Servicio diario - 16 de octubre de 2017


FAO: Introducir “la categoría del amor” en la cooperación internacional
Rosa Die Alcolea

Twitter: “Para compartir es necesaria la conversión” #ZeroHunger
Rosa Die Alcolea

El Papa convoca un sínodo especial para la región pan amazónica
Rosa Die Alcolea

Juan Pablo II: “Me presento a todos vosotros para confesar nuestra fe común”
Rosa Die Alcolea

Patrimonio: El Papa nombra a Giuseppe Piazza jefe de Oficina
Redacción

400 años Familia Vicenciana: El Papa los anima a “adorar, acoger, ir”
Redacción

Diálogo interreligioso: “Cristianos e hindúes: más allá de la tolerancia”
Redacción

San Ignacio de Antioquía, 17 de octubre
Isabel Orellana Vilches


 

 

16/10/2017-10:33
Rosa Die Alcolea

FAO: Introducir “la categoría del amor” en la cooperación internacional

(ZENIT – 16 Oct. 2017).- “¿Sería exagerado introducir en el lenguaje de la cooperación internacional la categoría del amor, conjugada como gratuidad, igualdad de trato, solidaridad, cultura del don, fraternidad, misericordia?”, ha declarado el papa Francisco.

Esta mañana, 16 de octubre de 2017, el Papa ha visitado la sede de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) en Roma, con ocasión de la celebración de la Jornada Mundial de la Alimentación, este año dedicada al tema: “Cambiar el futuro de la migración. Invertir en seguridad alimentaria y desarrollo rural”.

El Papa ha dicho: “Prestemos oído al grito de tantos hermanos nuestros marginados y excluidos: `Tengo hambre, soy extranjero, estoy desnudo, enfermo, recluido en un campo de refugiados´. Es una petición de justicia, no una súplica o una llamada de emergencia”, y ha indicado: “Por eso, me hago a mí mismo, y también a vosotros, una pregunta: ¿Sería exagerado introducir en el lenguaje de la cooperación internacional la categoría del amor, conjugada como gratuidad, igualdad de trato, solidaridad, cultura del don, fraternidad, misericordia?”

Ante esta situación –ha reflexionado– “podemos y debemos cambiar el rumbo” (cf. Enc. Laudato si’, 53; 61; 163; 202). Frente al aumento de la demanda de alimentos es preciso que los frutos de la tierra estén a disposición de todos.

“Amar a los hermanos, tomando la iniciativa, sin esperar a ser correspondidos”, es el principio evangélico que encuentra también expresión en muchas culturas y religiones, “convirtiéndose en principio de humanidad” en el lenguaje de las relaciones internacionales, ha afirmado el Santo Padre.

La relación entre el hambre y las migraciones sólo se puede afrontar si vamos a la raíz del problema. A este respecto, los estudios realizados por las Naciones Unidas, como tantos otros llevados a cabo por Organizaciones de la sociedad civil, concuerdan en que son dos los principales obstáculos que hay que superar: los conflictos y los cambios climáticos.

En esta línea, ha declarado que la “gestión de la movilidad humana requiere una acción intergubernamental coordinada y sistemática” de acuerdo con las normas internacionales existentes, e “impregnada de amor e inteligencia”, y ha señalado que “su objetivo es un encuentro de pueblos que enriquezca a todos y genere unión y diálogo, no exclusión ni vulnerabilidad”.

En su discurso, el Papa ha ofrecido un análisis para la buena realización del ‘Pacto mundial para una migración segura’, en el que actualmente trabajan las Naciones Unidas: “Vulnerable es el que está en situación de inferioridad y no puede defenderse, no tiene medios, es decir sufre una exclusión”, y ha indicado: “es justo identificar las causas para actuar con la competencia necesaria”.

El Papa ha escrito en el libro de visitas de la FAO el siguiente texto: “`Tuve hambre y me disteis de comer´. Sobre esto seremos juzgados. Agradezco a la FAO los ingentes esfuerzos que hace”, al término de su visita realizada el 16 de octubre de 2017.

Aquí se puede leer el discurso completo del papa Francisco en la FAO.

 

Discurso del papa Francisco

Señor Director General,

Distinguidas autoridades,

Señoras y Señores:

Agradezco la invitación y las palabras de bienvenida que me ha dirigido el Director General, profesor José Graziano da Silva, y saludo con afecto a las autoridades que nos acompañan, así como a los Representantes de los Estados Miembros y a cuantos tienen la posibilidad de seguirnos desde las sedes de la FAO en el mundo.

Dirijo un saludo particular a los Ministros de agricultura del G7 aquí presentes, que han finalizado su Cumbre, en la que se han discutido cuestiones que exigen una responsabilidad no sólo en relación al desarrollo y a la producción, sino también con respecto a la Comunidad internacional en su conjunto.

1. La celebración de esta Jornada Mundial de la Alimentación nos reúne en el recuerdo de aquel 16 de octubre del año 1945 cuando los gobiernos, decididos a eliminar el hambre en el mundo mediante el desarrollo del sector agrícola, instituyeron la FAO. Era aquel un período de grave inseguridad alimentaria y de grandes desplazamientos de la población, con millones de personas buscando un lugar para poder sobrevivir a las miserias y adversidades causadas por la guerra.

