Diócesis
Sor Dolores y sor Rosario rompen estereotipos y renuevan sus votos cada año: su vocación, libertad y servicio marcan una vida de entrega plena
26/11/25
“El día que hice los votos, mi madre me dijo al oído ‘hija, estás a tiempo’”. Con esta frase rotunda, las religiosas Sor Dolores y Sor Rosario comparten su historia de fe, entrega y libertad personal. Su testimonio revela una vida consagrada sin ataduras externas, sino guiada por el deseo de servir a los más necesitados.
- Vocación y libertad: romper con los estereotipos
- Un decisión nada fácil
- Sus padres le apartaron de su vocación
- Admiración por las religiosas que visitaban su pueblo
- Votos temporales, entrega perpetua
- Fuente de felicidad y plenitud
- "Los Domingos": un debate social
Encuentro de Hijas de la Caridad.
Imagen: Hijas de la Caridad.
Vocación y libertad: romper con los estereotipos
Sor Dolores y sor Rosario, con sus 81 y 82 años respectivamente, son claras a la hora de definir su vida religiosa: “somos mujeres libres y felices”.
En una entrevista realizada por La voz de Galicia, rompen con muchos de los clichés tradicionales sobre las religiosas. Visten hábito, conviven, comparten misión… pero, por encima de todo, reafirmándose como personas capaces de pensar por sí mismas.
Sor Rosario comenta con humor cómo muchas personas las llaman “monjitas” de forma despectiva: un diminutivo que ambas usan con ironía, como si quisieran advertir al interlocutor de que no va a encontrar en ellas estereotipos.
Un decisión nada fácil
Su convicción no nace de imposiciones familiares ni de decisiones precipitadas. Fue una llamada profunda y casi irresistible hacia una vida de servicio y sacrificio: “Me inquietaban las necesidades que había en el mundo y sentía que quería hacer el bien en primera línea… me daba igual dónde fuese” recuerda sor Rosario.
La decisión de abrazar la vida religiosa no fue fácil para Rosario. Era joven, estudiaba Magisterio, tenía amistades, salidas, vida normal: una existencia que parecía cómoda y prometedora. Pero la llamada se hizo cada vez más insistente. Llegó a confesar su deseo en una carta: “quería hacer algo por los demás, quizá en misiones, allá donde hiciese falta”.
Sus padres le apartaron de su vocación
Cuando sus padres lo supieron, la reacción fue drástica: le ordenaron volver a casa, dejar los estudios y renunciar a su sueño. Le impusieron trabajar en un laboratorio clínico y cortaron cualquier vínculo con “curas y monjas”: un intento, dicen, de apartarla de su vocación.
Pero Rosario no claudicó. Con valentía, esperó cumplir la mayoría de edad, 21 años, hizo la maleta con discreción y, sin despedirse de nadie, se marchó. Así, con ilusión más que con certezas, dio el salto hacia lo que consideraba su verdadera vocación: servir a Dios y a los más desfavorecidos.
La separación, el silencio de su familia, el rechazo… todo formó parte de ese tránsito duro, de un camino de fe que exigió más coraje que comodidad. Pero ese riesgo valió la pena. Con los años, su madre volvería a abrazarla y —según Rosario recuerda— le dijo: “si eras feliz, abrázala”. Con el tiempo su padre también lo hizo, y acabaron “presumiendo” de su hija religiosa.
Admiración por las religiosas que visitaban su pueblo
Sor Dolores, por su parte, describe una historia menos dramática, más tranquila: creció en un entorno rural, en una familia de labradores, y ya de niña sintió admiración por las religiosas que visitaban su pueblo. Las veía cuidando niños, atendiendo ancianos… y eso le despertó un deseo profundo de entrega.
Con el paso del tiempo, sus estudios en educación infantil —en un colegio de Madrid— fueron el contexto en el que su vocación emergió de forma natural: “me di cuenta de que mi vida era entregarme a Dios para el servicio del pobre”. Su familia no puso reparos; entendieron lo que para ella tenía sentido.
Votos temporales, entrega perpetua
El compromiso de las Hijas de la Caridad difiere de muchas órdenes religiosas: sus votos —castidad, pobreza, obediencia y servicio al pobre— no son perpetuos, sino anuales. Cada 25 de marzo las hermanas los renuevan, y si en algún momento desean dejar la vida religiosa, son libres de hacerlo.
Para Dolores y Rosario esa forma de vida es parte esencial de su identidad. No están enclaustradas, no renunciaron a su libertad personal: decidieron voluntariamente ofrecer cada año su vida a Dios. En palabras simples: “Si tuviésemos cien vidas, cien vidas entregaríamos a Dios”.
Ese pacto con su vocación —no con un sistema, ni con fórmulas impuestas— es lo que da sentido a sus días: rezar, convivir, pero también servir. Atender al pobre, acompañar a enfermos, enseñar a niños, buscar consuelo para ancianos, aliviar soledades; esa es la misión diaria, la que entienden como imitación del Evangelio.
Fuente de felicidad y plenitud
Hoy, viven sus años en una comunidad de la orden en Marín (Pontevedra) compartiendo hogar con otras hermanas, en un colegio con niños. Desde allí continúan su misión silenciosa, alejada de los focos, pero con la convicción firme de que su entrega no es sacrificio oscuro sino fuente de felicidad y plenitud espiritual.
Sor Rosario y sor Dolores representan una forma de fe comprometida, libre y consciente. Su historia —la de dos mujeres normales que decidieron algo extraordinario— interpela a cualquiera: ¿qué estaríamos dispuestos a dar si creyésemos de verdad en una misión más grande que nosotros mismos?
Y más aún: ellas no pidieron permiso. No buscaron aplausos. Solo escucharon una llamada, creyeron en ella y respondieron. Con humildad. Con valentía. Con amor.
Hoy tú lees su historia. Pero ellas siguen adelante. Con esperanza. Con servicio. Con Dios.
"Los Domingos": un debate social
La conversación con sor Dolores y sor Rosario conecta también con el debate social generado por la reciente película Los Domingos, en la que una adolescente decide hacerse monja, provocando un terremoto emocional en su familia.
La cinta ha llevado a miles de personas a reflexionar sobre la vocación, la libertad y las decisiones que cambian una vida, asuntos muy presentes en el testimonio de estas religiosas. Durante la charla, sor Rosario —aficionada al cine— pregunta con curiosidad: «¿Cómo dices que se llama esa película de la monja joven de la que nos hablaste?», a lo que la periodista responde Los Domingos. Sor Dolores remata con humor: «A ver si la ponen en Pontevedra, que no todas vienen».
Su interés por verla refuerza la imagen que ellas mismas proyectan: mujeres libres, actuales, conectadas con la realidad y con la vida cultural, cuya vocación no las aísla del mundo sino que las invita a comprenderlo mejor.