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¿Son necesarios los teólogos?

 

¿Por qué la Iglesia, desde sus inicios, ha necesitado teólogos? ¿No es suficiente tener fe? ¿Y por qué volver siempre sobre las mismas cuestiones a lo largo de los siglos? El P. Bernard Sesboüé, teólogo, explica en qué consiste su trabajo.

 

 

09 sep 2020, 10:37 | La Croix


 

 

 

 

 

Sophie de Villeneuve: Un internauta del portal Croire.com nos pregunta: «¿La Iglesia necesita teólogos?»

Me preocupa un poco esta cuestión, pues parece que da a entender que la teología no le interesa a nadie, y que hay personas para profundizar en cuestiones muy complicadas, cuando podríamos muy bien pasar de ellas. Creo que es un signo de que el contenido de la fe ya no interesa. Y de que el trabajo de los que intentan interpretar la fe, volver a traducirla, darla a entender –trabajo que siempre debe hacer cada nueva generación–, en el fondo, la Iglesia no lo necesita. ¿Pero qué sería de una Iglesia que dice a los teólogos que su trabajo no le interesa? Querría decir que todas las afirmaciones de la fe serían repetidas como las palabras de un loro y poco a poco perderían su sentido. Pero nosotros sabemos qué difícil es dar a entender el sentido real de las afirmaciones teológicas o doctrinales. Una fe que se conforma con la repetición, al final podría afirmar cualquier cosa, que no molestaría a nadie. Que haya tres personas en la Trinidad y no cuatro, ¿qué importancia puede tener?

 

Puede que detrás de esta cuestión un poco impertinente, esté la idea de que la teología complica las cosas. ¿Es verdad?

Quizás ha sido verdad en otros tiempos, sobre todo el de la nueva escolástica del siglo XIX, de la que todos somos herederos. Se puede pensar que plantea cuestiones inútiles.

 

¿Qué es la escolástica?

En la historia de la Iglesia, se distingue la teología de los Padres de la Iglesia, de los siglos I al VI o VII. Después, en la Edad Media, se desarrollaron un cierto número de escuelas de teología, y se pasó a una teología que ha evolucionado de manera más científica, pero también más escolar. Esta teología escolástica ha dominado la Edad Media en un esfuerzo de exposición y de reflexiones muy interesantes. En el siglo XVI se consideró que ya se había especulado suficientemente y se volvió a la historia, en particular con una teología de controversia entre católicos y protestantes. Las cuestiones se planteaban a nivel histórico: ¿qué Iglesia puede considerarse la verdadera heredera de la Iglesia primitiva? El siglo XVIII ha sido para la teología un siglo de vacío, mientras que fue el gran siglo de la filosofía, en particular con el idealismo alemán, Kant sobre todo, que renovó la manera de pensar. En siglo XIX hubo una renovación teológica con la escuela alemana de Tubinga. A mediados del siglo XIX, el papa León XIII quiso relanzar una teología escolástica nueva. La teología envejecida de los siglos XV y XVI ya planteaba cuestiones inútiles, que en el siglo XIX se había convertido en mera repetición teológica separada de una fe más popular. Al contrario, el siglo XX ha sido un siglo teológico muy importante. En Francia ha habido grandes teólogos, entre los dominicos y en los jesuitas, con Congar, de Lubac y otros muchos. Han planteado una nueva teología. Por mi parte, yo he escrito una historia de los dogmas entre 1992 y 1996. ¡No había ninguna en Francia desde 1907! Y había habido muchas novedades en la comprensión e interpretación de los dogmas.

 

Verdaderamente, necesitamos teólogos para conocer y comprender el contenido de nuestra fe…

Yo creo que no se tiene el derecho de decir a los otros lo que uno mismo no comprende claramente. Pues en ese caso se emplea un galimatías que los otros no pueden comprender. Esto también es válido para los padres que hablan de su fe a sus hijos. Si el niño plantea una cuestión de la que el adulto no comprende su pertinencia, debe responderle: «Es una cuestión difícil, voy a informarme y te responderé más tarde».

 

¿Quiere esto decir que la Iglesia necesita a los teólogos para redefinir el contenido de la fe en cada época?

¡Claro! Por eso es muy importante la cuestión del vocabulario. El lenguaje de la teología no puede no evolucionar, debe preocuparse de que sea entendido. La pena es que ha habido una especie de ruptura, de la que la teología escolástica es un poco responsable, entre la ciencia teológica y la fe popular. A menudo, los sermones que oímos son piadosos, pero no bastante teológicos. No responden a las cuestiones que la gente se plantea pero que no se atreve a plantear.

 

¿Sin la teología, nuestra fe se reduciría a una forma de piedad?

Sí. Y una piedad que no tendría sentido. No se puede pedir a un hombre o a una mujer de buena voluntad que busca el sentido de su existencia, que abrace algo que no comprende. El drama de nuestra época es la pérdida de sentido. Paul Ricœur ya lo había dicho en los años 1970: cuando disponemos de más medios de comunicación, de procedimientos científicos, perdemos el sentido de los fines. El malestar de nuestras vidas se encuentra en la falta de objetivo y de sentido. Y yo diría que, actualmente, la gran responsabilidad de la Iglesia es intentar volver a dar sentido a la vida. Que nuestra vida no sea una secuela de pequeñas satisfacciones pasajeras. Es normal desear ser feliz y vivir lo mejor posible. Pero, como decía Lévi-Strauss en una transmisión televisiva, o bien el sentido está en el hombre, o bien el hombre está en el sentido. A mí me parece que el hombre está en el sentido.

 

Usted ha hecho de la teología su vida, ha escrito muchos libros que han sido útiles para muchos cristianos de hoy. ¿La teología le ha hecho feliz?

Sí, pues me ha permitido responder a un cierto número de cuestiones que no veía claras en un principio.

 

 

P. Bernard Sesboüé, jesuita, teólogo, autor de Introduction à la théologie, histoire et intelligence du dogme (Salvator). Declaraciones recogidas por Sophie de Villeneuve en el programa "Mille questions à la foi" en Radio Notre-Dame.

 

Imagen: P. Henri de Lubac