A la luz de esto, reflexionar sobre los efectos de la seguridad alimentaria en la movilidad humana significa volver al compromiso del que nació la FAO, para renovarlo. La realidad actual reclama una mayor responsabilidad a todos los niveles, no sólo para garantizar la producción necesaria o la equitativa distribución de los frutos de la tierra ?esto debería darse por descontado?, sino sobre todo para garantizar el derecho de todo ser humano a alimentarse según sus propias necesidades, tomando parte además en las decisiones que lo afectan y en la realización de las propias aspiraciones, sin tener que separarse de sus seres queridos.

Ante un objetivo de tal envergadura lo que está en juego es la credibilidad de todo el sistema internacional. Sabemos que la cooperación está cada vez más condicionada por compromisos parciales, llegando incluso a limitar las ayudas en las emergencias. También las muertes a causa del hambre o el abandono de la propia tierra son una noticia habitual, con el peligro de provocar indiferencia. Nos urge pues, encontrar nuevos caminos para transformar las posibilidades de que disponemos en una garantía que permita a cada persona encarar el futuro con fundada confianza, y no sólo con alguna ilusión.

El escenario de las relaciones internacionales manifiesta una creciente capacidad de dar respuestas a las expectativas de la familia humana, también con la contribución de la ciencia y de la técnica, las cuales, estudiando los problemas, proponen soluciones adecuadas. Sin embargo, estos nuevos logros no consiguen eliminar la exclusión de gran parte de la población mundial: cuántas son las víctimas de la desnutrición, de las guerras, de los cambios climáticos. Cuántos carecen de trabajo o de los bienes básicos y se ven obligados a dejar su tierra, exponiéndose a muchas y terribles formas de explotación. Valorizar la tecnología al servicio del desarrollo es ciertamente un camino a recorrer, a condición de que se lleguen a concretar acciones eficaces para disminuir el número de los que pasan hambre o para controlar el fenómeno de las migraciones forzosas.

2. La relación entre el hambre y las migraciones sólo se puede afrontar si vamos a la raíz del problema. A este respecto, los estudios realizados por las Naciones Unidas, como tantos otros llevados a cabo por Organizaciones de la sociedad civil, concuerdan en que son dos los principales obstáculos que hay que superar: los conflictos y los cambios climáticos.

¿Cómo se pueden superar los conflictos? El derecho internacional nos indica los medios para prevenirlos o resolverlos rápidamente, evitando que se prolonguen y produzcan carestías y la destrucción del tejido social. Pensemos en las poblaciones martirizadas por unas guerras que duran ya decenas de años, y que se podían haber evitado o al menos detenido, y sin embargo propagan efectos tan desastrosos y crueles como la inseguridad alimentaria y el desplazamiento forzoso de personas. Se necesita buena voluntad y diálogo para frenar los conflictos y un compromiso total a favor de un desarme gradual y sistemático, previsto por la Carta de las Naciones Unidas, así como para remediar la funesta plaga del tráfico de armas. ¿De qué vale denunciar que a causa de los conflictos millones de personas sean víctimas del hambre y de la desnutrición, si no se actúa eficazmente en aras de la paz y el desarme?

En cuanto a los cambios climáticos, vemos sus consecuencias todos los días. Gracias a los conocimientos científicos, sabemos cómo se han de afrontar los problemas; y la comunidad internacional ha ido elaborando también los instrumentos jurídicos necesarios, como, por ejemplo, el Acuerdo de París, del que, por desgracia, algunos se están alejando. Sin embargo, reaparece la negligencia hacia los delicados equilibrios de los ecosistemas, la presunción de manipular y controlar los recursos limitados del planeta, la avidez del beneficio. Por tanto, es necesario esforzarse en favor de un consenso concreto y práctico si se quieren evitar los efectos más trágicos, que continuarán recayendo sobre las personas más pobres e indefensas. Estamos llamados a proponer un cambio en los estilos de vida, en el uso de los recursos, en los criterios de producción, hasta en el consumo, que en lo que respecta a los alimentos, presenta un aumento de las pérdidas y el desperdicio. No podemos conformarnos con decir «otro lo hará».

Pienso que estos son los presupuestos de cualquier discurso serio sobre la seguridad alimentaria relacionada con el fenómeno de las migraciones. Está claro que las guerras y los cambios climáticos ocasionan el hambre, evitemos pues el presentarla como una enfermedad incurable. Las recientes previsiones formuladas por vuestros expertos contemplan un aumento de la producción global de cereales, hasta niveles que permiten dar mayor consistencia a las reservas mundiales. Este dato nos da esperanza y nos enseña que, si se trabaja prestando atención a las necesidades y al margen de las especulaciones, los resultados llegan. En efecto, los recursos alimentarios están frecuentemente expuestos a la especulación, que los mide solamente en función del beneficio económico de los grandes productores o en relación a las estimaciones de consumo, y no a las reales exigencias de las personas. De esta manera, se favorecen los conflictos y el despilfarro, y aumenta el número de los últimos de la tierra que buscan un futuro lejos de sus territorios de origen.

