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Servicio diario -
31 de octubre de 2006


Santa Sede
El cardenal brasileño Cláudio Hummes, nuevo prefecto de la Congregación para el Clero
El cardenal Castrillón sigue siendo presidente de la Comisión Pontificia «Ecclesia Dei»
El arzobispo Angelo Comastri, nuevo arcipreste de la Basílica de San Pedro del Vaticano
El Papa ora por el cese de toda forma de terrorismo en el mundo
Para la Iglesia la caridad no es simple asistencia social, aclara el Papa

Mundo
Obispo insta a la sociedad venezolana a tener espíritu crítico
Representantes eclesiales a favor de la paz y el orden en Oaxaca
Diez años del asesinato del arzobispo congoleño de Bukavu, aún sin aclarar

Entrevista
Isabel de la Trinidad o la felicidad dentro de uno mismo

Espiritualidad
El predicador del Papa recuerda: «La santidad no es un lujo, es una necesidad»

Documentación
Benedicto XVI recuerda al padre Pío de Pietrelcina y su obra
Conclusiones del IV congreso mundial de la Federación Internacional de Bioética Personalista

Mensaje a nuestros lectores
Servicio reducido con motivo de la solemnidad de Todos los Santos

 




 


Santa Sede



El cardenal brasileño Cláudio Hummes, nuevo prefecto de la Congregación para el Clero
Sustituye al cardenal Darío Castrillón Hoyos, presidente de la Comisión «Ecclesia Dei»

CIUDAD DEL VATICANO, martes, 31 octubre 2006 (ZENIT.org).- Benedicto XVI ha nombrado al cardenal brasileño franciscano Cláudio Hummes O.F.M., arzobispo de Sao Paulo, de 72 años, nuevo prefecto de la Congregación vaticana para el Clero.

Según anunció este martes la Oficina de Prensa de la Santa Sede, el purpurado sustituye al cardenal colombiano Darío Castrillón Hoyos, quien presentó su renuncia al Papa por razones de edad (en julio cumplió los 77 años).

El cardenal Castrillón Hoyos sigue siendo presidente de la Comisión Pontificia «Ecclesia Dei», instituida por Juan Pablo II el 2 de julio de 1988, tras el gesto cismático de las ordenaciones episcopales ilegítimas realizadas por el Arzobispo Marcel Lefebvre en Ecône (Suiza), para facilitar la plena comunión de la personas ligadas de alguna manera a la Fraternidad fundada por aquel arzobispo.

Cláudio Hummes nació en Montenegro (en el sur de Brasil) en el seno de una familia de origen alemán, el 8 de agosto de 1934. Fue ordenado sacerdote en Divinópolis (Minas Gerais), en 1958, perteneciendo a la Orden Franciscana de los Hermanos Menores.

Nombrado obispo coadjutor y después obispo diocesano de Santo André en 1975, Juan Pablo II le nombró arzobispo de Fortaleza el 21 de julio de 1996. El mismo Papa le nombraría arzobispo de Sao Paulo, en 1988, y en 2001 le crearía cardenal.

En el año 2002, el Papa Karol Wojtyla le encomendó la tarea de predicar los ejercicios espirituales a la Curia romana, meditando sobre cómo ser discípulos de Cristo.

Al informar sobre su nombramiento, «Radio Vaticano» destaca su compromiso a favor del diálogo ecuménico, de la promoción de los laicos, y de la pastoral obrera y la formación de los sacerdotes.

«Fue uno de los artífices del Encuentro Mundial de las Familias con Juan Pablo II en Río de Janeiro en 1997», añade la emisora pontificia.

La Congregación para el Clero «recoge, sugiere y promueve iniciativas para la santidad y la formación intelectual y pastoral del clero (sacerdotes diocesanos y diáconos). En este sentido, según explica la página web del Vaticano, «vigila sobre los Capítulos Catedralicios, sobre los Consejos Pastorales, sobre los Consejos Presbiterales, sobre las parroquias y sobre los párrocos y sacerdotes que ejercitan el ministerio pastoral, etc., sobre las ofertas de las misas, sobre las pías fundaciones, píos legados, oratorios, iglesias, santuarios, archivos eclesiásticos y bibliotecas; promueve una más adecuada distribución del clero en el mundo».

A la Congregación corresponde también el seguimiento de la catequesis. En este sentido, «cuida la promoción de la formación religiosa de los fieles de toda edad y condición; emana las normas oportunas para que la enseñanza de la catequesis se imparta en modo conveniente; vigila para que la formación catequística se lleve a cabo en el modo correcto; concede la necesaria aprobación de la Santa Sede para los Catecismos y Directorios emanados por las Conferencias Episcopales; asiste a los oficios catequisticos y sigue las iniciativas relacionadas con la formación religiosa de carácter internacional, coordina las actividades y ofrece las ayudas necesarias».

Por último, esta Congregación vaticana es competente «en materia de conservación y administración de los bienes temporales de la Iglesia: bienes inmuebles, tasas, tributos, alienaciones; le compete además todo aquello que se refiere a la congrua remuneración, la pensiones por invalidez o vejez y la asistencia sanitaria del clero, etc.».

El cardenal Darío Castrillón ha utilizado las nuevas tecnologías en el ejercicio de su ministerio. En particular, ha creado la página web de esa Congregación, www.clerus.org, una de las bibliotecas digitales católicas más grandes, y ha organizado las mensuales videoconferencias de teologías con teólogos de los cinco continentes gracias a las nuevas tecnologías de la comunicación.

