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¿Cómo hablar de Dios a los que no creen en Él?

 

A veces es difícil hablar de Dios con compañeros, amigos o en familia, sobre todo cuando no comparten nuestra fe.

 

 

15 mar 2020, 21:34 | La Croix


 

 

 

 

 

Sophie de Villeneuve: una cuestión se nos plantea a muchos de nosotros, que nos relacionamos, también con miembros de nuestra familia, con personas que no comparten nuestra fe. ¿Sería necesario no abordar nunca esta cuestión?

Anne Lécu: Es complicado. Hablar de Dios no es hablar de un concepto, es hablar de alguien. Entonces, dependerá de la relación que se tiene con ese alguien. Es un poco como cuando se habla de un amigo a otro amigo. Es más fácil hablar de un amigo a quien se ve con regularidad, que de un amigo lejano del que no se sabe mucho.

 

Entonces, cuanto más personal, frecuente e incluso íntima sea nuestra relación personal con Dios, ¿mejor se les puede hablar a los otros?

Sí. Pero eso también depende de la calidad de relación que se tiene con los otros. Es más fácil hablar a amigos de nuestros amigos que a personas que no se conocen. Hablar de Dios a desconocidos no tiene gran interés. Al contrario, hablar de Dios, que es relación con una persona, con quien se tiene una relación real, es posible.

 

Esto supone que se tenga delante personas que aceptan que se les hable de eso…

Si ellos no hablan, yo no hablo. Pero no me escondo. En concreto, a mis compañeros de trabajo les digo que no trabajo tal o cual día porque es una fiesta religiosa, y con el tiempo, se plantean preguntas: «¿Pero qué fiesta es esa?», «¿Por qué el 15 de agosto es fiesta?». Es una oportunidad para explicárselo.

 

¿Saben que es usted religiosa?

¡Claro! Y son muy respetuosos. Nunca nadie ha dado muestras de desprecio o se ha burlado de mi estado. Las personas están intrigadas, sin duda, pero como existe una relación, profesional en este caso, es la ocasión que tienen para profundizar esas cuestiones con alguien que les es cercano, en vez de ir a buscar un desconocido. Jóvenes mamás que quieren bautizar a su hijo por ejemplo, cuyo cónyuge no es creyente, y ellas mismas un poco alejadas de la Iglesia, no irán a buscar a su párroco, al que no conocen. Empezarán por hablar conmigo: «¿Qué piensas tú? ¿Qué debo hacer? ¿Es verdad que si mi hijo tiene 5 años tiene que hacer 2 años de preparación?». Se habla de ello, y según el lugar donde viven, les envío a alguien que conozco…

 

En resumen, ¿es usted una especie de intermediario?

¡Sí, como cada uno de nosotros! Ser religiosa no cambia nada, cualquier creyente puede hacer lo mismo.

 

¿Alguna vez habla de Dios con sus pacientes?

No, porque con mis pacientes me sitúo en un campo terapéutico; la consulta médica no está hecha para eso.

 

Pero, fuera de la consulta, ¿puede tener conversaciones más personales, más íntimas con los detenidos?

Sí, pero no en ese ámbito. Las personas saben distinguir muy bien los ámbitos. Saben que yo soy religiosa, pero para hablar de Dios irán al capellán.

 

Entonces, para hablar de Dios con no creyentes, hay que sentir que puede pasar algo…

Sobre todo, no hay que ir con una bandera para imponer un punto de vista, ni con un sentimiento de superioridad de quien sabe frente a quien no sabe. Cuando hablo de lo que creo, yo siempre digo que soy como todo el mundo con todo el mundo, en búsqueda. Todos nosotros buscamos, y de maneras diferentes. En mi caso, mi búsqueda se da en la Iglesia católica, y continúo buscando a Dios; no estoy totalmente segura de haberlo encontrado. Creer es esto: continuar a buscar, a veces en la noche, a veces en la claridad, y con otros.

 

¿Le ha sucedido, en sus discusiones con amigos, que se le hagan reproches a propósito de la Iglesia?