3. Ante esta situación podemos y debemos cambiar el rumbo (cf. Enc. Laudato si’, 53; 61; 163; 202). Frente al aumento de la demanda de alimentos es preciso que los frutos de la tierra estén a disposición de todos. Para algunos, bastaría con disminuir el número de las bocas que alimentar y de esta manera se resolvería el problema; pero esta es una falsa solución si se tiene en cuenta el nivel de desperdicio de comida y los modelos de consumo que malgastan tantos recursos. Reducir es fácil, compartir, en cambio, implica una conversión, y esto es exigente.

Por eso, me hago a mí mismo, y también a vosotros, una pregunta: ¿Sería exagerado introducir en el lenguaje de la cooperación internacional la categoría del amor, conjugada como gratuidad, igualdad de trato, solidaridad, cultura del don, fraternidad, misericordia? Estas palabras expresan, efectivamente, el contenido práctico del término «humanitario», tan usado en la actividad internacional. Amar a los hermanos, tomando la iniciativa, sin esperar a ser correspondidos, es el principio evangélico que encuentra también expresión en muchas culturas y religiones, convirtiéndose en principio de humanidad en el lenguaje de las relaciones internacionales. Es menester que la diplomacia y las instituciones multilaterales alimenten y organicen esta capacidad de amar, porque es la vía maestra que garantiza, no sólo la seguridad alimentaria, sino la seguridad humana en su aspecto global. No podemos actuar sólo si los demás lo hacen, ni limitarnos a tener piedad, porque la piedad se limita a las ayudas de emergencia, mientras que el amor inspira la justicia y es esencial para llevar a cabo un orden social justo entre realidades distintas que aspiran al encuentro recíproco. Amar significa contribuir a que cada país aumente la producción y llegue a una autosuficiencia alimentaria. Amar se traduce en pensar en nuevos modelos de desarrollo y de consumo, y en adoptar políticas que no empeoren la situación de las poblaciones menos avanzadas o su dependencia externa. Amar significa no seguir dividiendo a la familia humana entre los que gozan de lo superfluo y los que carecen de lo necesario.

El compromiso de la diplomacia nos ha demostrado, también en recientes acontecimientos, que es posible detener el recurso a las armas de destrucción masiva. Todos somos conscientes de la capacidad de destrucción de tales instrumentos. Pero, ¿somos igualmente conscientes de los efectos de la pobreza y de la exclusión? ¿Cómo detener a personas dispuestas a arriesgarlo todo, a generaciones enteras que pueden desaparecer porque carecen del pan cotidiano, o son víctimas de la violencia o de los cambios climáticos? Se desplazan hacia donde ven una luz o perciben una esperanza de vida. No podrán ser detenidas por barreras físicas, económicas, legislativas, ideológicas. Sólo una aplicación coherente del principio de humanidad lo puede conseguir. En cambio, vemos que se disminuye la ayuda pública al desarrollo y se limita la actividad de las Instituciones multilaterales, mientras se recurre a acuerdos bilaterales que subordinan la cooperación al cumplimiento de agendas y alianzas particulares o, sencillamente, a una momentánea tranquilidad. Por el contrario, la gestión de la movilidad humana requiere una acción intergubernamental coordinada y sistemática de acuerdo con las normas internacionales existentes, e impregnada de amor e inteligencia. Su objetivo es un encuentro de pueblos que enriquezca a todos y genere unión y diálogo, no exclusión ni vulnerabilidad.

Aquí permitidme que me una al debate sobre la vulnerabilidad, que causa división a nivel internacional cuando se habla de inmigrantes. Vulnerable es el que está en situación de inferioridad y no puede defenderse, no tiene medios, es decir sufre una exclusión. Y lo está obligado por la violencia, por las situaciones naturales o, aún peor, por la indiferencia, la intolerancia e incluso por el odio. Ante esta situación, es justo identificar las causas para actuar con la competencia necesaria.

Pero no es aceptable que, para evitar el compromiso, se tienda a atrincherarse detrás de sofismas lingüísticos que no hacen honor a la diplomacia, reduciéndola del «arte de lo posible» a un ejercicio estéril para justificar los egoísmos y la inactividad.

Lo deseable es que todo esto se tenga en cuenta a la hora de elaborar el Pacto mundial para una migración segura, regular y ordenada, que se está realizando actualmente en el seno de las Naciones Unidas.

4. Prestemos oído al grito de tantos hermanos nuestros marginados y excluidos: «Tengo hambre, soy extranjero, estoy desnudo, enfermo, recluido en un campo de refugiados». Es una petición de justicia, no una súplica o una llamada de emergencia. Es necesario que a todos los niveles se dialogue de manera amplia y sincera, para que se encuentren las mejores soluciones y se madure una nueva relación entre los diversos actores del escenario internacional, caracterizada por la responsabilidad recíproca, la solidaridad y la comunión.

El yugo de la miseria generado por los desplazamientos muchas veces trágicos de los emigrantes puede ser eliminado mediante una prevención consistente en proyectos de desarrollo que creen trabajo y capacidad de respuesta a las crisis medioambientales. Es verdad, la prevención cuesta mucho menos que los efectos provocados por la degradación de las tierras o la contaminación de las aguas, flagelos que azotan las zonas neurálgicas del planeta, en donde la pobreza es la única ley, las enfermedades aumentan y la esperanza de vida disminuye. Son muchas y dignas de alabanza las iniciativas que se están poniendo en marcha. Sin
embargo, no bastan, urge la necesidad de seguir impulsando nuevas acciones y financiando programas que combatan el hambre y la miseria estructural con más eficacia y esperanzas de éxito. Pero si el objetivo es el de favorecer una agricultura diversificada y productiva, que tenga en cuenta las exigencias efectivas de un país, entonces no es lícito sustraer las tierras cultivables a la población, dejando que el land grabbing (acaparamiento de tierras) siga realizando sus intereses, a veces con la complicidad de quien debería defender los intereses del pueblo. Es necesario alejar la tentación de actuar en favor de grupos reducidos de la población, como también de utilizar las ayudas externas de modo inadecuado, favoreciendo la corrupción, o la ausencia de legalidad.

