Servicio diario - 17 de octubre de 2017


Santa Marta: “¿Yo escucho la Palabra de Dios? ¿Y la dejo entrar?”
Rosa Die Alcolea

Tierra Santa: El Papa felicita los 800 años de la presencia franciscana
Rosa Die Alcolea

Estados Unidos: Callista L. Gingrich, embajadora en la Santa Sede
Rosa Die Alcolea

Pobreza: Mons. Auza llama a la participación en educación, salud y nutrición
Rosa Die Alcolea

Jurisdicción universal: Necesidad de un mecanismo para prevenir los abusos
Rosa Die Alcolea

San Pedro de Alcántara, 18 de octubre
Isabel Orellana Vilches


 

 

17/10/2017-16:53
Rosa Die Alcolea

Santa Marta: “¿Yo escucho la Palabra de Dios? ¿Y la dejo entrar?”

(ZENIT – 17 Oct. 2017).- “El necio no escucha. Él cree que escucha, pero no escucha. Hace la suya, siempre. Y por esto la Palabra de Dios no puede entrar en el corazón, y no hay lugar para el amor”, ha afirmaba el Papa esta mañana.

El papa Francisco ha celebrado la misa esta mañana, 17 de octubre de 2017, en la capilla de la Casa de Santa Marta, y ha reflexionado sobre la “necedad”. En la Liturgia del día, hoy, tercer martes de octubre, aparece dos veces la palabra “necios”.

El Santo Padre ha recordado que en efecto, Jesús la dice a los fariseos (Lc 11, 37-41); mientras San Pablo cuando se refiere a los paganos (Rm 1, 16-25). Pero el Apóstol de los Gentiles también a los Gálatas les había dicho “necios” porque se habían dejado engañar por las “nuevas ideas”. Y esta palabra “más que una condena, es una recomendación” –aclaró el Papa– porque hace ver el camino de la necedad que conduce a la corrupción. “Estos tres grupos de necios son corruptos”, dijo también Francisco.

Así, el Papa ha dado a conocer que “la necedad es un no escuchar, la incapacidad de escuchar la Palabra: cuando la Palabra no entra, no la dejo entrar porque no la escucho. El necio no escucha. Él cree que escucha, pero no escucha. Hace la suya, siempre. Y por esto la Palabra de Dios no puede entrar en el corazón, y no hay lugar para el amor. Y si entra, entra destilada, transformada por mi concepción de la realidad. Los necios no saben escuchar. Y esta sordera los conduce a esta corrupción. No entra la Palabra de Dios, no hay lugar para el amor y, al final, no hay lugar para la libertad”.

El Papa añadió que “se vuelven esclavos” porque confunden “la verdad de Dios con la mentira” y adoran a las criaturas en lugar de al Creador.

“No son libres, y no escuchar, esta sordera no deja lugar al amor y ni siquiera a la libertad: nos conduce siempre a una esclavitud. ¿Yo escucho la Palabra de Dios? ¿Y la dejo entrar? Esta Palabra, que hemos oído cantando el Aleluya, es la Palabra de Dios viva, es eficaz, discierne los sentimientos y los pensamientos del corazón. Corta, va dentro. ¿Dejo entrar esta Palabra? ¿O a esta Palabra soy sordo? ¿Y la transformo en pertenencia, la transformo en idolatría, hábitos idolátricos, o la transformo en ideología? Y no entra... Ésta es la necedad de los cristianos”.

Al terminar su reflexión, el Papa ha invitado a todos a mirar los “iconos de los necios de hoy”: “Hay cristianos necios y también pastores necios”. “San Agustín –recordó el Papa– los aporrea bien, con fuerza” porque “la necedad de los pastores hace mal al rebaño”.

En esta línea, Francisco ha exhortado a que “junto a esta necedad miremos al Señor que siempre está a la puerta”, llama y espera. Y ha advertido: “Y si caemos en esta necedad, nos alejamos de Él y Él experimenta esta nostalgia. Nostalgia de nosotros. Y Jesús con esta nostalgia lloró, lloró por Jerusalén: era precisamente la nostalgia de un pueblo que había elegido, había amado pero que se había alejado por necedad, que había preferido las apariencias, los ídolos o las ideologías”.

