Tribunas

Redescubriendo la Amistad

 

 

Ernesto Juliá


Amistad.

 

 

 

 

 

¿Qué es la Amistad, ese vínculo entre los seres humanos que vence todas las barreras, que deshace obstáculos de otro modo insuperables, que cambia la sensibilidad, el carácter? Hay autores que incluso llegan a considerar la amistad como la virtud por excelencia de la vida social, porque hace posible un trato amable y placentero con nuestros semejantes.

La amistad nace en la soledad del hombre; en el mismo centro de su alma; en la necesidad de comunicar su espíritu en diálogo afectuoso y confiado. El hombre no puede vivir solo ni perderse en el anonimato de una muchedumbre. Quizá pueden transcurrir años de su vida enfrascado en asuntos, negocios, cuestiones diversas que atraigan su atención y llene los espacios vacíos de su alma. Llega un momento en la vida de cualquier ser humano que comienza a mirar a su alrededor; y entonces, echará en falta una amistad, si se ve rodeado de indiferencia y de vacío ante su persona. Nadie se interesa lo más mínimo por él, y por lo que pueda sucederle.

El individualismo que se extiende a pasos agigantados en nuestro mundo occidental, lleva a hechos como los siguientes, que leí hace pocos años: una chica robada y apuñalada en un vagón del metro de Nueva York, ante la presencia pasiva de los demás viajeros. Se tuvo que defender sola y al fin, consiguió llegar a un hospital cercano. Un hombre muerto en un vagón de un tren que circulaba entre dos capitales europeas. Nadie se dio cuenta. Al llegar a su destino, los demás pasajeros se marcharon sin prestarle la más mínima atención. A la mañana siguiente el equipo de limpieza del vagón descubrió el cadáver.

Es cierto que sucesos semejantes pueden ocurrir en cualquier ciudad populosa, donde el anonimato es prácticamente ley de vida: pero también es cierto que sin amistad entre los seres humanos no es posible que se mantenga en pie una cultura, una civilización. No es Aristóteles el único que a su vejez reconoce que “la amistad es lo más necesario de la vida”. También el poco conocido corazón de Savonarola admite que “la amistad es de los bienes mayores y más dulces que el hombre puede tener en este mundo”.

En tantas ocasiones vemos desprestigiada la amistad. La figura del mejor amigo que hace traición a la confianza en él depositada, es argumento fácil en la literatura de todos los tiempos; hasta tantos proverbios y dichos que ponen en tela de juicio la fuerza y el valor de la amistad. Y, sin embargo, el amigo es un don de Dios: “Quien encuentra un amigo encuentra un tesoro”, nos dice la Escritura.

¿Quién es el amigo? Entretantos otros autores, Luis Cernuda lo ha dejado escrito en “la noche del hombre y su demonio”, de su libro “Como quien espera el alba”. “Amigo ya no tienes sino es éste/ Que te incita y despierta, padeciendo contigo”.  El amigo no agota su fuerza en hacer la vida “amable y placentera”; es una fuerza que nos sostiene en pie cuando estamos a punto de caer, y nos levanta cuando caemos. El amigo sabe alegrarse y sufrir con nosotros, y nosotros somos uno con él, en sus afanes y angustias.

El amigo es para el amigo no sólo el buen samaritano que no lo dejará nunca abandonado, sino hasta un buen cireneo que cargará con las desgracias de cada día, como si fueran propias, si la ocasión se presenta, que se suele presentar. Y puede ser también el mismo Cristo que empuja, que anima, que recrimina con paciencia y misericordia, porque ama. Así se entienden las palabras de que aquel que consideraba que todas las grandezas de este mundo no valen lo que vale un amigo.

Y es la amistad la relación profunda que el ser humano quiere vivir con su Creador, con su Redentor, con su Santificador; con Cristo, Dios y hombre verdadero.

 

 

Ernesto Juliá Díaz
ernesto.julia@gmail.com