La Iglesia Católica, con sus instituciones, teniendo directo y concreto conocimiento de las situaciones que se deben afrontar o de las necesidades a satisfacer, quiere participar directamente en este esfuerzo en virtud de su misión, que la lleva a amar a todos y le obliga también a recordar, a cuantos tienen responsabilidad nacional o internacional, el gran deber de afrontar las necesidades de los más pobres.

Deseo que cada uno descubra, en el silencio de la propia fe o de las propias convicciones, las motivaciones, los principios y las aportaciones para infundir en la FAO, y en las demás Instituciones intergubernamentales, el valor de mejorar y trabajar infatigablemente por el bien de la familia humana. Muchas gracias.

© Librería del Vaticano

 

 

16/10/2017-12:39
Rosa Die Alcolea

Twitter: “Para compartir es necesaria la conversión” #ZeroHunger

(ZENIT – 16 Oct. 2017).- El Papa ha escrito en Twitter: “Para compartir es necesaria la conversión, y esto requiere esfuerzo” #ZeroHunger.

En la Jornada Mundial de la Alimentación que este año se dedica al tema “Cambiar el futuro de la migración. Invertir en seguridad alimentaria y desarrollo rural”, el papa Francisco ha lanzado dos mensajes a través de su cuenta oficial @Pontifex.

“Hemos de responder al imperativo de que el acceso al alimento necesario es un derecho de todos, ¡un derecho que no admite exclusiones!”, ha aclarado el Santo Padre a través de Twitter, desde la cuenta @Pontifex, con más de 40 millones de seguidores y disponible en 9 idiomas.

Esta mañana, 16 de octubre de 2017, el Papa ha visitado la sede de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) en Roma, con ocasión de la celebración de la Jornada Mundial de la Alimentación, y ha declarado que debemos oír el “grito de tantos hermanos nuestros marginados y excluidos: `Tengo hambre, soy extranjero, estoy desnudo, enfermo, recluido en un campo de refugiados´. Es una petición de justicia, no una súplica o una llamada de emergencia”.

 

 

16/10/2017-15:30
Rosa Die Alcolea

El Papa convoca un sínodo especial para la región pan amazónica

(ZENIT – 16 Oct. 2017).- El papa Francisco ha convocado una asamblea especial del sínodo de los obispos para la región pan amazónica, que se celebrará en octubre de 2019 en Roma.

El Papa hizo el anuncio oficial durante el rezo del Angelus en la plaza de san Pedro ayer, domingo, 15 de octubre de 2017, al término de la Misa de canonización de 35 bienaventurados de Brasil, México, España e Italia.

El objetivo principal de esta convocatoria es “identificar nuevas formas de evangelización de esta parte del Pueblo de Dios”, especialmente a los indígenas, a menudo “olvidados y sin perspectivas de un futuro pacífico”, en particular debido a la crisis de la selva amazónica, un pulmón de capital importancia para nuestro planeta, explicó el Papa.

Francisco ha convocado el sínodo “acogiendo el deseo de algunas conferencias episcopales de América Latina”, así como diversos pastores y fieles de otras partes del mundo, explicó el Papa.

Cabe recordar que el 19 de enero del 2018, el papa Francisco visitará la ciudad de Puerto Maldonado, en la Amazonia peruana. Allí, “los protagonistas serán los pueblos indígenas u originarios que sostendrán un encuentro especial con él”, en el Coliseo Cerrado de Madre de Dios, apunta Radio Vaticano en la edición española.

El pasado 26 de septiembre de 2017, el Papa animó a los obispos de Ecuador, a los que recibió en visita ‘Ad Limina’, a que celebren un sínodo sobre la Iglesia en Amazonía, ante la situación de la coexistencia con más de 90 iglesias de raíces autóctonas en dicha región ecuatoriana.

 

 

16/10/2017-17:13
Rosa Die Alcolea

Juan Pablo II: “Me presento a todos vosotros para confesar nuestra fe común”

(ZENIT – 16 Oct. 2017).- El Papa santo Juan Pablo II, se presentaba tal día como hoy, hace 39 años, en el balcón central de la basílica de san Pedro, “para confesar nuestra fe común, nuestra esperanza y nuestra confianza en la Madre de Cristo y de la Iglesia; y también para comenzar de nuevo el camino de la historia y de la Iglesia, con la ayuda de Dios y con la ayuda de los hombres”.

Son las palabras de su primer saludo y primera bendición a los fieles como sucesor de Pedro, pronunciadas en el Vaticano el 16 de octubre de 1978.

