Biblia

 

¿Qué lugar le da la Biblia a la memoria?

 

La memoria, clave para la vida espiritual. El papa Francisco insiste a menudo sobre la importancia de la memoria en la vida espiritual. Esta invitación a no olvidar el pasado recorre toda la Biblia.

 

 

08 jul 2020, 07:19 | La Croix


 

 

 

 

 

«El recuerdo está en el centro de la antropología bíblica, lo que se encuentra desde el relato de la Creación», enseña el rabino Philippe Haddad (1). Por ejemplo, la raíz hebrea zkhr ha originado tanto el verbo «recordar» como la palabra «masculino» y asimismo describe el cincel que graba en el mármol. En cuanto a la palabra hebrea para «femenino», significa «apertura al futuro». «El humano, explica Philippe Haddad, es también el que recuerda y se abre a las perspectivas del futuro». Según la antropología bíblica, «la memoria es fundadora de la identidad humana y no hay un hombre sin memoria».

En la Biblia judía, el verbo «recordar» está presente no menos de 169 veces. A menudo se trata de un requerimiento dirigido a Israel: «Recuerda el día del sábado para santificarlo» (Ex 20, 8), «Recuerda que fuiste esclavo en el país de Egipto y que Yahveh tu Dios te rescató de allí» (Dt 24,18) o también «Recuerda a tu Creador en tus días mozos, mientras no vengan los días malos» (Qo 12, 1).

Pero a veces es Dios mismo quien está llamado a recordar. Se trata de una oración muy frecuente en el Antiguo Testamento: «Acuérdate de mí, Yahveh, por amor de tu pueblo» (Sal 105, 4), «¡Ah, Yahveh! Dígnate recordar que yo he andado en tu presencia» (Is 38, 3), «Señor, acuérdate de mí y mírame» (Tb 3, 3). «Dios y la humanidad tienen una relación amorosa, explica Philippe Haddad. Cada uno está en su exilio y espera que el otro no lo olvide, como el amado le suplica a su amada, y viceversa, que mantenga su recuerdo en los momentos de separación». 

Como se refleja en estas súplicas, en el momento en que Dios y el hombre se reencuentran, la Virgen María exclama convencida en su Magníficat: «(el Señor) socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre» (Lc 1, 54-55). También dijo esta frase a su prima Isabel, casada con Zacarías, cuyo nombre significa «Dios se acuerda».

Aunque el requerimiento de recordar está menos presente en los Evangelios que en el Antiguo Testamento, también se encuentra en la última oración dirigida a Jesús antes de su muerte en la Cruz. «Jesús, acuérdate de mí cuando entres en tu Reino», le ruega el buen ladrón al Cristo crucificado a su lado (Lc 23, 42). Con esta oración, el buen ladrón muestra que realmente reconoce a Jesús como el Hijo de Dios.

 

¿Recordar es volverse hacia el pasado?

En su glosario, la Conferencia Episcopal de Francia detalla que recordar «es acordarse, y no solo recordar el pasado, sino hacerlo presente». Así es como debe entenderse la frase de Cristo repetida en la fórmula de la consagración: «Haced esto en memoria mía». «Cuando la Iglesia celebra la Eucaristía, explica el Catecismo de la Iglesia católica, hace memoria de la Pascua de Cristo y ésta se hace presente: el sacrificio que Cristo ofreció de una vez para siempre en la cruz, permanece siempre actual».

Aunque esté vinculada al presente como lo recuerda la fórmula sacramental, la memoria también es inseparable del futuro. En un libro de entrevistas publicado en 2001 (2), Mons. Hervé Renaudin, ex obispo de Pontoise (Val-d'Oise), explica que «lo que está en juego, en la memoria, es mucho más el futuro que el pasado La memoria está vinculada a la esperanza, se abre a lo que viene». En el prólogo que escribió para un libro sobre el terremoto de Amatrice (Italia) de 2016, el papa Francisco no dice otra cosa: «Recordar no significa cultivar la nostalgia por lo que fue, no significa estar cerrado en la tristeza y el miedo. En la historia que sigue adelante, hay, junto con la nostalgia, una esperanza para el futuro».

Para los creyentes, esta esperanza se remonta a Abraham y la promesa que Dios le hizo, la promesa de la victoria de la vida sobre la muerte. «Esta memoria, explica la encíclica Lumen fidei (2013) firmada por Francisco pero escrita en gran parte por Benedicto XVI, no se queda en el pasado, sino que, siendo memoria de una promesa, es capaz de abrir al futuro, de iluminar los pasos a lo largo del camino. De este modo, la fe, en cuanto memoria del futuro, memoria futuri, está estrechamente ligada con la esperanza».

 

¿Cómo sirve la memoria a la vida espiritual?

«Hacer memoria también nos recuerda que no somos nosotros quienes elegimos: todos fuimos elegidos en la Alianza de Dios», continuó el Papa en la misma homilía. Así es como a menudo insiste en el deber de los cristianos de recordar la fecha de su bautismo, fecha de la inscripción de esta elección por Dios.

Para el papa Francisco, la memoria también es «la medicina contra la dureza del corazón», como explicó durante su homilía en Santa Marta el pasado 18 de febrero. «Cuando el corazón se endurece, se olvida... Se olvida la gracia de la salvación, se olvida la gratuidad. El corazón duro lleva a disputas, lleva a guerras, lleva al egoísmo, lleva a la destrucción del hermano, porque no hay compasión». La memoria, nos exhortaba, es por lo tanto una «gracia» que debemos pedir en la oración, porque «mantiene el corazón abierto y fiel». «Es la humildad, aseguraba el Papa, la memoria de nuestras raíces y de nuestra salvación lo que nos ayudará a mantener (...) un corazón abierto y compasivo». 

En otra homilía, del 14 de octubre de 2014, Francisco subrayó que no había que tener una memoria selectiva de nuestra historia y que era necesario hacer un verdadero examen de conciencia, sin olvidar nuestros pecados. «Hacer memoria de nuestra vida significa dar gloria a Dios», aseguraba, y en especial «recordar nuestros pecados, de los que el Señor nos ha salvado, significa dar gloria a Dios». Por eso, según él, «nos viene bien rezar con nuestra historia».

 

Xavier Le Normand

 

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(1) Autor de numerosas obras, la última de ellas titulada Petit lexique pour comprendre la Kabbale et les kabbalistes, Erick Bonnier, 97 p., 9 €.

(2) La Vie, entrée libre, Bayard, 180 p.