Tribunas

Nostalgia de Cristo Rey

 

 

Ernesto Juliá


Cristo Rey.

 

 

 

 

 

“Desde ayer está en otra realidad. Quizá en uno de esos universos paralelos de los que hablan los físicos. Unos universos con los que, al menos de momento, no hay modo de comunicarse. ¡Es una lástima!”.

Con estas palabras terminaba un artículo que leí hace años y en el que un ateo comentaba la muerte de una persona que había hecho manifestación pública de ser ateo.

Cuando lo leí vinieron en seguida a mi mente dos consideraciones semejantes de dos ateos. Una de Nietzsche, quien hablando tantas veces de la “muerte de Dios”, y no menos veces de su “superhombre” que tendría que afianzarse en la tierra más allá del bien y del mal; y eso lo conseguirían solo siguiendo las líneas de actuación del “superhombre”. Los que lo hicieran “pasarían al otro lado”.

La otra frase la encontré un día cuando mi mirada se paró ante una esquela funeraria. Los familiares del difunto dejaban testimonio expreso del ateísmo del fallecido. Y después añadían una recomendación al difunto: “Que camines en paz por las veredas del infinito”.

Las personas que se dicen ateas suelen afirmar que no piensan mucho en la muerte; y mucho menos en lo que nos podamos encontrar después de la muerte.

¿Con qué “otro lado” soñaba Nietzsche al pretender que su “superhombre” descansara plácidamente en él? ¿Qué clase de “infinito” imaginaban los parientes de aquel difunto?

Si el hombre se acaba con la muerte, ¿de dónde surge la ilusión, la imaginación de que descanse el “superhombre”? ¿Cuáles son esos “universos paralelos”, en los que soñaba el articulista de la muerte de la persona atea?

Si el hombre concluye su caminar en el cementerio, o lugares similares, ¿a quién se le ocurre pensar, imaginar, “caminos infinitos”?

El ateo que anhela erradicar a Dios Personal, único Dios, de su corazón y de su mente, da la impresión de no estar nunca convencido de haberlo conseguido del todo. Sin Dios, ni se explica la vida ni se explica la muerte. Y no le basta soñar con permanecer en “memoria de los hombres”, en los “anales de la historia”, en el “recuerdo de sus amigos”, etc. Y no encuentra, tampoco, ninguna razón para afianzar su espíritu en una cierta “atmósfera de eternidad”.

Últimamente ha surgido entre algunos ateos un clamor nostálgico añorando la presencia cristiana en la sociedad, añorando la Verdad de Jesucristo. Han visto que en una sociedad sin Dios lo único que crece es el egoísmo, el individualismo; y se han dado cuenta de que sobre semejantes cimientos nada se puede construir.

Esa nostalgia de un “bienestar cristiano”, ese sueño de “eternidad” abstracta le sirve al ateo para “auto-convencerse” de que con la muerte no desaparecerá del todo. Si el ateo es dios para sí mismo, necesita asentarse en un algo de “eternidad”, porque ha pasado su vida queriendo sustituir en su alma la presencia de Dios eterno, el Dios con el que no quiere encontrarse después de su muerte, para no darse cuenta de que todas las “sustituciones” que se ha inventado han sido falsedad, obscuridad, vacío, nada.

“Otro lado”; “universos paralelos”; “veredas del infinito”, “nostalgia del absoluto”, entretenimientos de la mente de una persona atea que quiere borrar de su perspectiva a Dios Personal, único Dios, porque pensar en ese Dios, que se ha hecho hombre, Jesucristo, le recuerda el Cielo y el Infierno; la realidad del mal y del pecado. Y le pone delante de su mirada la Verdad, y no esa verdad inventada por y para cada uno, que llena el alma de vacío.

Y si permanece en su ceguera, acabará no arrepintiéndose del pecado, y no descubriendo la belleza, la ternura, la grandeza del amor de Dios, que perdona, y que muere y resucita, para liberarnos del pecado y de la muerte eterna.

Hemos vivido estos días la fiesta de Cristo Rey, con la que la Iglesia cierra el año litúrgico. En el Evangelio hemos leído la respuesta de Jesucristo a Pilato: “Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la Verdad. Todo el que es de la Verdad escucha mi voz”.

Solo me queda desear que los ateos que tienen “nostalgia del cristianismo” para dar vida a una sociedad de concordia y paz, den un paso más, tengan nostalgia de Cristo, y descubran que es “el Camino, la Verdad y la Vida”.

 

 

Ernesto Juliá Díaz
ernesto.julia@gmail.com