Tribunas

Teresuca y el cardenal Van Thuan

José Francisco Serrano Oceja

Teresuca acaba de escribir una novela sobre la vida del cardenal, y santo aún no declarado, Francisco Javier Nguyen Van Thuan. El último libro que leí de este mártir fue el de Miguel Ángel Velasco. Y tengo que decir que me pareció una delicia.

Ahora, otro, con una sensación de que nunca me parecen muchos. La vida de ese hombre de Dios da para más, siempre más. Máxime si tiramos del hilo de una de sus enseñanzas: uno de los principales enemigos de la fe es el miedo. La libertad interior es condición de presencia y posibilidad de encuentro con Cristo. Para ser libres, nos liberó Cristo, también en la cárcel. Y presidios reales y simbólicos  hay muchos.

No sabía que Teresuca fuera literata. Sabía de su congénita ingenuidad, y de su bondad, por no escribir bonhomía, que me suena un pelín raro. Conocía su faceta periodística, de contertulia siempre ocurrente. Incluso su vena de filósofa, aunque solo sea por su trabajo y cercanía con el maestro Alejandro Llano. Tengo que confesar que su tesis doctrinal sobre Hannah Arendt, y su posterior libro sobre el periodismo en el pensamiento de la filósofa judía, siempre me pareció una genialidad. Si alguien quiere saber de verdad qué es el periodismo, ahí tiene “Palabra de Hannah Arendt. Ser o no ser periodista en la era del punto cero”, editorial Encuentro.

Y ahora nos sorprende con un relato, ficción, “póesis”, poética, del heroísmo en las cosas pequeñas, el heroísmo en la perspectiva de lo eterno. Ritmo trepidante, escenas no muy largas, juego de colores, sensaciones, espejo de la santidad, nombres, profundidades. Así es el libro sobre los segundos, los minutos, las horas, los días, los meses, los años del cardenal Van Thuan en prisión.

Perdón, se me olvidaba, Teresuca es Teresa Gutiérrez de Cabiedes, y el libro del que estoy hablando se titula “Van Thuan. Libre entre rejas”, editorial Ciudad Nueva.

“Muchas veces había imaginado cómo reaccionaría si le intentaban asesinar…” El resto, se lo dejo a usted, querido lector, y lectora, vamos, faltaría más.

 

José Francisco Serrano Oceja