Tribunas

Tortícolis de mirar a Valencia

José Francisco Serrano Oceja

En este momento del presente de la Iglesia hay dos o tres movimientos de cabeza constantes para la atención eclesial.

El primero, siempre, a Roma. Primera tortícolis, que diría un taranconiano.

El segundo, a Madrid, que es como mirar de frente y a los ojos. Aquí no hay tortícolis, a lo sumo, fijación de mirada, o mirada puesta en el objetivo siempre apreciado de futuros nombramientos.

El tercero, a Valencia. Porque está apareciendo una sana tortícolis en algunos sectores eclesiásticos de tanto mirar a Valencia, es decir, al cardenal Cañizares, que se está distinguiendo, muy proféticamente, en su ministerio. Por cierto, que tuvo el cardenal Cañizares una larga audiencia con el papa Francisco la pasada semana. Una audiencia pre-anotada y anotada, por traducir el italianismo, hace dos meses. 

Porque el cardenal Cañizares, que ejerce el ministerio de la verdad con libertad, quizá por eso de que le favorece el color del capelo, se ha encontrado con una izquierda radical con ganas de follón laico o laicista, para ser más exactos.

De ahí las ganas que no pocos, por el Turia, le tienen al cardenal Cañizares hasta el punto que las declaraciones de Errejón sobre la persona del cardenal, además de ser a fondo estudiadas por los servicios jurídicos, son una muestra de la temperatura del asedio. Declaraciones que no se me ocurrirá reproducir por salud mental en esta columna.

La clave, claro está, es la educación. Y ahí el cardenal Cañizares, ante la presión a la que la Generalidad Valenciana está sometiendo a los colegios concertados, entre ellos la mayor red diocesana de colegios de la Iglesia, no se ha arredrado, ni se ha dedicado a mirar para otro lado, ni a buscar fáciles subterfugios intermedios.

El cardenal Cañizares ha salido en defensa del derecho de los padres a una educación en libertad, como garantiza la Constitución, y también en defensa de la Iglesia de erigir colegios y que reciban y desarrollen el concierto en igualdad de condiciones.

De ahí que el cardenal Cañizares recibiera una ovación monumental de sus fieles el otro día cuando entró en la catedral con motivo del Jubileo de las Familias. Un cardenal con olor y aplauso a oveja y con aplausos de las ovejas.

 

José Francisco Serrano Oceja