Cartas al Director

La historia sin complejos

 

“El enemigo más temible de la democracia es la demagogia”
Alfred Croiset
Traductor de griego antiguo nacido en Francia

 

César Valdeolmillos Alonso | 02.01.2014 


Hoy, los actos conmemorativos de la Toma de Granada por los Reyes Católicos, se celebran de nuevo entre las críticas de distintas asociaciones pro supuestos derechos humanos, que consideran la celebración como un hecho “insostenible en democracia” y un “efecto llamada” a grupos de extrema derecha “que suponen un riesgo para la convivencia democrática”.

Pues bien: ya va siendo hora de dejar de lado el acomplejamiento de no decir lo políticamente incorrecto y no dejarnos intimidar por los enmascarados falsos pacifistas, los colaboracionistas, los que empezaron ocupando cargos de alta responsabilidad con Franco y tras haber recorrido todo un arco político multicolor, ahora se sitúan en la izquierda radical, la extrema izquierda y todos aquellos que históricamente han sido los causantes de los mayores males sufridos por España, y mintiendo y falseando la historia, aprovechan cualquier excusa para provocar permanentemente la división y el enfrentamiento entre los españoles y el desprestigio del país.

Es hora de dejar muy claro que en el año 711, las tropas árabes y beréberes del noroeste de África cruzaron el estrecho de Gibraltar, derrotaron al ejército visigodo en la batalla de Guadalete y, en poco tiempo, se hicieron con el control de casi toda la península ibérica, hasta que los Reyes Católicos conquistaron en 1492 el reino de Granada. Es decir: que por medio de un acto violento; por la fuerza de las armas, los árabes invadieron nuestra casa y se mantuvieron en ella, nada menos que durante 781 años.

Es hora de decir alto y claro que la agresión al pueblo español, se produjo por parte del expansionismo árabe y que su expulsión fue totalmente legítima.

Es hora de denunciar sin complejos de ninguna especie el falseamiento que vienen haciendo de la historia aquellos que convierten el agua clara y cristalina de los ríos de nuestra historia, en charcas corrompidas y putrefactas.

Es hora de proclamar a los cuatro vientos que la arcadia dorada que nos pintan exaltando la convivencia pacífica de las tres culturas, es una milonga más falsa que un toro de cartón piedra.

Muy al contrario, la realidad es que La Península Ibérica fue sometida al Islam por la fuerza de las armas. Que una vez vencida una plaza, la población no podía abandonar la ciudad, perdía sus bienes, que pasaban a ser parte del botín y entraba en servidumbre al Islam y solo se les permitía conservar su forma de vida mediante el sometimiento al pago de impuestos que la ley musulmana imponía a los no musulmanes. Y esa era la convivencia pacífica que falazmente proclaman hoy aquellos que a toda costa, intentan convertir la riquísima Historia del país más antiguo de Europa, en una maloliente e infecta leyenda negra.

A quienes consideran que la celebración de hoy es algo “insostenible en democracia” yo les pregunto si es que un país, para ser demócrata, tiene que avergonzarse, ocultar y falsear su propia historia.

Y es hora de pregonar altamente y sin achicarnos que quienes se presentan como disfrazados pacifistas que pretenden hacernos renunciar a lo que nos es propio e imponernos por medio de la algarada callejera su ideología, no solo no representan a nadie más que a sí mismos, sino que constituyen tanto “riesgo para la convivencia democrática, como lo pueda representar la extrema derecha”.

Pero no nos engañemos. La verdadera razón que motiva esta actitud por parte de la izquierda, es su rancio anticlericalismo y su deseo de eliminar de la sociedad los valores que representa el humanismo cristiano, sin los cuales no se concibe la civilización occidental. Solo así podremos comprender que se pretenda magnificar los 781 años de dominación musulmana, mientras se trata de vilipendiar, difamar y destruir la significación de la conquista del Reino de Granada, para la recuperación de los valores perdidos.

Sin embargo, para bien y para mal, la historia es la que es, y no la que algunos hubieran querido que fuese.

César Valdeolmillos Alonso