 

 

17/10/2017-11:34
Rosa Die Alcolea

Tierra Santa: El Papa felicita los 800 años de la presencia franciscana

(ZENIT – 17 Oct. 2017).- El papa Francisco felicita a los hermanos franciscanos en el 800 aniversario de su presencia en Tierra Santa, y renueva su mandato de “sembrar la paz, la hermandad y el respeto” en los “lugares donde el Hijo de Dios se hizo carne, y habitó entre nosotros”.

El papa Francisco ha mandado al Custodio de Tierra Santa, el padre Francesco Patton, franciscano, una carta con motivo de los 800 años de la presencia franciscana en esa tierra.

La carta ha sido entregada por el cardenal Leonardo Sandri, Prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales, en visita a Tierra Santa del 16 al 21 de octubre con motivo de ese aniversario, en el curso del solemne pontifical que ha presidido esta mañana en la iglesia de San Salvador en Jerusalén.

El Papa les anima a continuar su misión, siendo “asiduos en la contemplación y la oración, sencillos y pobres, obedientes al Obispo de Roma”, y comprometidos en el presente a vivir en Tierra Santa “junto a los hermanos de diferentes culturas, etnias y religiones, sembrando la paz, la hermandad y el respeto”.

Asimismo, señala el Papa en su carta, los hermanos franciscanos de Tierra Santa están disponibles “para acompañar los pasos de los peregrinos procedentes de todo el mundo a través de la acogida y la guía”.
Sigue el texto de la carta.

 

 

Carta del Santo Padre

Para el Reverendísimo Padre

Francisco Patton, O.F.M.
Custodio de Tierra Santa

He sabido con alegría que esta Custodia, con motivo de los 800 años de la presencia franciscana en Tierra Santa, ha querido celebrar ese aniversario importante y feliz con numerosas iniciativas religiosas, pastorales y culturales, todas ellos orientadas al redescubrimiento de la encomiable contribución de los “hermanos de la cuerda “- como se les llamaba – en los lugares donde el Hijo de Dios se hizo carne, y habitó entre nosotros (cf. Jn 1,14). En esta ocasión, me complace dirigirle un saludo especial al igual que a todos los hermanos, que así mantienen vivo el testimonio cristiano, estudian las Escrituras y acogen a los peregrinos.

El seráfico padre Francisco, en el capítulo de Pentecostés en mayo de 1217, abrió la Orden a la dimensión “misionera y universal”, enviando a sus hermanos a todas las naciones como testigos de fe, de fraternidad y de paz; y así se creó la Provincia de Tierra Santa, en un principio llamada de Ultramar o de Siria. Este ampliarse del horizonte de la evangelización fue el comienzo de una aventura extraordinaria, que llevó hace ocho siglos, a los primeros frailes menores a desembarcar en Acre, donde el pasado 11 de junio, empezasteis las celebraciones del centenario, renovando vuestra adhesión a la llamada de Jesús, en fidelidad al Evangelio y a la Iglesia.

Asiduos en la contemplación y la oración, sencillos y pobres, obedientes al Obispo de Roma, también estáis comprometidos en el presente a vivir en Tierra Santa junto a los hermanos de diferentes culturas, etnias y religiones, sembrando la paz, la hermandad y el respeto. Es bien sabida vuestra disponibilidad para acompañar los pasos de los peregrinos procedentes de todo el mundo a través de la acogida y la guía. Os habéis dedicado a la búsqueda de los testimonios arqueológicos y al estudio atento de las Sagradas Escrituras, atesorando la famosa frase de San Jerónimo, que durante muchos años vivió retirado en Belén: “La ignorancia de las Escrituras es ignorancia de Cristo” (Comm En. Is. Prol:.. PL 24,17).

No quiero olvidar, además de la custodia y de la animación de los santuarios, vuestro compromiso en servicio de la comunidad eclesial local. Os animo a perseverar alegres en el apoyo a nuestros hermanos, especialmente los más pobres y los más débiles; en la educación de la juventud – que a menudo corre el riesgo de perder la esperanza en un contexto todavía sin paz -; en la acogida de los ancianos y el cuidado de los enfermos, viviendo concretamente en la cotidianidad las obras de misericordia.