El secretario de la congregación es el arzobispo húngaro Csaba Ternyák.
ZS06103106

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El cardenal Castrillón sigue siendo presidente de la Comisión Pontificia «Ecclesia Dei»


CIUDAD DEL VATICANO, martes, 31 octubre 2006 (ZENIT.org).- Si bien Benedicto XVI ha aceptado la renuncia al cargo de prefecto de la Congregación para el Clero, que le ha presentado el cardenal Darío Castrillón Hoyos, por razones de edad (ha cumplido 77 años), el purpurado colombiano seguirá siendo presidente de la Comisión Pontificia «Ecclesia Dei».

Así lo ha confirmado el subdirector de la Sala de Prensa de la Santa Sede, el padre Ciro Benedettini, después de que se hiciera público el nombramiento del cardenal brasileño Cláudio Hummes como nuevo prefecto de la Congregación para el Clero.

Juan Pablo II nombró el 13 de abril del año 2000 al cardenal Castrillón como presidente de esta Comisión «con la tarea de colaborar con los obispos, con los dicasterios de la Curia Romana y con los ambientes interesados, para facilitar la plena comunión eclesial de los sacerdotes, seminaristas, comunidades, religiosos o religiosas, que hasta ahora estaban ligados de distintas formas a la Fraternidad fundada por le arzobispo Marcel Lefebvre y que deseen permanecer unidos al Sucesor de Pedro en la Iglesia católica».

La labor del cardenal Castrillón fue decisiva para superarse, en enero de 2002, el cisma de la Fraternidad de San Juan María Vianney, un grupo tradicionalista brasileño cercano a las posiciones del arzobispo Lefebvre.

Al ser acogidos en la Iglesia católica, los sacerdotes de la Fraternidad pasaron a formar la Administración Apostólica San Juan María Vianney, una forma de circunscripción eclesiástica, que depende directamente del Papa.

En septiembre pasado, la labor del cardenal favoreció la creación en Francia del Instituto del Buen Pastor, del que forman parte sacerdotes y seminaristas que han dejado la Fraternidad de San Pío X y que han querido regresar a la comunión plena con Roma.
ZS06103108

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El arzobispo Angelo Comastri, nuevo arcipreste de la Basílica de San Pedro del Vaticano
En sustitución del cardenal Francesco Marchisano, de 77 años de edad

CIUDAD DEL VATICANO, martes, 31 octubre 2006 (ZENIT.org).- Benedicto XVI ha nombrado este martes al arzobispo italiano Angelo Comastri, de 63 años, vicario general del Papa para el Estado de la Ciudad del Vaticano, nuevo arcipreste de la Basílica de San Pedro del Vaticano.

Sustituye en el cargo al cardenal Francesco Marchisano, de 77 años de edad.

Monseñor Comastri, quien se reconoce como hijo espiritual de la Madre Teresa de Calcuta, redactó las meditaciones del Vía Crucis que presidió Benedicto XVI en el Coliseo en la noche del Viernes Santo del año pasado. En una ocasión, predicó los ejercicios espirituales de Cuaresma a Juan Pablo II y a la Curia Romana.

El prelado es vicario general del Papa para la Ciudad del Vaticano y presidente de la Fábrica de San Pedro desde febrero de 2005, cargos que mantendrá. Precedentemente había sido arzobispo del Santuario Mariano nacional italiano de Loreto.

En la misa celebrada en sufragio del Papa al día siguiente de sus exequias, el cardenal Francesco Marchisano, reveló que quedó curado de una grave enfermedad en la garganta después de que Juan Pablo II rezara por él y la tocara.
ZS06103107

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El Papa ora por el cese de toda forma de terrorismo en el mundo
En sus intenciones del mes de noviembre

CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 30 octubre 2006 (ZENIT.org).- Durante el mes de noviembre Benedicto XVI orará especialmente «para que en el mundo entero se ponga fin a todas las formas de terrorismo».

Así lo anuncia el «Apostolado de la Oración» (http://www.adp.it/), una iniciativa --que siguen unos 50 millones de personas de los cinco continentes-- a través de la cual laicos, religiosos, sacerdotes y obispos de todo el mundo ofrecen sus oraciones y sacrificios por las intenciones que el Papa indica cada mes a nivel universal.

Ya varias veces, desde el inicio de su pontificado, Benedicto XVI ha mostrado su preocupación por la plaga del terrorismo.

La última vez fue durante su discurso –el pasado 19 de octubre- a la IV Asamblea Eclesial Nacional (de Italia) celebrada en Verona, un momento en el que alertó sobre «la atención especial» y «el compromiso extraordinario» que «requieren» «los grandes desafíos en los que amplios sectores de la familia humana corren mayor peligro».

Y enumeró a continuación «las guerras y el terrorismo, el hambre y la sed, y algunas epidemias terribles».

Pocas semanas atrás también consideró oportuno lanzar la advertencia de que «el tercer milenio comenzó con escenarios de terrorismo y de violencia que no parecen desvanecerse»; fue en su mensaje con ocasión de la celebración del XX aniversario del Encuentro Interreligioso de Oración por la Paz (Asís, 4 y 5 de septiembre).

«En muchas regiones puede dar la impresión de que no sólo las diferencias culturales, sino también las diferencias religiosas son motivo de inestabilidad o de amenaza para las perspectivas de paz», aludió.

«Precisamente desde este punto de vista, la iniciativa promovida hace veinte años por Juan Pablo II se convierte en una profecía –reconoció Benedicto XVI-. Su invitación a los líderes de las religiones mundiales a dar un testimonio conjunto de paz sirvió para aclarar sin posibilidad de equivocaciones que la religión sólo puede ser promotora de la paz».

