Tribunas

La dignidad del niño no nacido

 

 

Juan José Corazón Corazón
Sacerdote, Doctor en Derecho Canónico, Doctor en Derecho


 

 

 

 

Desde hace ya mucho tiempo, debido, lamentablemente, a la permisividad de las legislaciones de muchos estados, nos obligan a convivir con una idea, que es una imposición, de que abortar un niño es lo mismo que quitarse un grano del cuerpo.

El problema es que el grano no posee ninguna dignidad propia. Sin embargo, el niño, que ya vive, posee exactamente la misma dignidad que cualquier otro ser humano; la misma que posee aquél o aquella que, por depender de él o ella, le puede matar.

Dicen que la ley del aborto no es una imposición y que la mujer que no quiera abortar es libre de no hacerlo. El engaño del argumento es que la imposición no es para la mujer o el hombre cuya vida ya está, más o menos, resuelta y asegurada. La víctima de tal imposición es el niño que ya vive y, ante su indefensión, se le dice: no quiero que sigas viviendo.

Se trata de una argumentación radicalmente contraria a la dignidad del ser humano y no tiene en cuenta, para nada, que lo más valioso que poseemos los hombres y las mujeres es, precisamente, nuestra propia dignidad de ser seres humanos; y, en consecuencia, la obligación universal del respeto al primer derecho que se deriva de tal dignidad: el derecho a la vida y a seguir viviendo.

Un niño, aunque esté en el seno de su madre, ya es un niño. Con su personalidad propia y única, aunque su personalidad sea aún muy pequeñita e incluso ínfima; y su ser, tal como es, va creciendo y desarrollándose. Esto lo saben bien las madres y los padres.

No se puede negar el valor de la dignidad humana de su ser por el hecho de estar y crecer en el seno de su madre, porque si, por avatares de la vida, ¿cuándo tenga tres, nueve, doce años, que también va creciendo y desarrollándose, depende, por ejemplo, de una silla de ruedas, alguien le negaría su propia dignidad?

Además, ya está en el mundo. Forma parte del mundo real. Al comenzar a existir se ha convertido en dueño del mundo junto con todos los demás hombres y mujeres. Nadie debería arrogarse el derecho a privarle de lo que ya es suyo.

El grano, ni tiene personalidad, ni derecho alguno en el mundo e irrumpe en la vida de las personas como un enemigo que hay que extirpar ¿Debemos seguir soportando la consideración de que es, también así, el niño VIVO aún no nacido?

Hay algo muy grande en tener un hijo y es que, Dios, hace al hombre y a la mujer grande, porque le deja participar en la obra de su creación de un nuevo ser humano.

 

Juan José Corazón Corazón