Evidentemente. Pero eso no es grave, porque eso no es el núcleo de la fe. El núcleo de la fe es el Evangelio y es Jesucristo. Si se me habla de problemas institucionales de tal o cual lugar, no los negaré, y si no los conozco, no los juzgaré. Todos somos pecadores, somos una Iglesia con los brazos rotos y esto no es de hoy, y no es una preocupación. Lo más profundo del Evangelio es que Jesucristo ha elegido vivir la vida de los hombres para estar de su lado sea lo que sea que hayan hecho. Más aún, ha elegido morir al lado de los culpables para ser asimilado a los culpables. ¿No estamos a la altura? Ha venido precisamente por esto. No tengo ningún problema de decir que sí, que la Iglesia es pecadora, que no, que no hace todo como sería necesario, que eso ha sido siempre así y que mañana todavía será así. No es obstáculo para estar unido a la figura de Jesucristo.

 

¿Distingue entre la Iglesia institución y su fe que se abstrae de los problemas?

Mi fe no se abstrae de ninguna manera de los problemas. Al contrario, distinguir es reconocer que los problemas existen. Esto no es hacer como si todo fuera bien y como si viviéramos en un régimen de cristiandad. Muchos sabemos cuántos están vacías nuestras iglesias, y esto hay que afrontarlo. Podemos afrontar la realidad según la medida de nuestra mirada al misterio pascual. Lo real es la muerte de Cristo. Que haya muchas pequeñas muertes en nuestras vidas es absolutamente normal. Sin embargo, confesamos que Jesucristo ha muerto y resucitado, lo que significa que su manera de vivir, sin reservarse nada de su vida, y el amor que da, no mueren. El amor no muere con la muerte de Cristo. El amor que da hasta el final hoy continúa dándonos fuerza. Es esto, la esperanza de la resurrección, y es necesario que eso se encarne hoy de verdad en nuestras vidas. Si mirando las cosas de frente, sin fingimientos ni rodeos, decidimos seguir esperando y trabajando con otros para que el Evangelio sea anunciado, es decir, para que las personas oigan que sí, que es verdad, que Cristo no juzga, entonces no habremos perdido el tiempo.

 

La cuestión era: ¿Se puede hablar de Dios? Y usted me habla de Jesús… No es exactamente lo mismo.

Yo creo que es exactamente lo mismo, si no, no seríamos cristianos. Porque nosotros confesamos que Jesús es al mismo tiempo hombre y Dios. Jesús dice en el Evangelio de Juan: «Quien me ha visto a mí ha visto al Padre» (14,9), «Yo soy el camino y la verdad y la vida» (14,6). Como cristianos no tenemos otro camino para ir a Dios más que Jesucristo.

 

Esta imagen de Dios que nos propone, está impregnada de su espiritualidad dominica, de su vida religiosa… Pero, ¿cuál es la imagen de Dios que mejor “pasa”?

¡No tengo ni idea! Y me da igual. En la amistad, cada uno tiene una relación particular con sus amigos. Yo creo que Cristo tiene una relación particular con cada uno de nosotros, que nosotros establecemos a nuestra manera y él a la suya. Esta relación está caracterizada por mil cosas: yo soy francesa, vivo en el siglo XXI, soy dominica… La cuestión no es lo que “pasa” o no “pasa”, sino saber quién es Jesucristo para mí.

 

A los que se preguntan cómo hablar de Dios, ¿les diría que comiencen cuidando su relación con Jesús?

Les diría que fueran sencillos, que respondan a las cuestiones que se les plantea de todo corazón, sin tener miedo de equivocarse y decir de verdad quién es Jesús, este amigo, para ellos. Y eso es todo.

 

¿Evitar entrar en detalles, con palabras complicadas?

Usted puede entrar en todos los detalles que quiera, porque es verdad y porque lo dice usted. Y no definiciones aprendidas de memoria, conceptos o dogmas que ni siquiera ha comprendido. Quizás tenga la impresión de no estar a la altura, pero Cristo ha venido precisamente para que ya no haya altura…