Asimismo cada mes el Santo Padre ofrece sus oraciones y sacrificios por una intención misionera, cuyo enunciado de noviembre es: «Para que con el esfuerzo de los creyentes, unido al de las fuerzas vivas de la sociedad, se rompan las cadenas nuevas y antiguas que entorpecen el desarrollo del continente africano».

Por encargo del dicasterio misionero, el cardenal arzobispo de Cape Coast (Ghana), Peter Kodwo Appiah Turkson, comenta esta intención esbozando el perfil de la cultura africana, «rica en su diversidad», que «encierra algunos de los valores más nobles de la existencia humana, como son su amor por la vida, el sentido de pertenencia al que se atribuye un gran valor, y que es cultivado en las familias» y «un fuerte sentido de solidaridad y de la vida de comunidad».

Con todo, el purpurado, de 58 años, recuerda que múltiples factores empujan a que «numerosas naciones africanas se encuentren todavía en la mordaza de la enfermedad y de la carestía, de las guerras, de las tensiones raciales y tribales, de la inestabilidad política y de la violación de los derechos humanos».

Pero «la mano de un "buen samaritano" ya ha sido tendida a África por la Iglesia -reconoce-. En su pobreza, la Iglesia africana desarrolla un papel de guía en diversos países, llevando adelante programas que contemplan el desarrollo humano integral, suscitando admiración y aprecio por parte de sus gobiernos y de las agencias internacionales».

Y «los esfuerzos insuficientes de las Iglesias locales son integrados y reforzados por cristianos y otras organizaciones confesionales», además de muchas agencias, prosigue.

A ello se suma la determinación que surge y crece entre gobiernos y jefes de Estado africanos de ser fiables y luchar contra abusos y corrupción, intenciones que representan un «válido apoyo a los numerosos esfuerzos externos que aspiran a "catapultar" a África a una nueva órbita de salud mejorada, libertad económica, seguridad alimenticia, desarrollo, crecimiento, seguridad y paz», considera el purpurado ghanés.

«También es motivo de nuestra oración que las organizaciones de grandes dimensiones, sin rostro, pero mundiales (multinacionales) [...] gradualmente reconozcan que los africanos son hermanos con los que vivir en solidaridad, a quienes no se puede explotar para el propio beneficio», concluye.
ZS06103102

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Para la Iglesia la caridad no es simple asistencia social, aclara el Papa
Explica al recibir a dos asociaciones benéficas de Bélgica

CIUDAD DEL VATICANO, martes, 31 octubre 2006 (ZENIT.org).- Benedicto XVI ha explicado que para la Iglesia la caridad no es simple asistencia social, sino una manifestación de su misma esencia.

Así lo explicó este lunes al recibir en audiencia en el Vaticano a los miembros de las asociaciones «Pro Petri Sede» y «Etrennes Pontificales», de Bélgica, que le entregaron su ofrenda económica anual a favor de las necesidades de la Santa Sede.

«Para la Iglesia, la caridad no es una especie de actividad de asistencia social que también se podría dejar a otros, sino que pertenece a su naturaleza y es manifestación irrenunciable de su propia esencia», explicó el pontífice al agradecer el donativo.

«La Iglesia es la familia de Dios en el mundo. En esta familia no debe haber nadie que sufra por falta de lo necesario», añadió.

El Santo Padre alentó a sus huéspedes a salir al paso de las necesidades de los hermanos más necesitados «para que sean respetados en su dignidad fundamental, y sean alimentados, cobijados y educados».
ZS06103109

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Mundo



Obispo insta a la sociedad venezolana a tener espíritu crítico


ROMA, martes, 31 octubre 2006 (ZENIT.org).- «La política en Venezuela es intolerante. Además, cabe cuestionar si aún existe una división de poderes», explicó monseñor José Luis Azuaje, nuevo obispo de El Vigía (Venezuela) y anterior secretario general de la Conferencia Episcopal Venezolana, en su reciente visita a la sede de Ayuda a la Iglesia Necesitada.

«Los principales problemas de la Iglesia católica en Venezuela son la Ley de Educación que pronto entrará en vigor, así como la inminente aprobación de un programa educativo que erradicará la clase de Religión de las escuelas», añadió.

No obstante, y según él, éstos no son sólo problemas de la Iglesia, pues afectan a toda la sociedad venezolana.

«Urge utilizar los medios de comunicación para educar a la gente a ser crítica frente a los mensajes doctrinales del Gobierno. La Doctrina Social de la Iglesia debe ser el fundamento de la formación y la educación social, política y cultural».
ZS06103112

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Representantes eclesiales a favor de la paz y el orden en Oaxaca
Apoyan, con cautela, la intervención de la Policía Federal

OAXACA, martes, 31 octubre 2006 (ZENIT.org-El Observador).- Este domingo, tras seis meses de permanecer tomada por las fuerzas agrupadas en torno a la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO), efectivos de la Policía Federal Preventiva (PFP) disolvieron el cerco y tomaron control del zócalo de la capital del Estado.

Diversos líderes religiosos del país avalaron, con cautela, la acción del gobierno federal porque consideraron que la población de esa entidad, localizada al suroeste del país, ya habían sufrido consecuencias nefastas del movimiento de la APPO, al tiempo que reclamaron la restitución inmediata del estado de Derecho.

