amenazada por el chantaje de los separatistas catalanes. De hecho, su rebeldía se remonta al año 1640 contra el Rey Felipe IV, enfrentamiento que le costó al reino de España, la pérdida del condado del Rosellón y la mitad del de la Cerdaña, hasta aquel momento partes integrantes del principado de Cataluña, uno de los territorios de la monarquía hispánica, pasando los mismos a depender de la soberanía francesa.

Resulta muy interesante repasar los pormenores de la rebelión de los nobles y la oligarquía catalana contra su legítimo Rey [Felipe IV], acaecidos en 1626 y 1632, y compararlos con los acontecimientos recientemente sucedidos en Cataluña. Casi me atrevería a decir, que los hechos sucedidos en las últimas semanas, están inspirados en los habidos en aquella época.

Desde entonces, al día de hoy, alternando con periodos de letargo, la oligarquía catalana no ha cesado en sus pretensiones de acrecentar unos privilegios, que en parte se remontan casi al medievo, y otros, como el de llegar a ser una nación independiente, nunca llegaron a alcanzar.

Sin embargo, como siempre hay viles mercaderes dispuestos a vender nuestro tesoro más sagrado, o someterlo a la vejación de ignorantes exaltados, pudiera ser que ahora llegasen a dar un paso irreversible en sus delirantes fantasías.

Si por algo se ha distinguido la política española en los últimos 35 años, ha sido en muchos casos, por la ineptitud, el fraude, la arbitrariedad y sobre todo, las tensiones territoriales por la falta de sentido del Estado.

Las grandes crisis políticas, siempre se han gestionado a dos niveles. Uno es el público, en el que solo se muestra el grado de confrontación. Otro, más oscuro, vergonzante y cenagoso, es el que se formaliza por debajo de la mesa, y que naturalmente, se oculta al confiado ciudadano que cree en la sinceridad y honestidad de los gestores.

No debe asustarnos la traición que logramos atisbar. Lo que debe producirnos pánico, es la traición encubierta, la que no solamente no alcanzamos a ver, sino siquiera imaginar que pudiera cometer quien se comprometió a defender y velar por la integridad de unos principios y valores consagrados por el acuerdo mutuo de una sociedad.

Pero la experiencia y la historia nos demuestran que siempre hay hombres que son —o aparentan ser— honrados toda la vida, y sin embargo, la culminan con un supremo acto de traición.

Pocos son los políticos fieles a su pueblo. La mayoría solo son leales a su provecho. Una vez que sus necesidades cambian, también lo hace su lealtad, si es que alguna vez la tuvieron.

El pasado día 10, el Catedrático de Economía en la Escuela de Ingenieros de Minas de la Universidad Politécnica de Madrid, Roberto Centeno, colaborador habitual de los diarios “El Mundo” y “Expansión”, y contertulio que fue en “La Linterna de la Economía” en la COPE, hizo públicas unas declaraciones, en las que:

̶  “según confidencia de un periodista que está muy conectado con Moncloa, PP y PSOE están ofreciendo a Puigdemont … un cambio de la Constitución que lleva los siguientes cinco puntos:

  1. La Constitución declara que Cataluña es una Nación, cosa … que jamás de los jamases Cataluña ha sido una Nación.

  2. Un nuevo modelo de financiación, igual al cupo vasco.

  3. Tener su propia agencia tributaria. Estas dos últimas cosas, cupo vasco y agencia tributaria, suponen un coste para los contribuyentes españoles de 60.000 millones de Euros.

  4. Garantía de cubrir sine die el déficit de las pensiones de Cataluña. Da igual lo que les pase a las pensiones del resto de España. Las catalanas tienen que estar cubiertas con preferencia a las del resto de España.

  5. Cataluña … tendría representación internacional como si fuera una Nación. Es decir: Cataluña tendría embajadas diferentes a las de España, y además estaría representada como Nación en todas las instituciones internacionales. A saber: Unión Europea, Eurozona, Naciones Unidas, etc., etc., etc.”

