Pinceladas reflexivas

 

Tiempo penitencial y poesía

 

El atractivo de un soneto

 

 

16/02/2018 | por Francesc Martinez Porcell


 

 

La poesía plasma los avatares del ser humano, sus inquietudes, sus problemas, sus incógnitas, sus desvelos, sus ideales, sus creencias, sus amores, sus desamores, etc. Hay muchos momentos en la vida que sólo mediante ella – y en la oración por supuesto – se anuncia aquello que el discurso no alcanza. Sí que alcanza, pero para la comprensión de pocos incluído uno mismo. ¿Por ausencia de aptitud y actitud en ello? ¿O más bien por falta de tiempo para leer ponderada y sosegadamente? Las interrupciones y distracciones existen e impiden atender un razonamiento cuando uno se pone en ello.

En cambio, un poema expresa en pocas palabras- o puede expresar- cuestiones nucleares de creencia y convivencia. Ha empezado el tiempo cuaresmal 2018. Pienso que lo mejor que puedo hacer ahora es reflejarles una poesía anónima (atribuida a un santo canonizado) con el link wikipédico correspondiente. Este poema lleva por título Soneto a Cristo Crucificado

Tiene la estructura ABBA ABBA CDC CDC (erte ido ido erte en los dos cuartetos; era ara era en los dos tercetos) en 14 versos endecasílabos auténticos a la antigua usanza de la métrica poética. Aprendí este soneto en mi adolescencia.

 

 

No me mueve, mi Dios, para quererte
el Cielo que me tienes prometido
ni me mueve el Infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.

Tú me mueves, Señor. Muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido;
muéveme el ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas, y tu muerte.

Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que, aunque no hubiera Cielo, yo te amara,
y, aunque no hubiera Infierno, te temiera.

No me tienes que dar por qué te quiera,
pues, aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.