El cardenal Norberto Rivera Carrera, arzobispo primado de México, subrayó que el uso la fuerza pública en Oaxaca era una opción necesaria: «Finalmente para eso tiene el gobierno la fuerza pública, debe hacer valer los derechos de los ciudadanos, no es para reprimir ni para aplastar un pueblo», afirmó el purpurado en la rueda de prensa posterior a la misa del mediodía celebrada este domingo en la Catedral Metropolitana en la Ciudad de México.

Por su parte, el obispo de León y presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), monseñor José Guadalupe Martín Rábago, expresó, también en rueda de prensa ese mismo día que «no se trata de entrar a poner violencia, sino a poner orden, se trata de conseguir que se den condiciones para establecer un verdadero diálogo en un ambiente responsable».

Dijo que la Secretaría de Gobernación, a cuyo frente se encuentra Carlos Abascal Carranza, le había notificado la decisión a la CEM el sábado pasado, asegurando que se evitaría todo tipo de desmanes y que la PFP iría acompañada, durante la intervención, de observadores de Derechos Humanos.

En un comunicado de prensa emitido el domingo, el arzobispo de Oaxaca, monseñor José Luis Chávez Botello, llamó a todas las partes involucradas a superar las meras alternativas políticas para pensar en el futuro de la gente de Oaxaca.

«La vida, el bienestar, y el futuro de los oaxaqueños --escribió monseñor Chávez Botello-- no puede ser un peón de ajedrez para los intereses de algunos grupos que sólo buscan ubicarse en el poder social, político o económico. La vida, el bienestar y el futuro de los oaxaqueños es un desafío que debe unirnos y no enfrentarnos; todos somos responsables, de distinta manera, de construir o destruir el futuro de Oaxaca».

Llamó a todos los sectores a colaborar en el restablecimiento del orden público, a facilitar el regreso a clases de los niños de Oaxaca (que no asisten a la escuela desde el inicio del conflicto en mayo pasado) y, sobre todo, a intensificar la oración «a todos los niveles y, para quienes sea posible, unámosla al ayuno y a la caridad; es la oración más agradable al Señor. Que los templos se mantengan abiertos para las celebraciones programadas y para la oración de nuestro pueblo», concluyó diciendo el comunicado del arzobispo de Oaxaca.
ZS06103121

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Diez años del asesinato del arzobispo congoleño de Bukavu, aún sin aclarar


BUKABU, lunes, 30 octubre 2006 (ZENIT.org).- Pasada una década del crimen, miles de personas recordaron el sábado al arzobispo de Bukavu (República Democrática del Congo), monseñor Christophe Munzihirwa Mwene Ngabo, S.J., asesinado a la edad de 70 años en circunstancias aún sin aclarar.

El prelado –recuerda la agencia misionera «Misna»- perdió la vida el 29 de octubre de 1996 durante un ataque militar a la ciudad al inicio del conflicto que ensombrecería durante años la región.

«En el décimo aniversario del asesinato de monseñor Christophe Munzihirwa, la población de esta provincia, de este país y de todo África tiene derecho a conocer al autor y el arma del crimen», escribe la Comisión local Justicia y Paz .

El sábado se dedicó un monumento para recordar a este obispo que «derramó su sangre a ejemplo de Cristo –escribe la Comisión- a favor de los sin voz».

Originario de Kabare, donde había nacido en 1926, el prelado asesinado había sido ordenado sacerdote (jesuita) a la edad de 32 años. Recibió la consagración episcopal con 60.

Fue designado al frente de la archidiócesis de Bukavu el 14 de marzo de 1995; allí murió poco más de año y medio después.

Cuando llegó a Bukavu (capital de Kivu Sur, al este del país), exactamente al otro lado de la frontera se había consumado el genocidio ruandés.

En una época de particular gravedad para la región de los Grandes Lagos, monseñor Munzihirwa –apunta «Misna»- hizo oír frecuentemente su voz en defensa de los más débiles, como los prófugos ruandeses, y en defensa de la democracia.

Se contaron por miles las personas que el sábado [se anticipó el evento un día, para no coincidir con la segunda vuelta de las elecciones presidenciales] participaron en una marcha y en una celebración en la catedral por el prelado.

Se calcula que en la República Democrática del Congo murieron más de cuatro millones de personas, la mayoría de hambre y enfermedad, a causa del estallido de la guerra en la región de 1998 a 2003, durante y después de la cual Kivu Sur ha sido una región extremadamente atormentada por la violencia.

El cardenal Bernardin Gantin –actualmente tiene 84 años-, prefecto emérito de la Congregación vaticana para los Obispos, reconoció que para los africanos la muerte de varios de sus pastores se había convertido en signo de renacimiento espiritual. Y citó el asesinato, entre otros, del arzobispo congoleño Christophe Munzihirwa.

Las palabras del purpurado beninés resonaron en Sínodo de los obispos reunido en Roma en octubre de 2001, en torno al lema «El Obispo: servidor del Evangelio de Jesucristo para la esperanza del mundo».
ZS06103120

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Entrevista



Isabel de la Trinidad o la felicidad dentro de uno mismo
El 8 de noviembre se cumplen cien años de su muerte

ÁVILA, martes, 31 octubre 2006 (ZENIT.org).- En un momento en qué abundan espiritualidades que buscan la felicidad a través de técnicas orientales no cristianas, reaparece con fuerza la figura de Isabel de la Trinidad (1880-1906).

Fallecida un 8 de noviembre de hace cien años, esta mujer trató de convencer a sus contemporáneos de que la felicidad no hay que buscarla fuera de uno mismo.

Zenit ha entrevistado al carmelita Francisco Javier Sancho Fermín, director del Centro Internacional Teresiano Sanjuanista de Ávila, coautor con Rómulo Cuartas de «Cien fichas sobre sor Isabel de la Trinidad», editado en Burgos por Montecarmelo.