El recién designado papa Juan Pablo II habló desde el balcón de la basílica de san Pedro: “Me presento a todos vosotros para confesar nuestra fe común, nuestra esperanza y nuestra confianza en la Madre de Cristo y de la Iglesia; y también para comenzar de nuevo el camino de la historia y de la Iglesia, con la ayuda de Dios y con la ayuda de los hombres”.

El cardenal polaco Karol Wojtyla expresaba la pena por la muerte del “amadísimo” Papa Juan Pablo I, y declaraba que los Eminentísimos Cardenales habían designado un nuevo Obispo de Roma, explicando que lo habían llamado “de un país lejano, pero muy cercano siempre por la comunión en la fe y tradición cristiana”.

El papa polaco confesó: “He sentido miedo al recibir esta designación, pero lo he hecho con espíritu de obediencia a Nuestro Señor Jesucristo y con confianza plena en su Madre María Santísima”, y se bromeaba con el idioma: “No sé si podré explicarme bien en vuestra... nuestra lengua italiana; si me equivoco, me corregiréis”.

 

 

16/10/2017-12:14
Redacción

Patrimonio: El Papa nombra a Giuseppe Piazza jefe de Oficina

(ZENIT – 16 Oct. 2017).- El papa Francisco ha nombrado a Giuseppe Piazza jefe de Oficina en la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica y al cardenal Francesco Monterisi enviado especial a la celebración del IX centenario de la llegada del icono de la Virgen de Madia a Monopoli.

Esta mañana, 16 de octubre de 2017, la Oficina de Prensa de la Santa Sede lo ha hecho público a través de un comunicado.

Asimismo, el Papa ha aceptado la renuncia de Mons. John W. Flesey como obispo auxiliar de Newark, Estados Unidos, a sus 75 años de edad.

El cardenal Francesco Monterisi, arcipreste emérito de la basílica papal de San Pablo Extramuros, ha sido nombrado por el papa Francisco enviado especial a la celebración del IX centenario de la llegada del icono de la Virgen de Madia a Monopoli (Italia), que tendrá lugar los días 15 y 16 de diciembre de 2017.

Además, el Santo Padre ha nombrado jefe de Oficina en la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica al Ilmo. Giuseppe Piazza, hasta ahora responsable de sector en el mismo dicasterio.

 

 

16/10/2017-16:14
Redacción

400 años Familia Vicenciana: El Papa los anima a “adorar, acoger, ir”

(ZENIT – 16 Oct. 2017).- El papa Francisco se encontró el pasado sábado, 15 de octubre de 2017, en la plaza de san Pedro, a los miembros de la Familia Vicenciana, con motivo de los 400 años de la fundación del carisma (Roma, 12-15 octubre 2017).

Con la reliquia del corazón de San Vicente presente, el Papa quiso animar a la familia licencia a seguir el camino del santo, que ha generado un “impulso de caridad que dura siglos: un impulso que brotó de su corazón”. Para ello, les propuso tres verbos “simples” que considera “muy importantes para el espíritu vicentino”, pero también para la vida cristiana en general: adorar, acoger, ir, dijo el Papa.

Sigue el discurso pronunciado por el Santo Padre durante el encuentro.

 

Discurso del papa Francisco

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Gracias por vuestra calurosa bienvenida y gracias al Superior General por haber ilustrado nuestra reunión.

Os saludo y junto con vosotros doy las gracias al Señor por los cuatrocientos años de vuestro carisma. San Vicente ha generado un impulso de caridad que dura siglos: un impulso que brotó de su corazón. Por eso hoy tenemos aquí la reliquia: el corazón de San Vicente. Hoy me gustaría animaros a seguir este camino, proponiendo tres verbos simples que creo muy importantes para el espíritu vicentino, pero también para la vida cristiana en general: adorar, acoger, ir.

Adorar. Son innumerables las invitaciones de San Vicente a cultivar la vida interior y a dedicarse a la oración que purifica y abre el corazón. La oración es esencial para él. Es la brújula de todos los días, es como un manual de la vida, es – escribía – “el gran libro del predicador”: Solamente rezando se consigue de Dios el amor que hay que derramar sobre el mundo; solamente rezando se tocan los corazones de la gentes cuando se anuncia el Evangelio. (ver Carta a A. Durand, 1658). Pero para San Vicente la oración no es solo un deber, y mucho menos un conjunto de fórmulas. La oración es detenerse ante Dios para estar con él, para dedicarse simplemente a Él Esta es la oración más pura, la que deja espacio al Señor y a su alabanza, y nada más: la adoración.

Una vez descubierta, la adoración se hace indispensable, porque es pura intimidad con el Señor, que da paz y alegría, y derrite los afanes de la vida . Por eso San Vicente aconsejaba a uno que estaba sometido a una presión particular, que permaneciera en oración “sin tensión, arrojándose en Dios con miradas simples, sin tratar de tener su presencia con un esfuerzo considerable, sino abandonándose a Él” (Carta a G. Pesnelle, 1659).

Esto es la adoración: ponerse ante del Señor, con respeto, con calma y en silencio, dándole el primer lugar, abandonándose confiados. Para pedirle después que su Espíritu venga a nosotros y dejar que nuestras cosas vayan a Él.

