COMPARTIENDO DIÁLOGOS CONMIGO MISMO

CUANDO VUELVA A MÍ SIN MÍ

 

Víctor Corcoba Herrero/ Escritor | 07.05.2015


Antes de habitar en el recuerdo,
mucho antes de recluirme en el olvido,
y antes de internarme en el no ser;
mucho antes de deshacerme de mí,
y antes de nadar en la nada de un lecho,
tan triste como abandonado;
aspiro a ser un latido que vibre y estremezca,
un cauce que encauce el mañana y el después,
una brisa que trascienda el alma y la encienda,
una poema que cautive el silencio y lo active,
un mar que encandile soledades y las alumbre,
un fuego que encienda  la eternidad con el amor.
Porque el amor es lo único que nos salva, ¡amémonos!

Vivir sin la luz es tan desolador como amargo.
Más allá de la ausencia, vivimos en la nostalgia.
Al vivir sentimos que nos tocamos y nos queremos.
Somos algo grandioso y glorioso como el verbo.
Sublimados por Dios, en Dios somos, por Él estamos.
Quiero perpetuarme en el verso, ser su poesía.
También deseo ser el abecedario de tus ojos
para dormirme en la mirada más humilde y recrearnos.
Quiero recogerme para ver y sentir que soy.
Al fin quiero querer conjugarlo todo,
el pasado con el presente,
la vida con lo que me resta por vivir para crecer.
Si nadie crece por uno, ¡tampoco nadie busca por uno!.

Nada hay más sublime que cohabitar,
que desvivirse por convivir,
que convivir para entenderse,
que entenderse, concebir y pensar.
Uno tiene que concebir un corazón
en otro corazón hasta fundirse con lo eterno.
Uno ha de pensar, aunque solo sea para hallarse
consigo, pues quien no quiere pensar es un ciego.
La peor ceguera es la que nos arruina el alma.
No hay más necio que aquel que no quiere percibir.
Tremenda la miopía que nos deja sin sentimientos.
Yo vivo con la esperanza de que cuando le hablo a Dios,
Dios me escucha siempre, ¡y siempre para redimirme!.

 

Víctor Corcoba Herrero
corcoba@telefonica.net
07 de mayo de 201
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