También estos días la editorial Desclée de Brouwer ha publicado un libro del mismo autor, «El cielo en la tierra. El secreto de Isabel de la Trinidad», aparecido en la colección «Caminos» y destinado precisamente a ayudar a las personas a vivir en la dinámica de la espiritualidad de Isabel.

La beata Isabel de la Trinidad ha dejado, a pesar de su breve existencia, retiros, notas espirituales y cartas de gran densidad espiritual. Fue beatificada en 1984 por Juan Pablo II.

--¿Por qué es tan importante Isabel de la Trinidad?

--Sancho Fermín: Si algo tendría que destacar de esta joven carmelita que murió en 1906, a los 26 años de edad, sería la sencillez y la alegría con que fue capaz de vivir lo esencial del Evangelio: que el Reino de Dios está presente y que lo llevamos dentro de nuestro corazón.

Ella misma confiesa «haber encontrado el cielo en la tierra, porque el cielo es Dios y Dios está en mi alma».

--¿Qué es para esta beata la inhabitación en la Trinidad?

--Sancho Fermín: Desde ese descubrirse habitada en su interior Isabel ahonda en el misterio trinitario que descubre dentro de sí.

Se ve sumergida en el amor y en la vida de la Trinidad, y eso le lleva a vivir en una dinámica de alegría y entrega total.

Quiere participar de la vida trinitaria, no sólo en su interior, sino haciendo que su vida sea una manifestación de ese amor trinitario a todos los hombres. Por eso, sentirse inhabitada, es vivir en una dinámica nueva, es querer ser «alabanza de gloria».

--La madre de Isabel se oponía a su ingreso en el Carmelo. ¿Este disgusto materno hacia la vida religiosa de las hijas es una similitud con otra gran carmelita descalza, Edith Stein?

--Sancho Fermín: Si nos fijamos exclusivamente en la actitud externa podría parecer así. Pero de hecho se da una diferencia de fondo.

La actitud de la madre de Edith Stein se debe fundamentalmente a que ella es judía, y a la situación del nazismo. Le resulta muy difícil poder entender que su hija opte por un estilo de vida que suponía que ya no volvería nunca a la casa materna.

El caso de la madre de Isabel es fruto de un apego emocional y afectivo exagerado por parte de la madre, que no quería perder el control sobre su hija, y le resultaba muy duro darle esa libertad.

--Isabel quería conseguir que Dios pudiera «imprimirse» en las almas. ¿Cómo lo intentaba?

--Sancho Fermín: Con todos los medios que estaban al alcance de una carmelita: en los
encuentros en el locutorio, en la correspondencia, pero fundamentalmente en la oración.

Para Isabel la oración era el lugar de encuentro con toda la humanidad.

Ella descubre que sumergida en Dios desaparece el espacio y el tiempo, y eso posibilita el poder entrar en comunión con todos, los cercanos y lejanos.

--Isabel recordaba que la felicidad está en el interior. Hay mucha gente que busca en espiritualidades orientales esta noción cristiana. ¿Qué les puede decir Isabel?

--Sancho Fermín: Cuando algo no se conoce se busca donde sea... Ya Teresa de Jesús
evidenciaba la gran ignorancia respecto a la vida interior del hombre.

Isabel lo constata, y por eso su interés se centra en convencer a todos de que la felicidad no hay que buscarla fuera, que dentro de nosotros la llevamos.

Sólo tenemos que abrirnos a ese paraíso interior de nosotros mismos donde nos descubrimos habitados e infinitamente amados. ¿Qué más se puede desear?
ZS06103110

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Espiritualidad



El predicador del Papa recuerda: «La santidad no es un lujo, es una necesidad»
Comentario del padre Raniero Cantalamessa ofmcap. a la Solemnidad de Todos los Santos

ROMA, martes, 31 octubre 2006 (ZENIT.org).- Publicamos el comentario del padre Raniero Cantalamessa, ofmcap., predicador de la Casa Pontificia, a la liturgia de la solemnidad de Todos los Santos, que celebra la Iglesia el 1 de noviembre.

 

* * *



 

Solemnidad de Todos los Santos



 

La santidad no es un lujo...



 

XXX Domingo del tiempo ordinario (B)
Apocalipsis 7, 2-4.9-14; 1 Juan 3, 1-3; Mateo 5, 1-12a



Los santos que la liturgia celebra en esta solemnidad no son sólo aquellos canonizados por la Iglesia y que se mencionan en nuestros calendarios. Son todos los salvados que forman la Jerusalén celeste. Hablando de los santos, San Bernardo decía: «No seamos perezosos en imitar a quienes estamos felices de celebrar». Es por lo tanto la ocasión ideal para reflexionar en la «llamada universal de todos los cristianos a la santidad».

Lo primero que hay que hacer, cuando se habla de santidad, es liberar esta palabra del miedo que inspira, debido a ciertas representaciones equivocadas que nos hemos hecho de ella. La santidad puede comportar fenómenos extraordinarios, pero no se identifica con ellos. Si todos están llamados a la santidad es porque, entendida adecuadamente, está al alcance de todos, forma parte de la normalidad de la vida cristiana.

