Tribunas

Atentos a determinada “reactualización” de los Movimientos eclesiales

 

 

José Francisco Serrano Oceja


Francisco Javier de la Torre.

 

 

 

 

 

Que vivimos en un tiempo en el que determinados Movimientos y realidades de Iglesia están pasando por un proceso de, diríamos, reconfiguración de su lugar en el mundo vida eclesial, por citar a Husserl, es una obviedad.

En no pocas ocasiones esa reconfiguración no da la impresión de que se esté haciendo como fruto o consecuencia de dinámicas internas sino de externas, es cierto. Que también hay quien puede y debe tener la capacidad de incidir en las internas, también.

Pero me sorprendería que hubiera quien aprovechara este momento para, digámoslo en términos de mis alumnos, “sacar pecho”.

No voy a decir para pasar factura, sino para proponer un examen de conciencia, que supongo, estos Movimientos y realidades de Iglesia están haciendo sistemáticamente, por el hecho de estar en movimiento, por el hecho de ser “movimiento”, carisma, espíritu.

Entre otras razones por que ya no son nuevos, por que avanzan en la historia en ciclos generacionales que implican un proceso de revisión, o vuelta permanente y renovación del carisma.

No creo que tenga que ofrecer más argumentos sino remitir al lector o lectora a las teorías clásicas de la sociología de la religión.

Por eso me han sorprendido algunas afirmaciones que hace, en el último número de la revista de los jesuitas en España, Sal Terrae, el profesor de Teología Moral de la Universidad Pontificia Comillas, Francisco Javier de la Torre, en su artículo “Los grandes movimientos del siglo XX y su reactualización”.

Siguiendo un esquema meditativo, en la última parte plantea quince puntos de meditación.

Para no cansarles les pongo dos ejemplos. Dice este autor, en el segundo punto, que “hay que pensar si algunos movimientos han ayudado a evangelizar la cultura en que nos movemos todos, hacer más creíble y razonable el mensaje cristiano y cuál ha sido la presencia pública que han propuesto. En general, no han logrado convertir a alejados, no católicos o ateos. En gran parte no han ayudado a tender puentes con la cultura secularizada y posmoderna y no han ayudado a los alejados a hacer comprensible y plausible la experiencia cristiana (que es locura, pero también cordura)”.

Prefiero no añadir ningún comentario. Lo iba a hacer ahora como director que fui del Congreso “Católicos y Vida Pública” para referirme a la propuesta de presencia pública.

Tercer punto. “(…) Algunos movimientos tienen que reflexionar cuánto han exagerado el carisma particular o la absolutización del propio movimiento y cómo ha afectado a su identificación con la Iglesia. Algunos movimientos, por sus grandes diferencias, no han sabido convivir bien en la Iglesia (unos más elitistas y otros más participativos y dirigidos a clases medias y bajas, etc.). Benedicto VI llamó a la cohabitación y consocio bajo el mismo techo. Los movimientos, no siempre, han sido escuelas de comunión”.

Lo dejo aquí. Y así hasta 15.

 

 

José Francisco Serrano Oceja