Tribunas

El emboque de don Carlos

José Francisco Serrano Oceja

En el juego de los bolos, del bolo palma según se juega en Cantabria para ser más precisos, -actividad lúdica apropiada para estos días-, el emboque es bolo más pequeño cuyo valor es superior al resto. Y también una jugada maestra. 

El arzobispo de Madrid, don Carlos, ha recibido el emboque de oro que concede la Casa de Cantabria de la capital de España. Por cierto, un refugio de montaña pura en la siempre sinuosa y tortuosa villa y corte.

La primea intervención en los emboques de oro de este año fue del presidente de la Comunidad Autónoma, Miguel Ángel Revilla. A medio camino entre “Sálvame de luxe” y un improvisado discurso en la sobremesa de la cofradía del queso –por cierto, allí representada y galardonada en la persona del restaurador Zacarías Puente, escritor de novelas que tienen como protagonista a un cura enamoradizo-, Revilla se deshizo en elogios de su amigo Carlos, Carlos, “así, como le llamamos por aquí”.

El presidente de Cantabria recordó afectado la relación que existía entre su llorado hermano Jaime y don Carlos Osoro e insistió en que es un orgullo para Cantabria tener a un foramontano como arzobispo de Madrid.

El momento más entrañable, sin duda, fueron las palabras que monseñor Osoro pronunció nada más recibir el galardón. Su intervención se centró en recordar que lo más grande que tenía, que había recibido, la fe a través de su familia, había ocurrido en estas tierras.

A partir de ahí hizo una exposición del kerygma, de lo que significa lo esencial del encuentro con Jesucristo en la vidas de las personas, que dejó sin aliento a más de un asistente a la cena de gala.

Entre los comensales del Premio hay que destacar la presencia del P. Ángel, al que aludió en varias ocasiones el presidente Revilla. El P. Ángel, peregrino de la caridad, se había ido en un autobús con un grupo de sin techo de la iglesia de San Antón para pasar un día de playa. Un grupo al que el presidente cántabro les regaló las primeras toallas de playa promocionales del Año Jubilar Lebaniego del 2017.

También estaba, en uno de sus primeros actos públicos, el nuevo vicario general de la diócesis de Santander, el joven sacerdote Sergio Llata, o el párroco de la madrileña iglesia de san Ginés, el también cántabro José Luis Montes, artífice de no pocos galardones.

Don Carlos Osoro es muchas cosas. Sacerdote, obispo, arzobispo, pronto cardenal con permiso de Barcelona, y, ahora, emboque de oro, una expresión del afecto que se le tiene por su tierra, perdón, tierruca.

 

José Francisco Serrano Oceja