Dios es el «único santo» y «la fuente de toda santidad». Cuando uno se aproxima a ver cómo entra el hombre en la esfera de la santidad de Dios y qué significa ser santo, aparece inmediatamente la preponderancia, en el Antiguo Testamento, de la idea ritualista. Los medios de la santidad de Dios son objetos, lugares, ritos, prescripciones. Se escuchan, es verdad, especialmente en los profetas y en los salmos, voces diferentes, exquisitamente morales, pero son voces que permanecen aisladas. Todavía en tiempos de Jesús prevalecía entre los fariseos la idea de que la santidad y la justicia consisten en la pureza ritual y en la observancia escrupulosa de la Ley.

Al pasar al Nuevo Testamento asistimos a cambios profundos. La santidad no reside en las manos, sino en el corazón; no se decide fuera, sino dentro del hombre, y se resume en la caridad. Los mediadores de la santidad de Dios ya no son lugares (el templo de Jerusalén o el monte de las Bienaventuranzas), ritos, objetos y leyes, sino una persona, Jesucristo. En Jesucristo está la santidad misma de Dios que nos llega en persona, no en una lejana reverberación suya. Él es «el Santo de Dios» (Jn 6, 69)

De dos maneras entramos en contacto con la santidad de Cristo y ésta se comunica a nosotros: por apropiación y por imitación. La santidad es ante todo don, gracia. Ya que pertenecemos a Cristo más que a nosotros mismos, habiendo sido «comprados a gran precio», de ello se sigue que, inversamente, la santidad de Cristo nos pertenece más que nuestra propia santidad. Es éste el aletazo en la vida espiritual.

Pablo nos enseña cómo se da este «golpe de audacia» cuando declara solemnemente que no quiere ser hallado con una justicia suya, o santidad, derivada de la observancia de la ley, sino únicamente con aquella que deriva de la fe en Cristo (Flp 3,5-10). Cristo, dice, se ha hecho para nosotros «justicia, santificación y redención» (1 Co 1,30). «Para nosotros»: por lo tanto, podemos reclamar su santidad como nuestra a todos los efectos.

Junto a este medio fundamental de la fe y de los sacramentos, debe encontrar también lugar la imitación, esto es, el esfuerzo personal y las buenas obras. No como medio desgajado y diferente, sino como el único medio adecuado para manifestar la fe, traduciéndola en acto. Cuando Pablo escribe: «Esta es la voluntad de Dios, vuestra santificación», está claro que entiende precisamente esta santidad que es fruto del compromiso personal. Añade, de hecho, como para explicar en qué consiste la santificación de la que está hablando: «que os alejéis de la fornicación, que cada uno sepa poseer su cuerpo con santidad y honor» (1 Ts 4, 3-9).

« No hay sino una tristeza: la de no ser santos», decía Léon Bloy, y tenía razón la Madre Teresa cuando, a un periodista que le preguntó a quemarropa qué se sentía al ser aclamada santa por todo el mundo, le respondió: «La santidad no es un lujo, es una necesidad».

[Traducción del italiano realizada por Zenit]
ZS06103101

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Documentación



Benedicto XVI recuerda al padre Pío de Pietrelcina y su obra


CIUDAD DEL VATICANO, martes, 31 octubre 2006 (ZENIT.org).- Publicamos el discurso que pronunció Benedicto XVI el 14 de octubre a una peregrinación de personas vinculadas a las obras del padre Pío de Pietrelcina.

 

* * *




Señores cardenales;
venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio;
queridos hermanos y hermanas:

Con gran alegría me encuentro con vosotros en esta plaza en la que, en 1999 y en 2002, tuvieron lugar las memorables celebraciones de beatificación y canonización del padre Pío de Pietrelcina. Hoy habéis venido en gran número con ocasión del 50° aniversario de la que constituye una parte considerable de su obra: la Casa Alivio del sufrimiento. Os doy la bienvenida con afecto y os saludo cordialmente a cada uno: al arzobispo Umberto D'Ambrosio, al que agradezco sus amables palabras; a los frailes capuchinos del santuario y de la provincia; a los dirigentes, a los médicos, a los enfermeros y al personal del hospital; a los miembros de los Grupos de oración, provenientes de todas las partes de Italia y también de otros países; y a los peregrinos de la diócesis de Manfredonia-Vieste-San Giovanni Rotondo. Todos juntos formáis una gran familia espiritual, porque os reconocéis como hijos del padre Pío, un hombre sencillo, un "pobre fraile" ―como decía él― al que Dios encomendó el mensaje perenne de su Amor crucificado por toda la humanidad.

Los primeros herederos de su testimonio sois vosotros, queridos frailes capuchinos, que custodiáis el santuario de Santa María de las Gracias y la nueva gran iglesia dedicada a San Pío de Pietrelcina. Sois los principales animadores de esos lugares de gracia, meta de millones de peregrinos cada año. Estimulados y sostenidos por el ejemplo del padre Pío y por su intercesión, esforzaos por ser vosotros mismos sus imitadores para ayudar a todos a vivir una profunda experiencia espiritual, centrada en la contemplación de Cristo crucificado, revelador y mediador del amor misericordioso del Padre celestial.

Del corazón del padre Pío, ardiente de caridad, brotó la Casa Alivio del sufrimiento, que ya con su nombre manifiesta la idea inspiradora de la que surgió y el programa que pretende realizar. El padre Pío quiso llamarla "casa" para que el enfermo, especialmente el pobre, se sintiera a gusto en ella, acogido en un clima familiar, y para que en esta casa pudiera encontrar "alivio" en su sufrimiento. Alivio gracias a dos fuerzas convergentes: la oración y la ciencia.

