Tribunas

Las “cuentas de resultados” de la Iglesia

Ernesto Juliá

Hace apenas unos días la Conferencia Episcopal Española presentó la Memoria Anual de Actividades de la Iglesia en España, relativa al año 2014.

En la Memoria tienen cabida las acciones promovidas por las diversas organizaciones eclesiásticas en servicio de los más necesitados, de los enfermos, de los presos, de los diversos grupos algo o mucho marginados del diario latir de la sociedad. Y están recogidas, con resultados trasparentes   en lo que se refiere a los puestos de trabajo y al empleo del dinero que estas actividades conllevan.

En el informe queda bien reflejado el ahorro que supone para el Estado, o mejor dicho, para los contribuyentes, los 2449 centros educativos eclesiásticos concertados con las Autonomías correspondientes. Y hasta se han atrevido a señalar el impacto económico de las celebraciones religiosas sacramentales, bodas, bautizos, comuniones,, etc., y el de las Fiestas religiosas, en pueblos y ciudades.

La actividad caritativa y asistencial merece también un capítulo aparte. Baste señalar que son más de 2.000.000 de personas que se han beneficiado de la labor de Caritas, en solo un año.

Lo recogido en esta Memoria, ¿refleja realmente toda la actividad de la Iglesia?. En absoluto. Contabilizar todas las acciones de la Iglesia es, realmente, tarea imposible. ¿Quién podría medir, por ejemplo, la influencia de la labor de la Iglesia en la economía y en la sociedad, cuando habla en favor de la vida del concebido no nacido, o mejor dicho, no salido del vientre de su madre, porque nacer ya ha nacido, incluidos los que vienen con síndrome Down, o cualquier otra alteración genética que nos les impide, en absoluto, ser verdaderamente seres humanos? ¿O cuando habla en favor de una economía que se organiza para respetar los horarios que permitan una atención mayor a la vida de la familia de todos los que en ella trabajan, sea cualquiera el nivel que ocupen en la organización de la empresa?

¿Cómo se podría llegar a contabilizar la influencia social de las enseñanzas de la Iglesia sobre la defensa y protección de la familia, hombre y mujer e hijos, sin la que no existiría ninguna sociedad humana? ¿O cuando habla, con claridad y según la naturaleza humana, de la promoción de la mujer cuando es víctima de explotación sexual, laboral  etc., o es sometida al mercado de los vientres de alquiler? ¿Quién se atrevería a calibrar su influencia cuando señala –y pocos más se atreven a hacerlo- los peligros para la vida social que comportaría la implantación legislativa de la así llamada “ideología de género”?

Y tan imposible de apreciar como todo esto, es la labor social que se lleva a cabo en los más de 160 centros para la tutela de la infancia; o en los más de 260 de orientación familiar.

Estas Memorias, necesarias como son, no deben impedir superar toda perspectiva sociológica en el momento de examinar los efectos de la predicación de la Iglesia, y de su testimonio de Cristo, Dios y hombre verdadero. Nadie, por ejemplo, me supongo yo, se atreverá a medir, y presentar cuentas, de la influencia en la vida social que suponen la Fe de los cristianos en la presencia de Dios en la tierra y su Esperanza en la Vida Eterna, y la “energía espiritual” que esa Fe y Esperanza conllevan a la hora de trabajar en servicio de los demás, a la hora de defender la dignidad de las personas, en el momento de eliminar toda violencia en la vida de la sociedad, como tan maravillosamente ha hecho el capellán de la capilla de la Autónoma, tratando de mantener reservada la noticia del “asalto”.

¿Qué sería de Europa sin el espacio de “celeste silencio” de sus Catedrales, de las pequeñas iglesias de pueblo, de barrio? Ese “celeste silencio” que quieren arrancar de la tierra quienes “asaltan” los templos, los llenas de pintadas blasfemas, los ensucian…Empeño inútil: ni desnudos/as ni vestidas/os, impedirán que la Iglesia siga hablando de la Cruz de Cristo, de la Resurrección de Cristo, de la Vida Eterna con Cristo en todas sus labores de caridad, de formación, de orientación familiar, de defensa de la vida, de atención a inmigrantes, a enfermos, a ancianos.

 

Ernesto Juliá Díaz

ernesto.julia@gmail.com