Colaboraciones

 

La palabra de los especialistas

 

 

30 marzo, 2020 | por P. Fernando Pascual


 

 

 

 

Un especialista ha afirmado que esta gripe será muy grave. Otro especialista dice todo lo contrario. Un tercer especialista confirma, muy seguro de sí mismo, que las investigaciones pronto alcanzarán una vacuna.

Cuando la prensa, la radio, la televisión, y millones de páginas de Internet citan a especialistas, lo hacen por un motivo tan viejo como el hombre: porque suponemos que hay personas que tienen un buen conocimiento sobre ciertos temas.

Esa suposición está íntimamente unida a otra: entre los seres humanos unos saben más y otros saben menos. O, lo que es lo mismo, si quieres conocer mejor algo acude a quien tenga ciertas garantías de ser un buen conocedor sobre el asunto.

Los problemas surgen cuando hay especialistas que afirman una cosa y otros la opuesta. O cuando un especialista en un tema habla sobre otro tema que no es de su competencia. O cuando alguien es identificado como especialista cuando, en realidad, no merece tal nombre (al menos respecto del argumento sobre el que es interpelado).

Estos problemas, y otros que podrían añadirse, no quitan la importancia que tiene el recurso a los especialistas. Por eso se les da la palabra. Reciben entrevistas. Publican libros y artículos catalogados como serios o científicos.

En el fondo, y a pesar de teorías que defienden el relativismo, los seres humanos tenemos un deseo insuprimible por conocer la verdad, unido al reconocimiento, obvio, de que no todos están cerca de la misma.

Ese reconocimiento, sobre el que tantas veces hablaban Platón y Aristóteles, llevó en el pasado a un aprecio notable hacia las “autoridades” (un término que tiene ciertas relaciones con “especialistas”).

Autoridades, especialistas, sabios, hombres y mujeres dedicados a la investigación, ocupan un lugar importante y tienen responsabilidades más o menos importantes a la hora de ayudar a otros a identificar remedios, a resolver problemas, a afrontar crisis, y a satisfacer esa curiosidad que caracteriza a la especie humana sobre una infinidad de argumentos.

Desearíamos encontrar especialistas de verdad en los diversos foros y escritos: hombres y mujeres que unan la competencia a la honradez, la claridad con la precisión, la apertura a otros especialistas y el deseo continuo de mejorar sus conocimientos.

Porque un buen especialista también se caracteriza por la humildad que es propia de quien sabe distinguir entre lo que sabe y lo que no sabe, lo que es seguro y lo que todavía necesita mayores estudios, lo que es una etapa provisional en el camino de la ciencia y lo que puede ser considerado más o menos definitivo.

La palabra a los especialistas: los necesitamos. A esos especialistas, los de verdad, queremos escuchar ante tantos interrogantes y problemas (economía, medicina, técnica, ecología, y muchos otros ámbitos del saber) que necesitan ser iluminados con la voz y las letras de quienes más han avanzado en el camino humano que nos acerca hacia la verdad.