Esta era la idea del fundador, y todos los que trabajan en el hospital deben tenerla siempre muy presente, haciéndola suya. La fe en Dios y la búsqueda científica cooperan al mismo fin, que se puede expresar del mejor modo con las palabras de Jesús mismo: "Para que tengan vida y la tengan en abundancia" (Jn 10, 10). Sí, Dios es vida y quiere que el hombre se cure de toda enfermedad del cuerpo y del espíritu. Por eso Jesús curó incansablemente a enfermos, anunciando con su curación el reino de Dios ya cercano. Por el mismo motivo la Iglesia, gracias a los carismas de tantos santos y santas, ha prolongado y difundido a lo largo de los siglos este ministerio profético de Cristo, mediante innumerables iniciativas en el campo de la salud y del servicio a los que sufren.

Si la dimensión científica y tecnológica es propia del Hospital, la oración, en cambio, se extiende a toda la obra del padre Pío. Es el elemento, por decirlo así, transversal: el alma de toda iniciativa, la fuerza espiritual que lo mueve y orienta todo según el orden de la caridad que, en resumidas cuentas, es Dios mismo.

Dios es amor. Por eso el binomio fundamental que deseo volver a proponer a vuestra atención es el que está en el centro de mi encíclica: amor a Dios y amor al prójimo, oración y caridad (cf. Deus caritas est, 16-18). El padre Pío fue, ante todo, un "hombre de Dios". Desde niño se sintió llamado por él y respondió "con todo su corazón, con toda su alma y con toda su fuerza" (cf. Dt 6, 5). Así el amor divino pudo tomar posesión de su humilde persona y hacer de ella un instrumento elegido de sus designios de salvación.

¡Alabado sea Dios, que en todo tiempo escoge almas sencillas y generosas para realizar maravillas! (cf. Lc 1, 48-49). Todo en la Iglesia viene de Dios, y sin él nada puede mantenerse en pie. Las obras del padre Pío son un ejemplo extraordinario de esta verdad: la Casa Alivio se puede definir bien un "milagro". Humanamente, ¿quién podía pensar que junto al pequeño convento de San Giovanni Rotondo surgiría uno de los hospitales más grandes y modernos del sur de Italia? ¿Quién sino el hombre de Dios, que contempla la realidad con los ojos de la fe y con una gran esperanza, porque sabe que para Dios nada es imposible?

Por eso la fiesta de la Casa Alivio del sufrimiento es al mismo tiempo la fiesta de los Grupos de oración del padre Pío, es decir, de la parte de su obra que "llama" continuamente al corazón de Dios, como un ejército de intercesores y de reparadores, a fin de obtener las gracias necesarias para la Iglesia y para el mundo.

Queridos amigos de los Grupos de oración, vuestro origen se remonta al invierno de 1942, mientras la segunda guerra mundial asolaba Italia, Europa y el mundo. El 17 de febrero de aquel año, mi venerado predecesor el Papa Pío XII hizo un llamamiento al pueblo cristiano para que muchos se reunieran a orar juntos por la paz. El padre Pío impulsó a sus hijos espirituales a responder prontamente a la llamada del Vicario de Cristo. Así nacieron los Grupos de oración, y como centro organizativo tuvieron precisamente la Casa Alivio del sufrimiento, que aún estaba en construcción. Esta imagen sigue siendo un símbolo elocuente: la Obra del padre Pío como un gran "edificio en construcción", animado por la oración y destinado a la caridad activa.

Los Grupos de oración se han difundido en las parroquias, en los conventos, en los hospitales, y hoy son más de tres mil, esparcidos por todos los continentes. Vosotros, aquí hoy, sois una representación numerosa de ellos. La respuesta originaria dada al llamamiento del Papa ha marcado para siempre el carácter de vuestra "red" espiritual: vuestra oración, como reza el Estatuto, es "con la Iglesia, por la Iglesia y en la Iglesia" (Proemio), y se debe vivir siempre en plena adhesión al Magisterio, con una obediencia pronta al Papa y a los obispos, bajo la guía del presbítero nombrado por el obispo. El mismo Estatuto prescribe también un compromiso esencial de los Grupos de oración, es decir, la "caridad activa y operante para alivio de los que sufren y de los necesitados como actuación práctica del amor a Dios" (ib.). He aquí nuevamente el binomio oración y caridad, Dios y prójimo. El Evangelio no permite evasiones: quien se dirige al Dios de Jesucristo es impulsado a servir a los hermanos y, viceversa, quien se dedica a los pobres descubre en ellos el rostro misterioso de Dios.

Queridos amigos, el tiempo ha pasado, y ha llegado el momento de concluir. Deseo expresaros mi agradecimiento sincero por el apoyo que me dais con vuestra oración. Que el Señor os recompense. Al mismo tiempo, para la comunidad de trabajo de la Casa Alivio del sufrimiento pido la gracia especial de ser siempre fiel al espíritu y al proyecto del padre Pío. Encomiendo esta oración a la intercesión celestial del padre Pío y de la Virgen María.

Con estos sentimientos, os imparto de corazón a todos vosotros y a vuestros seres queridos la bendición apostólica.
[Traducción distribuida por la Santa Sede
© Copyright 2006 - Libreria Editrice Vaticana]

ZS06103103

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Conclusiones del IV congreso mundial de la Federación Internacional de Bioética Personalista


CÓRDOBA, martes, 31 octubre 2006 (ZENIT.org).- Publicamos las conclusiones del IV Congreso de la Federación Internacional de Bioética Personalista (FIBIP) que se clausuró el pasado sábado 28 de octubre en Córdoba (España), con la presencia del obispo Elio Sgreccia, presidente de la Academia Pontificia para la Vida y de la FIBIP.