Así, también las personas necesitadas, los problemas urgentes, las situaciones difíciles y pesadas entran en la adoración, tanto es así que San Vicente pedía que se “adorasen en Dios incluso las razones que son difíciles de comprender y aceptar (véase Carta a F. Get, 1659). El que adora, el que va a la fuente viva del amor no puede por menos que “contaminarse” por decirlo así. Y empieza a comportarse con los demás como el Señor hace con él: se vuelve más misericordioso, más comprensivo, más disponible, supera sus durezas rigidez y se abre a los demás.

Llegamos al segundo verbo: acoger. Cuando escuchamos esta palabra, inmediatamente pensamos en algo que hacer. Pero en realidad acoger es una disposición más profunda: no se trata solamente de hacer sitio a alguien , sino de ser personas acogedoras, disponibles, acostumbradas a darse a los demás. Como Dios por nosotros, así nosotros por los demás. Acoger significa redimensionar el propio yo, enderezar la forma de pensar, entender que la vida no es de mi propiedad privada y que el tiempo no me pertenece. Es un desprendimiento lento de todo lo que es mío: mi tiempo, mi descanso, mis derechos, mis programas, mi agenda. El que acoge renunciar al yo y hace entrar en la vida el tú y el nosotros.

El cristiano acogedor es un verdadero hombre y mujer de la Iglesia, porque la Iglesia es Madre y una madre acoge y acompaña la vida. Y como un hijo se parece a su madre, en los rasgos, así el cristiano tiene estos rasgos de la Iglesia. Entonces es un hijo verdaderamente fiel de la Iglesia, que es acogedora, que ,sin quejarse, crea concordia y comunión y con generosidad siembra paz, incluso si no es correspondida. ¡Que San Vicente nos ayude a promover este “ADN” eclesial de la acogida, de la disponibilidad, de la comunión, para que de nuestras vidas “desaparezca toda acritud, ira, cólera, gritos, maledicencia y cualquier clase de maldad! ” (Efesios 4:31).

El último verbo: ir. El amor es dinámico, sale de sí mismo. El que ama no se queda en un sillón mirando, esperando el advenimiento de un mundo mejor, sino que con entusiasmo y sencillez se levanta y se va. Lo decía muy San Vicente : “Por tanto, nuestra vocación es ir, no a una parroquia, ni tampoco solamente a una diócesis, sino a toda la tierra. ¿Y para hacer qué? Para inflamar los corazones de los hombres, haciendo lo que hizo el Hijo de Dios, Él , que vino a traer fuego al mundo para inflamarlo con su amor “(Conferencia del 30 de mayo, 1659). Esta vocación siempre es válida para todos. Plantea preguntas a cada uno: “¿Salgo yo al encuentro de los otros, como quiere el Señor? ¿Llevo dónde voy este fuego de caridad o me encierro para calentarme frente a mi chimenea?

Queridos hermanos y hermanas, gracias porque estáis en movimiento por los caminos del mundo , como San Vicente os pediría hoy también. Os deseo que no os detengáis sino que prosigáis sacando cada día de la adoración el amor de Dios y lo difundáis por todo el mundo a través del buen contagio de la caridad, de la disponibilidad, de la concordia. Os bendigo a todos y a los pobres que encontráis. Y , por favor, os pido la caridad de que no os olvidéis de rezar por mí.

© Librería del Vaticano

 

 

16/10/2017-11:38
Redacción

Diálogo interreligioso: “Cristianos e hindúes: más allá de la tolerancia”

(ZENIT – 16 Oct. 2017).- Los cristianos e hindúes –indican en el mensaje– podemos “alentar en nuestras familias y comunidades”, el “respeto a todas las personas”, “enraizados en nuestras tradiciones espirituales” y unidos en la preocupación compartida por la “unidad y el bienestar de todos”.

Mensaje enviado a los hindúes con ocasión de la fiesta de Diwali, el próximo 19 de octubre, sobre el tema “Cristianos e hindúes: más allá de la tolerancia”, firmado por el cardenal Jean-Louis Tauran, presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso, y por el secretario Mons. Miguel Ángel Ayuso Guixot, M.C.C.J.

Asimismo, el cardenal y el secretario del Consejo Pontificio añaden: “Si tenemos que trabajar por una paz duradera y una armonía verdadera, la tolerancia no es suficiente”. Sirven además el “respeto y la atención auténtica a la diversidad” de las culturas y las usanzas de nuestras comunidades, lo que contribuye a su vez a la salud y a la unidad de la sociedad en su conjunto.

La fiesta de Diwali es celebrada por todos los hindúes y conocida como ‘Deepavali’ es decir “hilera de lámparas de aceite”. Según la mitología es un símbolo de la verdad sobre la mentira, de la luz sobre las tinieblas, de la vida sobre la muerte, del bien sobre el mal, según informa la Oficina de Prensa de la Santa Sede.

La fiesta, “verdadera y propia”, señala el Vaticano, dura tres días y marca el principio del año nuevo, la reconciliación familiar, especialmente entre hermanos y hermanas y la adoración de la divinidad. Este año la fiesta será celebrada por muchos hindúes el 19 de octubre.

 

Discurso del papa Francisco

‘Cristianos e hindúes: más allá de la tolerancia’

Queridos amigos hindúes,

En nombre del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso, tenemos el placer de enviaros nuestros mejores deseos para la fiesta de Diwali, que celebraréis el 19 de octubre con la esperanza de que esta celebración de las luces ilumine vuestras mentes y vuestra vida, alegre vuestros corazones y vuestras casas, fortaleciendo familias y comunidades.

