Tribunas

¿Quién cree a la Conferencia Episcopal sobre la pederastia?

 

 

José Francisco Serrano Oceja


Asamblea plenaria obispos noviembre de 2024

 

 

 

 

 

 

Una vez más, concluida ya la Asamblea Plenaria de los obispos, el obispo Secretario General, monseñor César García Magán, salió a dar cuenta de lo que se había trabajado durante la intensa semana de sentada episcopal.

En el turno de preguntas de los periodistas, una vez más, la pederastia clerical volvió a ser el tema estrella, principalmente como interés de los medios generalistas, salvo excepciones de medios eclesiales de temática propia.

En varios momentos referidos a esta cuestión, a la hora de las respuestas, la sensación que percibí era la de que estaba ante quien se desgañitaba en intentar explicar todo lo que la Iglesia había hecho, que no es poco, en esta materia, frente a unos interlocutores que partían de unos presupuestos cognitivos que negaban la mayor del interlocutor. Prejuicios o sesgos contra realidad.

A saber, partían del supuesto de que la Iglesia nunca hará lo suficiente porque no hace lo que debe hacer. Es decir, no hace lo que los actores de este proceso, en este caso determinados medios, o incluso las asociaciones de víctimas, concepto éste genérico que habría que matizar, determinan que se deba hacer.

¿Se podría decir que la Iglesia en España no ha hecho lo que el Papa ha dicho que se haga sobre esta materia? No lo creo. Ni mucho menos. Incluso en algunos aspectos se ha adelantado, como la famosa Instrucción con los procedimientos.

Ahí entra en juego otro factor, el Estado, que es el Gobierno. Fijémonos en el titular de El País, periódico que lleva esta bandera como suya, del día siguiente a la rueda de prensa: “La Iglesia rechaza crear un fondo estatal para indemnizar a las víctimas”.

¿Acaso no hay una contradicción en el titular? ¿Desde cuándo la Iglesia es parte del Estado o sus decisiones se pueden considerar como estatales, entendido este concepto en el sentido, no de extensión referida a la geografía del Estado, sino a la naturaleza del Estado?

Claro, si pensamos, y ésta es una tendencia de fondo, que la Iglesia es una institución más que el Estado permite siempre y cuando haga lo que el Estado considere que deba hacer, que es solventarle determinados ámbitos de actuación, por ejemplo el social, pues la hemos liado.

Partamos de la base, que no dudo, de que en esta cuestión de la pederastia la Iglesia todavía tiene asignaturas pendientes. Podía pensar, por ejemplo, que no encuentro suficientes reflexiones, teológicas también, sobre los procesos de formación en determinados ámbitos.

Que quede mucho por hacer no quiere decir que lo que se ha hecho en la prevención, en la lucha, en el acompañamiento a las víctimas, en la reparación integral, no valga.

Por ejemplo, este concepto, esta realidad de la “reparación integral”, que es más que la económica, no ha calado. Sigue siendo un verso suelto que no se quiere entender.

En un momento determinado, cuando don César dijo que la Iglesia en España había dado muchos pasos, lo que parecía de verdad que estaba haciendo era una especie de reconocimiento de un fracaso, no de un proceso positivo de progreso incluso moral, no digamos nada normativo, sobre esta cuestión.

Que cuatrocientas mil personas en España hayan recibido ya formación en la prevención de abusos dentro de la Iglesia, no es un dato menor. Ya me gustaría saber cuántas personas han recibido esa formación o similar en los ámbitos de la educación del Estado.

En gran medida, esta percepción de lo que está pasando se debe al déficit de relato eclesial, de narrativa dominante mediática. Éste es un asunto que habrá que analizar en otro momento.

La Iglesia en España no ha conseguido que su narrativa sea una narrativa rectora, no diré sólo creíble. Da la impresión de que siempre va por detrás, al rebufo de lo que marcan otros actores del proceso.

En cierta medida se debe también a las discordancias, disonancias, internas, que es algo más y algo menos que pluralidad efectiva de enfoques. Todo hay que decirlo.

 

 

José Francisco Serrano Oceja