Uniéndome a mis venerados predecesores, comenzando con Clemente VI que, con la bula ‘Gratias agimus’ os confió la custodia de los Santos Lugares, quiero renovar ese mandato, alentándoos a ser testigos alegres del Resucitado en Tierra Santa.

Sois embajadores de todo el Pueblo de Dios que con generosidad siempre os ha sostenido, en particular, a través de la “Colecta para Tierra Santa”, que contribuye a garantizar que en la Tierra de Jesús la fe se haga visible mediante las obras. De manera especial os sostiene, en nombre del Sucesor de Pedro, la Congregación para las Iglesias Orientales, que en estos días celebra su centenario.

Por último, deseo recordaos las palabras de vuestro fundador, “Aconsejo de veras, amonesto y exhorto a mis hermanos en el Señor Jesucristo que, cuando van por el mundo, no litiguen ni contiendan con palabras (cf. 2 Tim 2,14), ni juzguen a los otros; sino sean apacibles, pacíficos y moderados, mansos y humildes, hablando a todos honestamente, como conviene. “(Regla bulada , 3, 10-11: FF 85).

Confío la Custodia de Tierra Santa, cada una de sus comunidades y todos los frailes a la protección maternal de la Virgen María y, mientras invoco la intercesión de vuestro santo patrón Antonio de Padua, os imparto de corazón la bendición apostólica.

Desde el Vaticano, 17 de octubre, 2017

© Librería del Vaticano

 

 

17/10/2017-10:44
Rosa Die Alcolea

Estados Unidos: Callista L. Gingrich, embajadora en la Santa Sede

(ZENIT – 16 Oct. 2017).- El lunes 16 de octubre de 2017, el Senado de Estados Unidos confirmó a Callista L. Gingrich de McLean, Virginia, como la nueva embajadora de Estados Unidos designada para la Santa Sede.

La embajada de Estados Unidos en el Estado del Vaticano ha informado de ello.

La embajadora Gingrich es la ex presidenta y CEO de ‘Producciones Gingrich’, una productora de multimedia y compañía consultora en Arlington, Virginia.

Ella es la autora de ‘Ellis el elefante’, una serie de historia americana para niños y co-autora de ‘Redescubriendo a Dios en América’. La Sra. Gingrich es también la productora de diferentes documentales de historia. Ella ha cantado durante dos décadas con el Coro de la Basílica del Santuario Nacional de la Inmaculada Concepción en Washington, D.C. Previamente, la Sra. Gingrich sirvió como asistente del Congreso en la Cámara de Representantes de los Estados Unidos y como presidente de la Fundación Gingrich, que apoya causas benéficas.

 

 

17/10/2017-12:12
Rosa Die Alcolea

Pobreza: Mons. Auza llama a la participación en educación, salud y nutrición

(ZENIT – 17 Oct. 2017).- “Es necesario –dijo Mons. Auza– un enfoque estratégico concertado sobre los caminos hacia la participación, especialmente la educación, la salud y la nutrición”.

El 12 de octubre de 2017, el Arzobispo Bernardito Auza, Observador Permanente de la Santa Sede en las Naciones Unidas, ofreció una intervención durante el debate de la 2ª Comisión sobre el tema 23 del programa, dedicado a la “Erradicación de la Pobreza”.

En su discurso, el Arzobispo Auza enfatizó que la pobreza es uno de los trágicos resultados de la exclusión social, económica y política que bloquea la participación necesaria para el desarrollo humano integral y concentra los beneficios y las oportunidades de desarrollo en manos de algunos.

Esta exclusión puede ser fomentada por la desigualdad excesiva y las políticas de austeridad fiscal. Es necesario –dijo Mons. Auza– un enfoque estratégico concertado sobre los caminos hacia la participación, especialmente la educación, la salud y la nutrición; políticas de protección social para personas de la tercera edad, niños y familias pobres y políticas para aumentar el acceso a empleos, crédito y oportunidades empresariales para mujeres.

