El Cardenal Gerhard Ludwig Müller ofreció este miércoles, en Oviedo, la conferencia con el título “¿Qué podemos esperar de la familia? Una cultura de esperanza para la familia a partir de la exhortación apostólica post-sinodal Amoris Laetitia”. El acto se organizó con motivo de la presentación del libro “Informe sobre la esperanza”, de la editorial La BAC, y tuvo lugar en el Salón de Actos del Seminario de Oviedo. En él estuvo acompañado por el Arzobispo de Oviedo, Mons. Jesús Sanz, y el director de La BAC, Carlos Granados García.
Durante su intervención, el cardenal destacó que “una primera
lectura de Amoris Laetitia nos ayuda a descubrir que el problema de
la familia actual no se refiere a esfuerzos individuales, a
convicciones personales o a entregas aisladas. El gran reto –dijo–
está en superar la falta de un ambiente y de un tejido de relaciones
donde pueda crecer y germinar el deseo de los hombres”.
“Amoris Laetitia –afirmó el Cardenal Müller– ha resumido la
esperanza de la familia mediante la exégesis de la 1ª Carta a los
Corintios 13 y dicha intuición, a mi entender, es la clave de
lectura del documento. Según este, solo a la luz del verdadero y
genuino amor, es posible aprender a amar y construir una morada al
deseo”.
Para el cardenal, Francisco propone en la Amoris Laetitia edificar
una “cultura de la familia sólida”. Y la fuerza se extrae del mismo
sacramento del matrimonio. Ahí se encuentra la “gran esperanza de la
familia”, “el gran don que cada familia ha recibido”, afirmó, “por
el que los cónyuges se transforman en signo eficaz del amor de Jesús
y su Iglesia. El don recibido de Dios genera a su vez múltiples
relaciones, porque el sacramento asume y transforma su amor”.
Sin embargo, la Iglesia no propone un matrimonio perfecto, y conoce
las dificultades que éste comporta. “La relación de los esposos
tendrá que crecer y madurar –señaló Müller–. Conocerá caídas y
necesitará del perdón. Humanamente, será siempre imperfecta y estará
siempre en camino. Sacramentalmente, sin embargo, el matrimonio
proporciona a los esposos la presencia plena entre ellos del amor de
Jesús, haciendo que el vínculo de su amor sea tan indisoluble, hasta
la muerte, como el de Cristo y su Iglesia. La familia, por tanto, es
sujeto de la vida de la Iglesia, no porque los esposos sean muy
eficaces, inteligentes o justos, sino porque tiene en sí la fuerza
del amor de Cristo, capaz de generar un nuevo amor en el mundo”.
Recordando las palabras de la exhortación del Papa, el cardenal
afirmó también que la pastoral matrimonial “tiene que ser una
pastoral del vínculo”, y recordó también la vía que el Papa proponía
para dar esperanza a aquellos que viven alejados, y especialmente a
los que han vivido un drama y la herida de una segunda unión civil
después de un divorcio: “acompañar, discernir e integrar”.
La Iglesia ni excluye a los pecadores, ni excluye el pecado
En este sentido, recordó que la Iglesia acoge con premura a los
pecadores, y “a la vez les invita a un camino concreto de conversión
y de superación del pecado: ni excluye a los pecadores, ni excluye
el pecado”, porque “si la Iglesia perdiera la arquitectura de los
sacramentos, perdería el don originario que la sostiene, y no
visibilizaría el amor de Jesús, y el modo en que éste transforma la
vida cristiana”.