Nos damos cuenta de que en el mundo suceden cosas maravillosas, por las cuales estamos agradecidos. Somos conscientes, sin embargo, de las dificultades que tienen nuestras comunidades y que generan en nosotros una profunda preocupación. El aumento de la intolerancia, que es causa de violencia en muchas partes del mundo, es uno de los retos que enfrentamos hoy en día. En estas circunstancias, por lo tanto, queremos reflexionar sobre cómo los cristianos e los hindúes juntos pueden incrementar el respeto mutuo entre las personas – que va más allá de la tolerancia – para preparar una era más pacífica y armoniosa para cada sociedad.

La tolerancia implica ciertamente la apertura y la paciencia con los demás, reconociendo su presencia entre nosotros. Pero si tenemos que trabajar por una paz duradera y una armonía verdadera, la tolerancia no es suficiente. Sirven además el respeto y la atención auténtica a la diversidad de las culturas y las usanzas de nuestras comunidades, lo que contribuye a su vez a la salud y a la unidad de la sociedad en su conjunto. Considerar como una amenaza a la unidad, el pluralismo y la diversidad desemboca trágicamente en la intolerancia y la violencia.

El respeto a los demás es un antídoto importante contra la “intolerancia”, porque demuestra un aprecio genuino de la persona y de su dignidad innata. A la luz de nuestra responsabilidad con la sociedad, para que crezca este respeto, hay que mostrar aprecio por las diferentes usanzas y prácticas sociales, culturales y religiosas, así como por el reconocimiento de los derechos inalienables como el derecho a la vida o a profesar y practicar la religión que se ha elegido.

El camino que tienen que recorrer las diferentes comunidades está, pues, marcado por el respeto. Mientras la tolerancia simplemente protege al otro, el respeto va más allá: favorece la coexistencia pacífica y la armonía para todos. El respeto crea un espacio para cada persona y alimenta en nosotros la sensación de estar a gusto con los demás. En lugar de dividir y aislar, el respeto nos permite ver nuestras diferencias como un signo de la variedad y de la riqueza de la familia humana. De esta manera, tal y como destacó el papa Francisco: “La diversidad ya no se ve como una amenaza, sino como una fuente de enriquecimiento” (Discurso en el aeropuerto internacional de Colombo 13 de enero, 2015). En otra ocasión, el Papa instó a los líderes religiosos y creyentes a tener “La valentía de la alteridad, porque al que es diferente, cultural o religiosamente, no se le ve ni se le trata como a un enemigo, sino que se le acoge como a un compañero de ruta, con la genuina convicción de que el bien de cada uno se encuentra en el bien de todos “(A los participantes en la Conferencia Internacional de la Paz, al-Azhar Conference Center, El Cairo, Egipto, 28 de Abril del 2017).

Por tanto, debemos acoger el reto de ir más allá de los límites de la “tolerancia” y mostrar respeto por las personas y las comunidades, porque cada uno merece y desea ser evaluado de acuerdo a su dignidad innata. Esto requiere la construcción de una verdadera cultura del respeto, capaz de promover la resolución de los conflictos, la construcción de la paz y la vida armoniosa.

Enraizados en nuestras tradiciones espirituales y unidos en la preocupación compartida por la unidad y el bienestar de todos, los cristianos e hindúes, junto con otros creyentes y personas de buena voluntad, podemos alentar en nuestras familias y comunidades, y por medio de las enseñanzas religiosa y de los medios de comunicación, el respeto a todas las personas, especialmente a aquellas de diferentes culturas y creencias de la nuestra, que están entre nosotros. Así iremos más allá de la tolerancia para construir una sociedad armoniosa y pacífica, donde todos son respetados y alentados a cooperar en la unidad de la familia humana con su contribución única.

¡Os deseamos nuevamente una celebración alegre de Deepavali!

Jean-Louis Cardinale Tauran
Presidente

Mons Miguel Ángel Ayuso Guixot, MCCJ
Secretario

 

 

16/10/2017-07:23
Isabel Orellana Vilches

San Ignacio de Antioquía, 17 de octubre

«Tercer obispo de Antioquía, doctor de la unidad, denominado Theophoros (portador de Dios), murió mártir por amor a Cristo bajo las fauces de los leones en el anfiteatro Flavio»

«Permitid que sirva de alimento a las bestias feroces para que por ellas pueda alcanzar a Dios. Soy trigo de Cristo y quiero ser molido por los dientes de las fieras para convertirme en pan sabroso a mi Señor Jesucristo. Animad a las bestias para que sean mi sepulcro, para que no dejen nada de mi cuerpo, para que cuando esté muerto, no sea gravoso a nadie [...]. Si no quieren atacarme, yo las obligaré. Os pido perdón. Sé lo que me conviene. Ahora comienzo a ser discípulo. Que ninguna cosa visible o invisible me impida llegar a Jesucristo [...]. Poneos de mi lado y del lado de Dios. No llevéis en vuestros labios el nombre de Jesucristo y deseos mundanos en el corazón. Aún cuando yo mismo, ya entre vosotros os implorara vuestra ayuda, no me escuchéis, sino creed lo que os digo por carta. Os escribo lleno de vida, pero con anhelos de morir». Son palabras de la epístola que este apasionado y valeroso atleta de Cristo, Padre Apostólico, discípulo de los apóstoles san Juan y san Pablo, sospechando el glorioso fin que le aguardaba, dirigió a los cristianos de Roma. Y ciertamente fue condenado por el emperador Trajano a morir en el circo bajo las fauces de las fieras.