Asimismo, el Arzobispo instó a las Naciones Unidas a incorporar la inclusión social, política y económica en todos los aspectos de su misión.

 

 

17/10/2017-17:20
Rosa Die Alcolea

Jurisdicción universal: Necesidad de un mecanismo para prevenir los abusos

(ZENIT – 17 de Oct. 2017).- El diplomático de la Santa Sede dijo que ” se deben crear mecanismos para prevenir los abusos de la jurisdicción universal” para evitar conflictos futuros.

El 12 de octubre, el Arzobispo Bernardito Auza, Observador permanente de la Santa Sede en las Naciones Unidas, ofreció una intervención durante el debate de la 6ª Comisión sobre el tema 85 del programa, dedicado a “El alcance y la aplicación del principio de la jurisdicción universal”.

En su intervención, el Arzobispo Auza dijo que se deben “crear mecanismos para prevenir los abusos de la jurisdicción universal” para evitar conflictos futuros, y señaló que “la solidaridad y la responsabilidad de proteger requiere, frente a la impunidad, una acción resuelta para crear normas jurisdiccionales universalmente acordadas para enjuiciar y disuadir las peores violaciones de los derechos humanos”.

Estas normas deben proteger la soberanía de los Estados, responsabilizar a las autoridades civiles y militares por crímenes atroces, ser consistentes con el principio de solidaridad y los principios fundamentales de la justicia penal y el derecho internacional consuetudinario.

Asimismo, Mons. Auza alentó a seguir trabajando en el tema y específicamente destacó la necesidad de extender su aplicación a la forma en que las amenazas o los crímenes atroces pueden desplazar por la fuerza a pueblos enteros.

“Cuando ocurren tales desplazamientos forzosos, existe una gran y urgente responsabilidad de acoger, proteger, promover e integrar a las víctimas”, aseguró el Arzobispo.

 

 

17/10/2017-07:24
Isabel Orellana Vilches

San Pedro de Alcántara, 18 de octubre

«Reformador franciscano, excepcional asceta. Un hombre que decidió inmolarse por amor a Cristo infligiéndose severísimas penitencias. Fue amigo y consultor de santos, aclamado por prelados, nobles y plebeyos»

Hoy festividad del apóstol san Lucas, la Iglesia celebra también la vida de este gran penitente y reformador español, que vino al mundo en un siglo cuajado de santos como Ignacio de Loyola, Teresa de Jesús, Juan de la Cruz, Juan de Dios, Juan de Ávila, Francisco de Borja y Francisco Solano, entre otros, para unirse a esta pléyade de heraldos de Cristo.

Vio la luz hacia 1499 en Alcántara, Cáceres, noble tierra extremeña, cuna de conquistadores. Y habría de emularlos siguiendo los pasos de su santo fundador, Francisco de Asís, arrebatando incontables conversiones con sus extraordinarias mortificaciones y disciplinas. Estaba dotado de una memoria prodigiosa, excepcional inteligencia, y una voluntad invencible, todo lo cual puesto a los pies de Cristo, como hizo él, no podía por menos que revertir en una cascada de bendiciones. Fue un hombre de gran finura de trato, con una potencia taumatúrgica excepcional. El magnetismo de su virtud inundaba los corazones de quienes le escuchaban.

Su padre, gobernador de Alcántara, se ocupó de que recibiese esmerada educación en Salamanca. Allí estudió filosofía y derecho. Rozaba el umbral de la juventud y ya cursaba leyes. De hecho al cumplir los 16 años, había aprobado el primer curso. Espiritualmente sabía lo que quería. Pero el seguimiento tiene siempre un coste: el completo abandono en las manos de Dios. Y cuando se posa en el alma la invitación del Altísimo, ésta puede debatirse entre el temblor de un amor incomparable que le desborda, y la luz aparentemente inextinguible de un mundo que no termina de desvanecerse pugnando por cegarla. En ese estío Pedro vacilaba entre dos clásicos caminos, incompatibles entre sí: el mundo y Dios, y tuvo que hacer frente a un abanico de tentaciones que iban y venían sin darle respiro. En esas se encontraba, sosteniendo con firmeza las bridas de la fe, cuando fue en pos de unos religiosos franciscanos descalzos que pasaban por su localidad natal y a los que vio transitar delante de su propia casa. No tuvo que salir a buscarlos siquiera; los tuvo a la mano. Tampoco consultó a sus progenitores; al verlos los siguió, escapándose con ellos.

