Tribunas

Arabia Saudí y el Estado Islámico: ¿Un objetivo común?

Pilar González Casado
Profesora Agregada a la Cátedra de Literatura árabe cristiana de la Universidad San Dámaso.

Las fuerzas de seguridad saudíes han desmantelado al sur de La Meca una célula terrorista del Estado Islámico. Durante la operación murieron dos combatientes del grupo terrorista. Esta noticia parece que contradice a otras muy habituales en las que se acusa al Estado saudí como la principal fuente de inspiración y de financiación del grupo islamista. Ambos comparten métodos de acción e ideas, lo que a menudo hace pensar que tienen un objetivo común y que Arabia Saudí sería ya la materialización del ideal de Estado pretendido por el Estado Islámico.

El reino saudí se autodefine como una monarquía islámica teocrática cuya religión oficial es el islam sunnita. Tras dos reinos previos, vio definitivamente la luz como el gran reino árabe en 1932 cuando se unieron la parte central y occidental de la península. Siglos atrás, el fundador del primer reino, Muhammad Ibn Saud (1748-1818) hizo un pacto verbal en el nombre de Dios y de su profeta, de su yihad y de las reglas islámicas, con el fin de supervisar el bien y prohibir el mal, con Muhammad Abd al-Wahhab, fundador del movimiento que lleva su nombre, el wahabismo. Este pacto que nunca se ha cuestionado y que se ha mantenido en el tiempo, dio lugar a un Estado bicéfalo en el que el poder político y la autoridad religiosa se repartieron las competencias: el primero, en manos de la dinastía Saud, nombra a los gobernadores y dirige la guerra, mientras que la segunda, en manos de los ulemas, nombra a los imanes, los jueces y supervisa la educación religiosa. Ibn Saud, obligado por el poder de masas del fundador del wahabismo, se comprometió a seguir su doctrina que además de defender la unicidad absoluta de Dios propia del islam, hace una interpretación literalista del Corán y practica el sistema jurídico-penal más riguroso de la sharia, el de la escuela hanbalí. La ideología del Estado Islámico también practica estos tres últimos puntos.

Sin embargo, saudíes e islamistas no se enfrentan al mundo del mismo modo. Arabia Saudí es un Estado islámico con una posición hegemónica en el mundo sunnita cuyo yihadismo se dirige a erradicar o convertir al resto de musulmanes que considera infieles, tal y como propugnaba el fundador del wahabismo. Es la autoridad neo-tradicional que pretende reislamizar el islam, ser su voz autoritativa a nivel mundial y  propagar el wahabismo fuera de sus fronteras sin deslegitimar la monarquía islámica establecida. El Estado Islámico pretende ser el Estado islámico por excelencia reinstaurando un califato universal al que todos los musulmanes del mundo deban obediencia. Rehúsa cualquier compromiso con el orden establecido porque busca islamizar el mundo con la restauración del califato perdido al que ha mitificado como  sistema político que llevó al islam clásico a dominar el mundo conocido.

El reino saudí no es la materialización del ideal pretendido por el Estado Islámico y oficialmente toma medidas en contra de él (en su listado de grupos terroristas aparece éste e inflige castigos a aquellos que lo financien y lo apoyen), pero uno y otro coinciden en su yihadismo: ya se trate de islamizar el mundo no islámico o de reislamizar el islámico. El modo de llevarlo a la práctica es diferente, pero su interés por difundir sus «islames» respectivos hace que muy a menudo ambos pescadores saquen ganancias comunes  cuando el Tigris y el Eúfrates bajan revueltos por la meseta iraquí o el Quwayq por Alepo. Y más si la ganancia supone que el chiismo no traspase sus fronteras iraníes y conquiste territorios de mayoría sunnita.