 

CONCLUSIONES DEL IV CONGRESO
INTERNACIONAL DE BIOÉTICA



La FIBIP (Federación Internacional de Bioética Personalista) ha celebrado en Córdoba, España, su IV Congreso Internacional, los días 27 y 28 de octubre de 2006. Los trabajos congresuales se han centrado en la relación entre la dignidad de la persona humana y el bien común, desde la perspectiva de la Bioética.

La humanidad ha ido progresando, con fatiga y contradicciones, en la capacidad de reconocer y respetar la dignidad humana. Hemos superado en buena parte la esclavitud y el racismo. Crece en todo el mundo el rechazo de la pena de muerte, la tortura y la guerra. Aumenta la sensibilidad en relación a la protección de los niños, la igualdad de todos los seres humanos, la protección del medio ambiente, etc.

Sin embargo, nos quedan todavía algunas tareas pendientes y urgentes.

Reflexionando sobre el bien común, notamos que en nuestra cultura parece cada vez más difícil saber qué es el bien y más arduo comprometerse para que éste sea común. El relativismo moral que trata de imponerse y la actual incertidumbre sobre los fundamentos de la dignidad humana, obscurecen la comprensión del bien verdaderamente humano. El individualismo y el hedonismo encierran a cada uno en sus propios intereses, dificultando la búsqueda generosa de los intereses comunes.

La Bioética, en cuanto disciplina que se ocupa de los problemas que atañen a la vida y la salud de las personas, puede y debe ofrecer una contribución importante en el progreso humano.

Quienes cultivamos la “Bioética Personalista” estamos convencidos de que este enfoque es fudamental para la promoción del verdadero bien común.

En efecto, el bien común no es sino el conjunto de condiciones sociales, culturales y estructurales que favorecen la realización y el perfeccionamiento de cada una de las personas que forman parte de la comunidad. Por lo tanto, no es posible favorecer, o siquiera respetar, el bien común, sin poner en el centro de los intereses, preocupaciones y decisiones de todos y especialmente de las autoridades públicas, el valor y la dignidad sublimes de toda persona humana.

El concepto de la dignidad humana fue el centro inspirador de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, proclamada solemnemente por las Naciones Unidas en 1948. Ha sido también central en muchas de las constituciones nacionales de las últimas décadas y sigue siendo, almenos en teoría, el centro inspirador de leyes, resoluciones, sentencias judiciales, etc. en todo el mundo.

La persona humana es digna de respeto absoluto, por el mero hecho de ser persona, es decir, por el hecho de ser un miembro de la familia humana. La dignidad de la persona no se atribuye, se reconoce; no se otorga, se respeta.

Está escrita en el interior mismo de todo ser humano: no depende de su estado de desarrollo, de su salud, de sus cualidades y capacidades, ni siquiera de sus comportamientos.
Todo ser humano, en cualquier estado y condición, es una unidad indescrifrable de cuerpo y espíritu, abierto al horizonte de lo infinito, capaz de interrogarse sobre el sentido último de su existencia, de trascenderse a sí mismo y hasta de abrirse al ser infinitamente trascendente de Dios.

Un largo proceso de paulatina “degradación” del ser humano, ha llevado a muchos a la conclusión de que no se trata más que de un mamífero algo superior a los demás seres vivos. A fuerza de considerarnos solamente un animal más complejo, nos está dando el complejo de animal. En realidad, el ser humano, todo ser humano, creado a imagen y semejanza del Creador, es más parecido a Dios que al mono.

Una de las tareas todavía pendientes en el progresivo reconocimiento de la dignidad humana es el rechazo de la distinción discriminatoria entre los seres humanos ya nacidos y los todavía por nacer. Se trata de una de las últimas fronteras en la conquista progresiva del respeto de la dignidad humana.

Teniendo esto en cuenta, la promoción del bien común en el ámbito específico de la bioética, significa por ejemplo favorecer la investigación y el progreso biomédico, respetando a todos los seres humanos implicados.

En la investigación y aplicación terapéutica de las células troncales, se debe rechazar la instrumentalización destructiva de seres humanos en estado embrional. El bien común elemental exige también que no se falsifique la realidad científica, haciendo creer a la opinión pública que las “células troncales embrionales” pueden ya curar enfermedades. No existe en la actualidad una sola aplicación clínica con esas células, mientras hay más de 60 aplicaciones terapéuticas con las “células troncales adultas”, que no implican ningún daño a seres humanos.

El bien común exige también que la investigación biomédica y farmacéutica, tenga en cuenta sobre todo las más graves y urgentes necesidades médicas de la población.

El verdadero sentido del bien común ensancha sus horizontes también más allá de las fronteras nacionales. Se ha de favorecer el progreso médico en los países en vías de desarrollo, sin imponerles políticas sanitaras contrarias a sus culturas y a sus verdaderas necesidades.

La FIBIP renueva hoy su compromiso en favor del bien común, centrado en el bien de cada persona humana, e invita a la comunidad social y especialmente a los responsables de la cosa pública a hacer propio este compromiso.

Córdoba, 28 de octubre de 2006
ZS06103111

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Mensaje a nuestros lectores



Servicio reducido con motivo de la solemnidad de Todos los Santos


ROMA, martes, 31 octubre 2006 (ZENIT.org).- Con motivo de la solemnidad de Todos los Santos, el 1 de noviembre, Zenit publicará un servicio informativo reducido con la traducción del discurso del Benedicto XVI pronunciado el 12 de septiembre en Ratisbona al que el Papa ha añadido algunas notas.

Feliz fiesta de Todos los Santos y ¡buena lectura!
ZS06103113

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