Papa Francisco | Misa santa marta

 

Papa: Jesús nos invita al banquete del Reino, atención a no rechazarlo

 

Jesús nos invita a hacer fiesta con Él, pero – preguntó el Santo Padre en su homilía de esta mañana – ¿cuántas veces nos inventamos pretextos para rechazar su invitación?

 

 

06 noviembre 2018, 10:45 | Adriana Masotti – Ciudad del Vaticano


 

 

El pasaje del Evangelio del día, está tomado del capítulo 14 de San Lucas. Casi todo gira en torno a un banquete que un jefe de los fariseos ha organizado y al que también ha invitado a Jesús. En aquella ocasión –  relata la página evangélica de ayer, de la que la de hoy es la prosecución –  el Señor había curado a un enfermo y había observado que muchos invitados trataban de ocupar los primeros puestos. Por lo tanto había recomendado al fariseo que invitara a comer más bien a los últimos, a aquellos que no pueden devolver el favor.

 

El doble rechazo

En un determinado momento, durante el banquete, y aquí comienza el pasaje de Lucas de hoy, uno de los comensales, exclama: “¡Dichoso el que coma en el banquete del reino de Dios!”.

Es el pasaje del doble rechazo, dijo el Papa. Y entonces Jesús relata la historia de un hombre que ofreció una gran cena y convidó a mucha gente. Sus siervos dicen a los invitados: “¡Vengan, ya está preparado! Pero todos comenzaron a excusarse para no ir. Quien porque había comprado un campo, quien cinco yuntas de bueyes, quien porque acababa de casarse. “Y siempre excusas. Se excusan. Excusarse es la palabra educada para no decir: “Rechazo”. Rechazan, pero educadamente”. Entonces el patrón manda a los siervos a la calle a llamar a los pobres, a los enfermos, a los cojos y a los ciegos, y ellos llegan a la fiesta. “Es el pasaje del Evangelio  – afirmó Francisco – y termina con el segundo rechazo, pero esto de la boca de Jesús”. (…). “Quien rechaza a Jesús, Jesús espera, da una segunda oportunidad, quizá una tercera, una cuarta, una quinta… Pero al final rechaza Él”.

“Y esto del rechazo nos debe hacer pensare en nosotros, en las veces en que Jesús nos llama; nos llama a hacer fiesta con Él, a estar cerca de Él, a cambiar de vida. Piensen que busca a sus amigos más íntimos ¡y ellos lo rechazan! Después busca a los enfermos… y van; tal vez alguno lo rechace. Cuántas veces nosotros sentimos la llamada de Jesús para ir con Él, para hacer una obra de caridad, para rezar, para encontrarlo, y nosotros decimos: ‘Pero, disculpa Señor, estoy atareado, no tengo tiempo. Sí, mañana, no puedo…’. Y Jesús permanece allí”.

 

Cuántas veces nos inventamos excusas con Jesús

El Papa se preguntó cuántas veces también nosotros le pedimos a Jesús que nos disculpe cuando Él “nos llama para encontrarnos, para hablar, para tener una buena charla”. Y también nosotros rechazamos la invitación de Jesús.

“Cada uno de nosotros pensemos: en mi vida, ¿cuántas veces he sentido la inspiración del Espíritu Santo para hacer una obra de caridad, para encontrar a Jesús en esa obra de caridad, para ir a rezar, para cambiar de vida en esto, en esto que no va bien? Y siempre he encontrado un motivo para disculparme, para rechazar”.

 

Jesús es buen, pero es justo

Francisco afirmó que al final entrará en el Reino de Dios quien no rechaza a Jesús o quien no es rechazado por Él. Y haciéndose intérprete de quien piensa que tanto Jesús es bueno y al final perdona todo, el Papa objetó:

“‘Sí, es bueno, es misericordioso’ – es misericordioso, pero también es justo. Y si tú cierras la puerta de tu corazón por dentro, Él no puede abrirla, porque es muy respetuoso de nuestro corazón. Rechazar a Jesús es cerrar la puerta por dentro y Él no puede entrar”.

 

Jesús ha pagado el banquete con su muerte

Pero hay otro elemento sobre el que se dirige la atención del Papa, y precisamente ¿quién paga el banquete? ¡Es Jesús! El Apóstol Pablo en la primera Lectura, “nos hace ver la factura de esta fiesta” hablando de Jesús que ‘se despojó de sí mismo, tomando una condición de siervo y humillándose a sí mismo hasta morir en la cruz. “Con su vida – dijo Francisco – Jesús ha pagado la fiesta. Y yo digo: ‘No puedo’ (...). Que el Señor – concluyó diciendo –  nos dé la gracia de comprender este misterio de dureza del corazón, de obstinación, de rechazo y la gracia de llorar”.