Tribunas

Las declaraciones… de un teólogo

 

 

José Francisco Serrano Oceja

 

Andaba yo este pasado fin de semana retirado del mundo, cuando un buen amigo me envía un washap con el link de la entrevista que, en “El Mundo”, Raúl Conde le hacía al teólogo Olegario González de Cardedal. Un texto con un titular demasiado forzado, por decirlo finamente.

Hay que aclarar que don Olegario, -como le llamábamos sus alumnos salmantinos, los de la primera y los de las últimas generaciones-, ha sido el nutriente intelectual de no pocos documentos de la historia reciente de la Iglesia en España. Y no pocas de sus ideas han conformado el humus de referencias de pensamiento de algunos de los cardenales y obispos que han, y están, protagonizando el período reciente.

Eso no quiere decir que lo que piensa y diga este teólogo no pueda ser discutido y debatido. Pero como lo que afirma lo hace con razones y matices, habrá que hacer, en ese supuesto debate, un esfuerzo de argumentación y de precisión.

Por supuesto que no todo lo que dice González de Cardedal debe ser recibido con aplauso. De sus afirmaciones históricas, de su teología y de sus juicios sobre cuestiones varias se puede estar o no de acuerdo. Pero lo que no se puede negar es que su tarjeta de presentación como teólogo, incluidos los medios de comunicación, hay que tener muy presente. Y también que hay una innegable evolución y cambio en algunas de sus apreciaciones sobre cuestiones varias.

Es cierto que los años pasan, y no en balde. La libertad que tiene don Olegario a la hora de afirmar públicamente algunas cuestiones que nos afectan de forma decisiva es un servicio impagable. Por eso me llamó la atención, de la citada entrevista con don Olegario, un par de cuestiones que tienen que ver con el día a día. Vayamos a ello.

La primera, refiriéndose a Benedicto XVI: “Sus homilías y sus alocuciones decían siempre algo. Y uno está acostumbrado a escuchar a personas públicas, en la Iglesia o en política, que no dicen nada”. Ojo con esta idea y esta curiosa comparación sobre una deficiencia de determinadas personas de la política y de la Iglesia.

La segunda: “En España hay vida espiritual, apostólica, pastoral y monástica como es probable que no exista en ninguna otra nación de Europa. Pero nos falta el equivalente de dimensión intelectual que correspondería a eso”. Ahí queda el reto.

Y para postre: “El cardenal Tarancón se distanció expresamente de un proyecto de democracia cristiana, que entonces estaba liderado por un hombre tan ejemplar como Joaquín Ruiz-Giménez. La razón es que no quería que la sociedad española pensase que la Iglesia apoya su libertad en un partido político. Ahora me parece posible y a veces conveniente que haya un partido cristianamente orientado. Si el cristianismo no tiene nada que decir en política, es que no tiene nada que decir”.

Dos materias que debemos considerar. La primera, le parece posible y a veces conveniente que haya un partido cristianamente orientado. ¿Quién recoge el guante?

Y segunda, si el cristianismo no tiene nada que decir en política, es que no tiene nada que decir. Frase con una considerable carga de profundidad.

Lo que no se podrá negar a don Olegario, a estas altura de su ejercicio de libertad, es que nos pone el listón alto.

 

José Francisco Serrano Oceja