“Algunos han afirmado estos días –ha querido precisar el Cardenal–
que Amoris Laetitia ha eliminado esta disciplina, permitiendo, al
menos en ciertos casos, que los divorciados que viven en nueva unión
pudieran recibir la Eucaristía sin necesidad de transformar su modo
de vida. A esto habría que responder –destacó– que si Amoris
Laetitia hubiera querido cancelar una disciplina tan arraigada y de
tanto peso, lo habría expresado con claridad, ofreciendo razones
para ello. No hay, sin embargo, ninguna afirmación en este sentido
en la exhortación apostólica post-sinodal, ni el Papa pone en duda
en ningún momento los argumentos presentados por sus predecesores,
que no se basan en la culpabilidad subjetiva de estos hermanos
nuestros, sino en su modo visible, objetivo de vida, contrario a las
palabras de Cristo”.
Coherencia entre fe y vida
A lo largo de su intervención, el cardenal alemán quiso dejar claro, tanto en la conferencia, como en el encuentro previo con los periodistas, que nadie que quiera de verdad un sacramento como el de la Eucaristía, puede no vivir de acuerdo con los demás sacramentos, entre ellos el del matrimonio, porque “quien vive en modo contrario al vínculo matrimonial, se opone al signo visible del sacramento del matrimonio”.
Para el Cardenal Müller, en la exhortación del Papa Francisco,
éste nos advierte contra dos desvíos: “los que quieren condenar y se
contentan con un inmovilismo que no abre nuevas vías para que estas
personas puedan regenerar su corazón, y por otro lado, los que ven
la solución en encontrar excepciones en distintos casos, renunciando
a regenerar el corazón de las personas”.
“Una síntesis entre fe y vida”, es el objetivo a seguir en la
sociedad para los cristianos, según el Prefecto de la Congregación
para la Doctrina de la Fe. “Yo, como prefecto de esta congregación,
tengo que ocuparme de la fe. Los pastores en sus parroquias, se
encargan más habitualmente de la vida. Y entre todos, tenemos que
ayudar a la gente en la búsqueda de la verdad de Dios. Y todo esto
no funcionará sin una conversión de los corazones”, explicó en un
encuentro previo a la conferencia, con los periodistas locales.
Teología de la Liberación
En este encuentro, el Cardenal Müller fue preguntado también sobre su conocida relación con el padre de la Teología de la Liberación, el peruano Gustavo Gutiérrez, con quien ha escrito dos libros hasta el momento. En este sentido, Müller destacó que en su opinión, “algunos aspectos de la Teología de la Liberación debieran desarrollarse más ampliamente, y buscar la manera de mejorar las condiciones de las personas, desde el punto de vista de la dignidad, a la luz del Evangelio, no tan sólo desde el análisis sociológico”. Sin embargo, la Teología de la Liberación ofrece otros planteamientos que están muy en línea con la Iglesia católica, habiendo “superado hace años ciertas tensiones”, y con unos fundamentos comunes indiscutibles como “la verdad del amor a Dios y la preocupación por el amor al prójimo, que es una unidad indisoluble”.
La excomunión de los divorciados
En el encuentro con los periodistas, el Cardenal quiso diferenciar entre la Excomunión Canónica y la Excomunión Sacramental, que afecta “a este grupo de personas que viven en una nueva unión, como si fueran casados. Ellos no están excomulgados canónicamente, pero no pueden comulgar sin antes regular su vida y recibir el sacramento de la Penitencia”. Una diferenciación que, según el propio Cardenal, ha “provocado un poco de confusión”, y es que “sólo Dios puede ver en nuestros corazones”, y “la Iglesia no es la dueña de la Gracia, sólo administra los sacramentos y está vinculada y obligada a caminar en esa línea. La Iglesia no tiene la autoridad para cambiar este camino de los sacramentos”.
En este sentido, el Cardenal aseguró, ante la sugerencia de si su nuevo libro podría ser una “corrección teológica” a la exhortación del Papa Francisco, que “tanto Benedicto XVI como el Papa Francisco, cuando me llevaron a Roma, lo hicieron, no para que fuera una copia servil del Pontífice, sino para servir con mi cabeza, y así lo intento hacer. Yo tengo que hacer mi tarea –afirmó– esto es, promover y tutelar la fe”.