Tribunas

Algo no encaja en el caso de los Heraldos del Evangelio

 

 

José Francisco Serrano Oceja

 

 

 

Algo no me encaja en la decisión de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada, et alii, de “comisariar” a los Heraldos del Evangelio. Quizá sea por falta de una información que el Decreto no revela, ni quizá tenga porqué revelar. Tengo que advertir que ya que me llevé más de un revolcón con el caso de Maciel, ahora no pongo la mano en el fuego por nadie. Ni por mí mismo. Y, si no, que le pregunten a mi confesor.

Vayamos al caso. Está claro que las causas oficiales por las que se nombra un Comisario y su equipo –por cierto, me dicen que el designado ahora conoce bien a los Heraldos, con lo que algo han ganado- están descritas en la noticia oficial de la agencia del Vaticano: “a deficiencias en el estilo de gobierno, la vida de los miembros del Consejo, el cuidado pastoral de las vocaciones, la formación de nuevas vocaciones, la administración, la gestión de las obras y la recaudación de recursos”.

Si quieren que les diga, me parecen muchos motivos y ninguno, es decir, tantos que no hay uno de peso, peso. A no ser que no sepamos la verdad última. ¿Pero no habíamos quedado que lo que se llevaba en este momento es el pluralismo en cuanto al cuidado pastoral de las vocaciones, enfoques vocacionales, modos vocacionales, gestión de las obras?

Para añadir más argumentos de razón, les puedo asegurar que si hay una realidad de obras plural son los Heraldos. Que se lo digan, por ejemplo, a los que están trabajando en las misiones, o a los que sirven en diversas Nunciaturas por el mundo.

No puedo negar que conozco, no diré bien, sino suficiente, a los Heraldos en España. Incluso me atrevería a decir algo sobre la positiva percepción que de los Heraldos tienen nuestros obispos, según confiesan en público y en privado. Si les hubiéramos hecho una encuesta sobre qué aducirían de objetable en los Heraldos, creo que ninguno, bueno, muy pocos, hubieran contestado esos motivos. Por lo tanto, ¿será un problema de Brasil, de otro, u otros países?

Pongo otro ejemplo. Dicen que en la visita apostólica previa llamó mucho la atención que las jóvenes consagradas no tuvieran televisión y no se pasaran horas conectadas a Internet. Les puedo asegurar que, si es así, lo que tenían es que darles un premio por instaurar las nuevas formas de vida de lo que ahora está de moda en el mundo de las tendencias en comunicación, la “dieta digital”.

No voy a entrar a analizar cada uno de los motivos aducidos, ni a referirme a los que no se aluden, pero que casi todo el mundo tiene en mente cuando recibe una noticia como ésta, los abusos sexuales, de poder o de conciencia, que son la trilogía penal de moda en la Iglesia. Y ese es el problema, que estamos en el mundo de la sospecha.

Comparar esta decisión con la tomada con los Legionarios de Cristo o con otras instituciones me parece peligroso. Ah, y hablando de derecho penal, creo que este pontificado ha puesto de moda un instrumento que antes casi no se usaba.

Propongo una tesis. La causa, y no sé si el motivo de la intervención, es una condena estética. No hablo solo de los hábitos, del estilo militar, más que militar de Orden al modo de las medievales. Por cierto, cuando ahora está de moda en España pertenecer a la Orden del Santo Sepulcro, a la de Calatrava, a la de Malta, incluso entre los obispos, con sus capas, uniformes… Condena estética por el hecho de que esta Asociación de Fieles, - he leído que pública, aclarémonos, ¿privada o pública?- tiene un origen, una raíz y una historia que para algunos es un pecado original.

Y además es deudora de un carisma con unos fines que parece que ponen nerviosos a no pocos. Fines, por cierto, que están en la propia naturaleza de la doctrina de la Iglesia y que tienen que ver con Cristo, la Eucaristía y con la Virgen María, con la Doctrina social. Imagínense. Como la memoria es flaca por estos lares, permítanme recordar las muestras de afecto no solo de Juan Pablo II y de Benedicto XVI –el gran iniciador de la limpieza reformadora de la Iglesia- hacia los Heraldos. Bueno, mejor no lo voy a hacer ahora.

El problema de la situación de las recurrentes noticias de comisariados y visitadores/as, en determinados institutos de Vida Consagrada, siempre de un mismo perfil, es que van a dejar de ser creíbles en cuanto a su razón en sí.

Es más, si de escándalos hablamos, hay que tener en cuenta el escándalo que esta decisión, o similares decisiones, puede producir no solo en los fieles laicos de los Heraldos, o afines, sino en el pueblo santo de Dios. No hay más que mirar las redes sociales estos días pasados para ratificar lo que acabo de decir (ver Facebook). Insisto en que yo no he visto ningún texto en que se hablen, y se den pruebas de “delicta graviora” o análogos, en este caso.

Por lo tanto, que vayan pensando los Institutos que responden a un modelo determinado de carisma, que tienen vocaciones en abundancia y que dan prioridad a la centralidad del encuentro con Cristo en la pastoral vocacional con los jóvenes, que no tardarán mucho en recibir una visita inesperada.

Lo siento, pero da la impresión de que algo ocurre. A no ser que haya alguna humana razón que, como siempre, suele explicar bastante bien determinadas actuaciones.

Y dicho lo cual, estoy absolutamente de acuerdo con el Decreto y la noticia oficial: este proceso servirá para mayor Gloria de Dios, de los Heraldos, de la institución y de las personas, y del bien de las almas, de la salvación de las almas –ya sé, un lenguaje que parece ser ya no se lleva -.

 

José Francisco Serrano Oceja