Profesó en 1515 en el convento de Majarretes, colindante a la localidad de Valencia de Alcántara, cercana a Portugal. La infancia del santo se había caracterizado por su piedad y caridad encarnadas en una oración continua. El convento era un paraíso para alguien como él que iba a entrar en los anales de la ascética por su celo en conquistar la santidad sin ahorrar sacrificios. Allí pudo dar rienda suelta a su ardiente amor por la Santísima Trinidad y su tierna devoción por María. Sintiéndose arrebatado, y ya signado por favores sobrenaturales, vivía exclusivamente para Dios, ajeno, podría decirse, a toda necesidad y particularidades de este mundo. Todo ello aderezado por sus mortificaciones y durísimas penitencias, que a muchos podrían parecerles inauditas. En su inmolación amorosa llegó un momento en que perdió el sentido del gusto, la tierra era su lecho, un clavo en la pared su almohada, las noches una vigilia de oración, etc. Fue portero, barrendero, cocinero y hortelano. La cocina le dio algunos sinsabores porque se distraía y le reconvenían por ello. Nombrado superior de varios conventos desempeñó esta misión ejemplarmente.

Como predicador no tenía precio. Quienes le oían (buscaba que el auditorio fuese de gente pobre) se convertían, sintiendo que sus palabras procedían directamente del cielo. Era aclamado por obispos, reyes y plebeyos. Buscando la soledad de la oración, fue a Lapa donde escribió un texto sobre la misma. En 1556 en El Pedroso reformó la Orden de «estricta observancia» que fue aprobada por el papa. En 1560 conoció a Teresa de Jesús y la ayudó espiritualmente con su claridad y experiencia para que pudiese dilucidar el trasfondo de las visiones que tenía, poniéndola en contacto, además, con expertos y virtuosos confesores. Su apoyo fue decisivo para que ella pudiera llevar a cabo la reforma carmelitana.

Teresa hizo este impactante retrato de él, que tanto conmueve, máxime cuando procede de la autoridad de una santa como ella: «Me dijo que en los últimos años no había dormido sino unas poquísimas horas cada noche. Que al principio su mayor mortificación consistía en vencer el sueño, por lo cual tenía que pasar la noche de rodillas o de pie. Que en estos 40 años jamás se cubrió la cabeza en los viajes aunque el sol o la lluvia fueran muy fuertes. Siempre iba descalzo y su único vestido era un túnica de tela muy ordinaria. Me dijo que cuando el frío era muy intenso, entonces se quitaba el manto y abría la puerta y la ventana de su habitación, para que luego al cerrarlas y ponerse otra vez el manto lograra sentir un poquito más de calor. Estaba acostumbrado a comer solo cada tres días y se extrañó de que yo me maravillase por eso, pues decía, que eso era cuestión de acostumbrarse uno a no comer. Un compañero suyo me contó que a veces pasaba una semana sin comer, y esto sucedía cuando le llegaban los éxtasis y los días de oración más profunda pues entonces sus sentidos no se daban cuenta de lo que sucedía a su alrededor. Cuando yo lo conocí ya era muy viejo y su cuerpo estaba tan flaco que parecía más bien hecho de raíces y de cortezas de árbol, que de carne. Era un hombre muy amable, pero solo hablaba cuando le preguntaban algo. Respondía con pocas palabras, pero valía la pena oírlo, porque lo que decía hacía mucho bien...».

Murió el 18 de octubre de 1562 en Arenas de San Pedro, Ávila. Hizo muchos milagros. Se apareció varias veces a Teresa que reconoció haber obtenido por medio de él, cuando se hallaba en la gloria, «enormes favores de Dios». En una de esas ocasiones le confió: «Felices sufrimientos y penitencias en la tierra, que me consiguieron tan grandes premios en el cielo». Gregorio XV lo beatificó el 18 de abril de 1622. Clemente IX lo canonizó el 28 de abril de 1669.