Según han hecho público otras fuentes, parece que hace tiempo que este proyecto se viene negociando ocultamente, entre las autoridades catalanas y las del Gobierno de la Nación. El punto en el que no se habían puesto de acuerdo, y que al parecer ha sido el motivo de que Puigdemont haya apretado el acelerador para presionar, es que los independentistas catalanes querían que esta reforma se hiciese por la vía exprés, es decir: aprobada solamente por las Cortes, como se hizo con la última enmienda llevada a efecto, sin que desde luego fuese sometida a un referéndum de todos los españoles, porque, casi con seguridad, correrían el riesgo de que la misma fuese rechazada.

Como el lector fácilmente puede comprender, si el proyecto, es o no cierto, es algo que ignoro, porque este modesto periodista, en estos momentos, no tiene conexión con Moncloa. Yo solo me hago eco de unas manifestaciones públicas, porque de ser cierto su contenido, son lo suficientemente graves como para que todos sepamos a qué atenernos, porque si tenemos en cuenta:

  • Las manifestaciones hechas por diferentes miembros del Gobierno español de que no habría referéndum sobre la presunta independencia de Cataluña,

  • Que los mozos de escuadra no cumplieron con el rigor exigido el mandato de las autoridades judiciales,

  • Que en el transcurso de la jornada del 1-O, la Policía Nacional y la Guardia Civil fueron atacadas por los partidarios del independentismo, agresiones en las que resultaron heridos varios cientos de integrantes de las fuerzas de seguridad del Estado, de los cuales 39 requirieron atención facultativa, mientras que solo dos nacionalistas fueron hospitalizados, uno de ellos por un infarto y una mujer que afirmó falsamente que las fuerzas del orden le habían roto los dedos uno a uno, cuando más tarde se descubrió que la verdad era muy otra.

  • Que por parte del Gobierno, se llegó incluso a permitir que la Policía Nacional y la Guardia Civil, tuviera que sufrir impunemente la humillación de tener que abandonar sus alojamientos por el acoso de los nacionalistas catalanes.

  • Que fue altamente sorpresiva y dolorosa la laxitud del Gobierno en el rebatimiento de la oleada de noticias falsas, difundidas a nivel internacional por los separatistas catalanes.

  • Que el Delegado del Gobierno en Cataluña y el portavoz del Gobierno, llegaron casi a pedir perdón implícitamente, por la actuación de las fuerzas del orden, ante unos hechos que no eran otra cosa que un acto de secesión.

  • Que el Secretario General del PSOE, Pedro Sánchez, ha manifestado reiteradamente la necesidad de reformar la Constitución para encontrar una fórmula con la que Cataluña se sienta cómoda en España.

  • Que a pesar de todos estos hechos, hasta el momento en el que escribo estas líneas, el Presidente del Gobierno se ha resistido numantinamente a aplicar el artículo 155, desoyendo la reiterada petición expresa del líder de Ciudadanos.

Es deber de todos y cada uno de nosotros, reflexionar sobre todo este cúmulo de delitos y despropósitos cometidos —hasta ahora impunemente—, por los separatistas catalanes, y quizás, por los que no siendo separatistas, con su pasividad, han permitido que lleguemos a la delicadísima situación en la que actualmente se encuentra España.

Llegados a este punto, convendría recordar a todos los partidos políticos, que se requieren muchos años para ganar la confianza de un pueblo, pero sólo unos segundos bastan para perderla. Lo que se tarda en decir sí, o no.

Sería inmoral perjudicar conscientemente a cuarenta millones de españoles, cediendo al chantaje de dos millones de disidentes.

Los españoles somos lo suficientemente fuertes como para llegar a soportar una maquinación como la que parece ser que pudiera estarse tramando, pero no lo suficientemente estúpidos, como para jamás perdonarla, y mucho menos, volver a confiar en quienes se atrevieran a cometer tamaña traición histórica.

Yo, ni quito ni pongo rey, pero sí digo, que si camina como un pato, grazna como un pato y nada como un pato, no le demos más vueltas: es un pato.

 

César Valdeolmillos Alonso