Tribunas

Euforia tributaria

 

 

José Francisco Serrano Oceja

 

 

La cara de satisfacción del Vicesecretario de Asuntos Económicos de la Conferencia Episcopal, Fernando Giménez Barriocanal, no es para menos. Los buenos datos de la asignación tributaria de 2017, campaña 2018, ratifican el magnífico hacer de una persona a la que le cabe la economía de la Iglesia en España en la cabeza.

Es cierto que el incremento del montante final se ha producido, entre otros factores, por la salida de la crisis, por la propia dinámica de la economía. Veremos a ver qué pasa si se confirma la ralentización que amenaza con instalarse en nuestras cuentas. Pero también hay que tener presente que las campañas de trasparencia económica de y en la Iglesia funcionan.

Plateo una hipótesis. En España existe un núcleo de ciudadanos que, por más que arrecien las campañas contra la Iglesia, consideran que esta institución es buena por sí misma para la sociedad.

Es más, cuanto más se la ataca, más se refuerza esa identidad de apoyo a la Iglesia, que se expresa, también, en la asignación tributaria. Esto ocurría, por ejemplo, en ciudades como Madrid, que tiene el refuerzo de un magnífico clero, de un compromiso apostólico de los seglares y una vida religiosa activa.

En no pocas ocasiones también se han relacionado estos datos con el hacer de las diócesis y con la imagen pública, o la presencia social y mediática de la labor de las Iglesias particulares, de sus obispos, de su gente.

Quizá haya algún estudio en el que se analicen las causas y los motivos por los que los contribuyentes marcan la casilla de la Iglesia católica a partir de una investigación demoscópica.

Una investigación que pregunte a quien marca la casilla si lo que le lleva a esa decisión consciente es una imagen general de la labor de la Iglesia o particular; si responde a experiencias, percepciones que permanecen, o si influye la coyuntura de determinadas acciones, momentos, circunstancias. Si se marca la casilla de la Iglesia porque su parroquia funciona, o a sensu contrario, no se marca por determinados motivos.

Si existe esa investigación, yo no la conozco. Quizá alguien la tenga y no se haya hecho pública. Si no la hubiera, no estaría mal hacerla.

Este estudio, por ejemplo, ofrecería pistas sobre por qué la pérdida de asignaciones de declarantes en el País Vasco, Cataluña, Aragón, Castilla y León y levemente en Asturias.

Y también el porqué del incremento de declaraciones en Andalucía, Baleares, Canarias, Cantabria, Castila-La Mancha, Extremadura, Madrid, Murcia, La Rioja y Valencia.

O por qué las provincias en las que más se marca la casilla, por encima del 45% de los declarantes, son Albacete, Ávila, Badajoz, Burgos, Ciudad Real, Cuenca, Palencia, La Rioja y Jaén.

Por cierto, que no sabemos qué ocurre con la variación de las Comunidades Autónomas que albergan, en una sola provincia, a varias diócesis. Léase Madrid con Getafe y Alcalá de Henares.

Dos datos me han llamado particularmente la atención: el 64,3% de los declarantes en favor de la Iglesia marcan también la casilla de otros fines sociales. Esto indica la generosidad de estos contribuyentes.

Y también que, en la declaración de 2017, el 45% de los nuevos declarantes no marcaron ninguna de las dos casillas. Ojo, por tanto, a los nuevos declarantes, que se corresponden también con las nuevas generaciones que acceden al mercado laboral y al patrimonial.

 

José Francisco Serrano Oceja