Los datos conocidos de su vida arrancan del momento en que los apóstoles Pedro y Pablo lo designaron sucesor de Evodio (que dejó este mundo hacia el año 69 d.C.) para ocupar como obispo la sede de Antioquia. Ésta era entonces una ciudad populosa, de gran importancia dentro del Imperio Romano, mosaico de creencias y vía de paso de gran atractivo para muchas personas. Los que se fueron afincando, en su mayoría procedentes de diversos puntos, habían dejado allí su impronta. Greco-paganos, judeocristianos helenistas, judíos ortodoxos, entre otros, junto a la nutrida comunidad cristiana conformaban el paisaje social de este núcleo gordiano «de las Iglesias de la gentilidad», con el que tuvo que lidiar san Ignacio. Y no le resultó fácil, como se percibe en sus ímprobos esfuerzos y llamamientos a la unidad.

Fue un pastor excepcional. Transmitió con fidelidad la doctrina heredada de los primeros apóstoles y defendió bravamente la fe contra herejías como el docetismo. En las siete epístolas que dirigió a las distintas Iglesias (algunas redactadas mientras viajaba para ser martirizado), no dejó de exhortar a los cristianos a dar la vida por Cristo, a ser fieles a las enseñanzas recibidas, a mantenerse firmes frente a los que pretendían socavarlas, así como a vivir la caridad y unidad entre todos. Cuando supieron que había sido hecho prisionero y viajaba para ser ajusticiado, como tantos mártires, iban saliéndole al encuentro (entre otros, san Policarpo); él los bendecía con paternal ternura, orando por ellos y por la Iglesia. Eusebio de Cesarea, al historiar ese momento, haciéndose eco del discurrir de Ignacio, puso de manifiesto el ardor apostólico del santo que no perdía ocasión para dar a conocer a Cristo. En las ciudades que atravesó se ocupó de fortalecer a los fieles recordándoles el mensaje evangélico, animándoles a vivir la santidad. Tras de sí dejaba la huella de la unidad entre las Iglesias, después de haber alertado contra las herejías que irrumpían con fuerza buscando la confusión y la ruptura con el magisterio eclesial que de ellas se deriva.

Particularmente relevante fue su paso por Esmirna, sede de san Policarpo, que había bebido las fuentes primigenias del cristianismo de manos de san Juan. El edificante y rico legado de san Ignacio que amasó en ese lugar, además de las bendiciones que su presencia proporcionó a los cristianos de la ciudad, ha llegado a nuestros días. Se compone de una serie de cartas dirigidas a sus hermanos de Éfeso, Magnesia, Trales y Roma, a través de las cuales dejaba oír la poderosa voz de la fe que inundaba sus entrañas. A la comunidad romana le había dicho: «Trigo soy de Dios, molido por los dientes de las fieras, y convertido en pan puro de Cristo». No finalizó con estas misivas su encendida catequesis. En Tróada, su siguiente escala, escribió a la comunidad de Filadelfia, a la de Esmirna, y a Policarpo. En estos textos vivos, pujantes de gozo –porque sabía que iba camino de su martirio y ansiaba derramar su sangre por Cristo, ya que de este modo se abrazaría a Él por toda la eternidad–, se percibe cuánto le urgía dejar bien sentadas las bases de la comunión apostólica, recordando las claves del seguimiento, coronadas siempre por la caridad.

La lucha, el esfuerzo, la entrega incesante, la fraternidad, el espíritu de familia, el ir todos a una, y ponerse a merced unos de otros, siempre mirando a quien presidía la comunidad, sin celos, rivalidades y envidias, alumbraron a los fieles a quienes las dirigió y a las sucesivas generaciones. El potente eco de su voz se abre paso en nuestras vidas y nos insta a seguir el camino hasta el fin, recordándonos el valor de la gracia que recibimos cuando nos afiliamos a la Iglesia: «¡Vuestro bautismo ha de permanecer como vuestra armadura, la fe como un yelmo, la caridad como una lanza, la paciencia como un arsenal de todas las armas!».

El 20 de diciembre del año 107, aunque este extremo no está confirmado, compareció ante el prefecto. Fue un trámite fugaz, inútil, ya que todo estaba decidido de antemano, y sin dilación fue conducido al anfiteatro Flavio. Allí unos leones dieron fin a su vida. Las Actas de los mártires reflejan este cruento sacrificio del gran prelado de Antioquia, cuyo sobrenombre de «Theophoros» (portador de Dios) sintetiza el acontecer de ese testigo de Cristo que derramó su sangre por Él. Había sido el primero en denominar «católica» a la Iglesia, en utilizar la palabra «Eucaristía» refiriéndose al Santísimo Sacramento, y en escribir sobre el parto virginal de María. Ha dejado obras excepcionales mostrando que la doctrina eclesial procede de Cristo por medio de los apóstoles. Sus restos fueron llevados a Antioquia.